Cuaderno de los Balcanes 02: Camino a Sarajevo
El ancho boulevard va dejando la ciudad. Los enormes bloques grises de viviendas no son tan espantosos en las afueras de Split como en otras partes. Cuando parece que vamos a chocar con unas montañas, el chofer tuerce el timón y tomamos la ruta que va a Dubrovnik, la vieja Ragusa. La carretera se vuelve angosta. Está rodeada de invernaderos, camiones, viviendas de tres pisos y talleres mecánicos. Un enorme cartel de publicidad anuncia una película: planet majmuna. El planeta de los simios. Recostada a la montaña, una pizzería adorna su techo con la maqueta de un avión caza. Del otro lado, sobre el mar, un pescador espera, inclinado, solo, en su bote.
En una desierta parada de ómnibus alguien pintó una hoz y un martillo encima del símbolo de los ustachi fascistas. Guerra ideológica en un territorio donde siempre se dijo que la guerra fue, solo e inexplicablemente, étnica. Dugi rat. Enorme fábrica abandonada. Los bordes de la carretera están llenos de placas que recuerdan a los combatientes muertos. Dos horas y media acompañando al Adriático por la Madjarska Riviera. Un camión en una curva con medio cuerpo sobre nuestro carril parecía la muerte desbocada. Cuando la carretera se bifurca en dos -un camino sigue a Dubrovnik, el otro nos lleva a Ploce- empiezan realmente los Balcanes.
Ploce
En Ploce hay casamatas cavadas en la roca. Luego el Neretva que baja con sus aguas verdes camino a Mostar. Verdes, no es metáfora. A su lado la planicie. Las montañas se alejan hacia atrás empujadas por la carretera que muerde las ruedas del ómnibus y adelante sólo queda la planicie salpicada de algunos olivos. Campo adentro tiene que haber otro paisaje lleno de naranjales, porque el borde de la carretera está sembrado de puestos de venta de naranjas. Algunos también venden cuadros con escenas de pesca que parecen reproducir la melancolía de los solitarios percadores pensativos sobre su bote en las lejanas costas del Adriático que dejamos atrás hace diez minutos. Otros ofrecen tomates y miel de abeja.
Hay tractores. Tengo que resistir la tentación de repetir como una letanía que hay tractores, como si fuesen los cadáveres de Perlongher. Pero hay tractores. Uno es rojo. El primer tractor que veo en los Balcanes es de color rojo. Más que los tanques, fueron los tractores la caballería de las guerras balcánicas. No llevaban artilleros con tapaorejas hacia el frente de batalla buscando masacrar a la infantería, sino que iban en la dirección opuesta. Cargaban al abuelo, a la madre y a los nietos, y buscaban la frontera más cercana.
Una de las ancianas del piso inferior quiere comprar naranjas. El ómnibus se detiene y el guarda la acompaña para cerrar el trato. En Metkovic se pierde la última chance de desviarse hacia Dubrovnik. Quien tuerza a la derecha no podrá librarse de Bosnia. Dentro de tres días sabré si realmente existe Sarajevo.
==Segunda parte de diez
* 1- Split/ Croacia
* 3- En Sarajevo
* 4- La dama y el cellista
* 5- El río de Ulises
* 6- El lado serbio de la ciudad
* 7- Rumbo a Belgrado
* 8- En la frontera
* 9- La ciudad blanca
* 10- Kalemegdam
(Publicado en Brecha el 10 de mayo de 2002)
Etiquetas: Balcanes, Bosnia, Elegidas, Primer Cuaderno
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