10 mayo 2002

Cuaderno de los Balcanes 08: En la frontera

El ómnibus serbio es mucho más antiguo que los que circulan en el lado croata de la Federación de Bosnia-Herzegovina, pero está impecablemente limpio. Las cortinas también aquí son turquesas. Del espejo retrovisor cuelga un banderín con el águila bicéfala estampada sobre los tres colores eslavos por excelencia: rojo, azul y blanco en franjas horizontales. Junto al banderín hay una cruz ortodoxa. El improvisado altar lo completan algunas postales con imágenes de focas y ballenas, deslucidas por el tiempo y por el sol, un pequeño conejo rosado de peluche, y un pinito aromatizador rojo, evidentemente gastado desde hace mucho.

Las colinas que rodeaban Sarajevo van dejando su lugar a las montañas. Otra vez los túneles abriéndose camino en la entraña de las Stare Planina, viejo nombre eslavo de los Balcanes. Ahora las miradas se clavan en un cartel que da la bienvenida a la República Serbia de Bosnia. Es una frontera doblemente extraña: por un lado, no se supone que exista esta frontera más que como una simple señal de agrimensura dentro de un país unido -Bosnia- formado por dos entidades federales, la serbia y la croata-musulmana; pero por otra parte, esa división real entre las dos entidades enemigas, no empieza donde esta frontera lo marca, ya que la zona serbia comienza en verdad unos kilómetros antes, en los barrios de Sarajevo que quedaron bajo su control.
Junto al cartel de bienvenida, en el enorme dique de concreto que evita que la montaña se desmorone sobre la carretera, se conservan, en perfecto estado, cuatro letras de cemento que datan de los años de la Yugoslavia comunista y que nadie ha quitado. En ellas se lee un nombre: Tito.

La mezquita de Pale

La marcha se hace más rápida. A ambos lados de la carretera se ven granjas, casas de tres pisos a medio construir, grandes parvas de heno. Casi no hay publicidad. Los pocos soportes de carteles que han sobrevivido alojan jirones de viejos anuncios. El sol de frente es un enemigo. El conductor hace visera con sus manos, hasta que la niebla vuelve. Regresa en el preciso momento en que un cartel anuncia que nos acercamos a Pale, ciudad que fuera la sede políticomilitar de los serbobosnios durante el asedio a Sarajevo. Antiguo cuartel general de las fuerzas de Karadzic y Mladic, los dos prófugos más buscados por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia. En las afueras parece haber sólo ruinas y gasolineras, pero ha de existir una ciudad debajo de la niebla. Cuando enfilamos hacia la terminal se puede ver un trazado urbano acogedor, con casas confortables, bien pintadas, dotadas de pequeños jardines y balcones con flores. En la terminal se renueva el pasaje y seguimos camino montaña adentro.

Curiosamente, a pesar de estar en plena zona ortodoxa, pasamos por una mezquita. Su construcción, sin embargo, es más pequeña que en las áreas musulmanas del país. Como si quisiera pasar desapercibida tanto por su tamaño como por el estilo de su arquitectura. El minarete es una torreta de base ancha, mucho más baja y menos delgada que lo habitual; su función religiosa sólo se adivina por los parlantes en forma de bocina que están amurados a sus cuatro costados para permitir que fluya el canto del muecín llamando a la oración.

==Octava parte de diez

* 1- Split/ Croacia
* 2- Camino a Sarajevo
* 3- En Sarajevo
* 4- La dama y el cellista
* 5- El río de Ulises
* 6- El lado serbio de la ciudad
* 7- Rumbo a Belgrado
* 9- La ciudad blanca
* 10- Kalemegdamc

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 10 de mayo de 2002)

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