El espejo austríaco
Para los habitantes de varios de los países del este europeo, Austria es el modelo occidental en el que mirarse. Sus fronteras con la República Checa, Eslovaquia, Hungría y Eslovenia, han puesto a los austríacos en la vidriera, y su nivel de vida es el que tienen en mente sus vecinos cuando van de compras en busca de una imagen para su ideal de sociedad capitalista. Más allá de las implicancias históricas de esta identificación que vienen, al menos, desde la época del imperio de los Hasburgo en el que varios de esos países estuvieron integrados en distintos momentos, hay una identificación que debe leerse por el deseo de crecimiento económico. Los involuntarios propagandistas de esta situación no son los potentados austríacos sino la clase media e incluso trabajadora que, amparada en la poca fortaleza de las monedas de los países en transición, visitan en masa los pequeños pueblos checos de la frontera, como el encantador Cesky Krumlov, o van a atenderse con los dentistas húngaros de Sopron, más baratos y tan buenos como los de Viena. El impacto del choque de estos dos mundos es considerable.
Para entender el impacto del choque entre estos dos mundos, es necesario imaginar la situación de dos trabajadores, uno eslovaco y uno austríaco que se dedican a la misma actividad y que viven en las capitales de sus respectivos países, situadas a una hora de distancia. El austríaco entra a su empleo por la mañana, y veintidos minutos más tarde ya produjo el salario necesario para comprar un kilo de carne de cerdo. El eslovaco necesitará tres horas y cuarto para lograr la misma proeza. Si en la misma balanza se colocan otras nacionalidades, se comprobará que el checo necesitará dos horas y media, el húngaro dos horas y diez minutos, el polaco una hora y tres cuartos, y el croata una hora y media; pero el que deberá realizar un esfuerzo mayor será el ucraniano, que necesitará cinco horas para lograr el mismo kilo de carne de cerdo que a su colega austríaco le costó veintidos minutos de trabajo. La hora en automóvil que separa Viena de Bratislava es casi nueve veces más valiosa para un eslovaco que para un austríaco si se toma como elemento de comparación el kilo de carne de cerdo, la más común en la dieta centroeuropea.
Si se lo que se toma en cuenta es la canasta básica en su totalidad, se aprecia que el eslovaco y el checo tienen que trabajar todo el mes (24 días) para alcanzar ese nivel de subsistencia que al austríaco le cuesta sólo una semana de idéntico trabajo, pudiendo gastar el salario de las tres semanas restantes en bienes y servicios que mejoren su calidad de vida. Cuando se hacen estas cuentas globales el polaco está más cerca del nivel de vida occidental, necesitando apenas algo más que el doble de trabajo que el austríaco para obtener el mismo resultado, dos semanas y dos días. Un poco peor que la realidad del polaco, pero mejor que la del checo y que la del eslovaco, es la situación del húngaro y del croata, que necesitan de 20 días de trabajo al mes para obtener lo básico para vivir. Si quiere lograr el mismo resultado, el ucraniano deberá trabajar todo el mes incluyendo sábados y la mitad de los domingos, ya que necesitará de 28 días de salario.
De todos los ciudadanos de los páises analizados en esta comparación basada en cálculos propios a partir de tablas de HGV, una institución especializada en monitorear las economías en transición, el polaco es el único que además de cubrir su canasta básica puede comprarse un traje y un par de zapatos con el salario de un mes; para eso deberá destinar el pago recibido por diez días de trabajo. Nuevamente el doble de lo que debe trabajar un austríaco para la misma compra, pero esta vez la mitad de lo que necesitan trabajar los checos y los eslovacos, con la diferencia sustancial que si los checos o los eslovacos quieren comprarse un traje y un par de zapatos deberán renunciar a parte de aquellos alimentos y servicios imprescindibles para vivir. Esta comparación, sin embargo, no es suficiente para visualizar la diferencia en la calidad de vida de los austríacos y sus vecinos de las economías en transición, ya que no incluye uno de los elementos de análisis más importantes: el desempleo.
==Segunda parte de siete
* 1- Después del Muro, una cortina de cristal
* 3- La inseguridad básica
* 4- Dos casos: Eslovaquia y Chequia
* 5- La crisis país por país
* 6- Los niños que no nacieron
* 7- Los costos humanos de la transición
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 12 de diciembre de 2000)
Para entender el impacto del choque entre estos dos mundos, es necesario imaginar la situación de dos trabajadores, uno eslovaco y uno austríaco que se dedican a la misma actividad y que viven en las capitales de sus respectivos países, situadas a una hora de distancia. El austríaco entra a su empleo por la mañana, y veintidos minutos más tarde ya produjo el salario necesario para comprar un kilo de carne de cerdo. El eslovaco necesitará tres horas y cuarto para lograr la misma proeza. Si en la misma balanza se colocan otras nacionalidades, se comprobará que el checo necesitará dos horas y media, el húngaro dos horas y diez minutos, el polaco una hora y tres cuartos, y el croata una hora y media; pero el que deberá realizar un esfuerzo mayor será el ucraniano, que necesitará cinco horas para lograr el mismo kilo de carne de cerdo que a su colega austríaco le costó veintidos minutos de trabajo. La hora en automóvil que separa Viena de Bratislava es casi nueve veces más valiosa para un eslovaco que para un austríaco si se toma como elemento de comparación el kilo de carne de cerdo, la más común en la dieta centroeuropea.
Si se lo que se toma en cuenta es la canasta básica en su totalidad, se aprecia que el eslovaco y el checo tienen que trabajar todo el mes (24 días) para alcanzar ese nivel de subsistencia que al austríaco le cuesta sólo una semana de idéntico trabajo, pudiendo gastar el salario de las tres semanas restantes en bienes y servicios que mejoren su calidad de vida. Cuando se hacen estas cuentas globales el polaco está más cerca del nivel de vida occidental, necesitando apenas algo más que el doble de trabajo que el austríaco para obtener el mismo resultado, dos semanas y dos días. Un poco peor que la realidad del polaco, pero mejor que la del checo y que la del eslovaco, es la situación del húngaro y del croata, que necesitan de 20 días de trabajo al mes para obtener lo básico para vivir. Si quiere lograr el mismo resultado, el ucraniano deberá trabajar todo el mes incluyendo sábados y la mitad de los domingos, ya que necesitará de 28 días de salario.
De todos los ciudadanos de los páises analizados en esta comparación basada en cálculos propios a partir de tablas de HGV, una institución especializada en monitorear las economías en transición, el polaco es el único que además de cubrir su canasta básica puede comprarse un traje y un par de zapatos con el salario de un mes; para eso deberá destinar el pago recibido por diez días de trabajo. Nuevamente el doble de lo que debe trabajar un austríaco para la misma compra, pero esta vez la mitad de lo que necesitan trabajar los checos y los eslovacos, con la diferencia sustancial que si los checos o los eslovacos quieren comprarse un traje y un par de zapatos deberán renunciar a parte de aquellos alimentos y servicios imprescindibles para vivir. Esta comparación, sin embargo, no es suficiente para visualizar la diferencia en la calidad de vida de los austríacos y sus vecinos de las economías en transición, ya que no incluye uno de los elementos de análisis más importantes: el desempleo.
==Segunda parte de siete
* 1- Después del Muro, una cortina de cristal
* 3- La inseguridad básica
* 4- Dos casos: Eslovaquia y Chequia
* 5- La crisis país por país
* 6- Los niños que no nacieron
* 7- Los costos humanos de la transición
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 12 de diciembre de 2000)
Etiquetas: Austria, Austria-Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, R.Checa, Sociedades, Sociedades 2000/2002, Ucrania
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