12 diciembre 2000

Después del Muro, una cortina de cristal

En 1989 quienes vivían con menos de cuatro dólares por día en el campo socialista eran 14 millones. A mediados de los noventa, según datos del Banco Mundial, esa cifra se había multiplicado por diez, llegando a 142 millones de personas en los mismos países. Las Naciones Unidas ya hablan de una nueva cortina: una cortina de cristal que ha sustituido a la vieja cortina de hierro, y que no aisla fronteras afuera sino que separa ricos de pobres al interior de países.

Alcanzó una década para que se produjera lo que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calificó de “catástrofe demográfica”, que tiene como uno de sus ejemplos más elocuentes a los casi cinco millones y medio de niños que nunca llegaron a nacer, y que lo hubieran hecho de haberse mantenido las reglas de juego socioeconómicas previas a la caída del socialismo real. Los habitantes de Europa del Este, sin embargo, no desean un retroceso en los derechos civiles recientemente conquistados, según lo han mostrado las encuestas de opinión.

“Decisiones individuales por excelencia, como formar una familia o tener un bebé, están invariablemente influidas por las condiciones generales del momento en que se toman, incluidas las circunstancias económicas y políticas, las cuales pueden ser percibidas como elementos de incertidumbre”, asegura la Comisión Económica Europea de las Naciones Unidas (ECE) en su último informe anual. Sostiene esta afirmación en el hecho de que la cantidad de hijos que tenía una mujer de Europa del Este a mediados de los ochenta, un promedio de dos, descendió drásticamente a 1,35 hijos por mujer, colocando a la región aún por debajo de la Europa Occidental que presenta un promedio de 1,53 hijos por cada mujer.

Estudios conducidos por los investigadores de la Universidad de Oxford, H Moore y R.Palomba, atribuyeron el descenso en las tasas natalidad al “miedo al futuro”, por lo que la ECE traza la hipótesis de que la situación en el ex bloque socialista se debe a que las expectativas de futuro de los jóvenes se vieron reducidas “a veces drásticamente”. El estudio internacional encuentra “evidencias claras” de esta hipótesis en la ex Alemania del Este (RDA) y en Rumania. En la antigua RDA la tasa de nacimientos cayó a la mitad con respecto a la existente un año antes de la eliminación del Muro de Berlín, en tanto que en Rumania nacieron cuatro veces menos niños que los que habían venido al mundo seis meses antes del alzamiento popular que derrocó al régimen autocrático de Ceausescu (foto).

Intranquilidad familiar

Esta “inmediata y masiva reacción” a los cambios políticos, que llevó a las parejas “a detener drásticamente los nacimientos”, se mantuvo en los años posteriores en la medida en que persistió “la ansiedad con respecto al futuro inmediato”, indica el citado documento de la ECE, que también reconoce que el lazo entre la transición y la baja de la natalidad en otros países de la región es “menos fácilmente demostrable”. Los expertos citaron a las transiciones relativamente ordenadas y pacíficas que tuvieron lugar en Hungría, Polonia y, especialmente, en la República Checa, como las que causaron menos intranquilidad en sus ciudadanos. No en vano se reconoce que estos tres países son los que presentan mejores posibilidades de ser aceptados en la Unión Europea luego de un proceso de reordenamiento económico e institucional actualmente en curso.

Las parejas del antiguo bloque comunista no sólo resuelven concebir menos hijos, sino que toman con mayor frecuencia la decisión de abortar un nacimiento, a excepxión de las que viven en países como Polonia y Croacia en los que la religión católica, contraria al aborto, es parte esencial de la identidad nacional. En algunos casos, como en el rumano, la tasa de embarazos voluntariamente interrumpidos directamente se invirtió: en los años de la sociedad comunista había un aborto por cada dos nacimientos, en tanto que actualmente hay dos abortos por cada nacimiento. En Albania este indicador social se triplicó, en tanto que disminuyó en Bulgaria, República Checa y Eslovaquia.

La menor cantidad de niños que nacen hoy en la Europa del Este con respecto a la época comunista no sólo se debe al “miedo al futuro”, sino que se vincula con el descenso real en los estándares de vida y con la influencia de las costumbres familiares occidentales caracterizadas por parejas con pocos hijos. Este último, por ejemplo, se estima como el factor que más incide en la caída de las tasas de fertilidad de un país como Eslovenia, que se ha despegado de sus antiguos compatriotas de la ex Yugoslavia alcanzando un nivel de vida emparentado al de Europa Occidental. Si se toma en cuenta que los Balcanes, a pesar de la guerra, es la única subregión en la que no se ha dado esta disminución del número de nacimientos, el caso Esloveno es aún más excepcional.

==Primera parte de siete

* 2- El espejo austríaco
* 3- La inseguridad básica
* 4- Dos casos: Eslovaquia y Chequia
* 5- La crisis país por país
* 6- Los niños que no nacieron
* 7- Los costos humanos de la transición

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 12 de diciembre de 2000)

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