Ilegales en su propia isla (I)
La vieja isla de Ayití, hoy está dividida en dos países: Haití y República Dominicana. El ingreso per cápita de los dominicanos cuadruplica al de sus vecinos, lo que hace que miles de haitianos crucen la frontera en busca de un futuro mejor. Del otro lado, además de las plantaciones azucareras, los espera una larga historia de rechazos y deportaciones arbitrarias.
Exactamente al mediodía se desató sobre Santo Domingo una lluvia de proporciones bíblicas. La cortina de agua le daba un aire irreal a la ciudad. Sin un buen sistema de bocas de tormenta, las calles laterales se fueron desbordando rápidamente y ya no era posible distinguir las veredas. En la rambla, el viento agitaba las palmeras. Refugiados precariamente debajo del alero de una parada de autobuses, los dos desconocidos comenzaron hablando, inevitablemente, del clima. Agotado el tema por la fuerza de la evidencia empírica, los enormes carteles de propaganda electoral focalizaron la conversación. En especial uno de ellos, que fue el que primero llamó la atención del forastero. Sobre fondo rojo se veía a un candidato entrado en años, de cuello de boxeador, que en letras blancas proclamaba: “Yo arreglo esto”.
-Optimista el hombre, ¿no?
-¿Ese? Ese no sirve.
-¿Y cuál sirve?
Con un gesto de cabeza mostró a su preferido. No utilizó ese movimiento lateral que señala cabeceando, tan usual en el Río de la Plata, sino que lo señaló con la pera, a la caribeña. Moviendo su cabeza de abajo hacia arriba indicó un anuncio en el que se lee “vote blanco” junto a la fotografía de un candidato negro: José Francisco Peña Gómez.
La imagen de este político también se puede ver en la Feria del Libro, que por esos días de mayo está ubicada en un parque céntrico de Santo Domingo, originando un caos de tráfico que es la pesadilla anual de los automovilistas. Una de las novedades del año es un libro que tiene en la portada una vieja fotografía de un Peña Gómez jovencísimo, con el torso prácticamente volcado sobre una suerte de pupitre, mirando con atención un punto indefinido, tal vez el estrado desde el que está siendo acusado por un funcionario de la dictadura de Trujillo. Junto al escrito testimonial de Peña Gómez, el mismo stand muestra un clásico de la literatura política dominicana, El Río Masacre se cruza a pie, sobre una de las históricas persecuciones de haitianos por parte de autoridades dominicanas. Últimamente, esos hostigamientos han asumido la forma de redadas del Departamento de Migración, y varias de ellas han coincidido con épocas electorales.
Un informe de derechos humanos de 1996 aseguró: “con repetidas referencias a los antepasados del candidato dominicano negro José Francisco Peña Gómez, los candidatos en liza argumentaban que 100.000 nacionales haitianos estaban ilegalmente inscritos en los censos de votantes. En las semanas que precedieron a las elecciones, cerca de 5.000 presuntos haitianos fueron deportados”.
Si bien no existen cifras confiables sobre el número de haitianos y domínico-haitianos que viven actualmente en la República Dominicana, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, citando a las autoridades de inmigración dominicanas, informó en 1999 que entre 500.000 y 700.000 personas de origen haitiano estaban viviendo en ese país. Algunos jerarcas, como el Jefe del Ejército, Manuel Polanco Salvador, a mediados del año pasado hablaban de “un millón más o menos”. Cálculos extraoficiales sugieren que al menos la mitad de estas personas nacieron en la República Dominicana. De los nacidos en Haití, sólo cuatro mil estaban en situación legal, con una visa o un permiso de trabajo. Según las autoridades dominicanas, muchos miles de haitianos han traído papeles de identidad falsos, lo que complica la tarea de distinguir a los residentes y ciudadanos legítimos de los inmigrantes indocumentados.
Aunque el lado dominicano de la isla corresponde a un país latinoamericano con dificultades económicas, el abismo que separa a ambos vecinos empuja a muchos haitianos a cruzar la frontera. No los separan solamente 380 kilómetros de línea limítrofe, sino también, y esencialmente, la distancia existente entre el ingreso per cápita de los dominicanos, que en el 2001 era de 2100 dólares, y el de los haitianos, situado en los 510 dólares.
==Primera parte de cinco
* 2- Parte II
* 3- Parte III
* 4- Parte IV
* 5- Parte V
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2002)
Exactamente al mediodía se desató sobre Santo Domingo una lluvia de proporciones bíblicas. La cortina de agua le daba un aire irreal a la ciudad. Sin un buen sistema de bocas de tormenta, las calles laterales se fueron desbordando rápidamente y ya no era posible distinguir las veredas. En la rambla, el viento agitaba las palmeras. Refugiados precariamente debajo del alero de una parada de autobuses, los dos desconocidos comenzaron hablando, inevitablemente, del clima. Agotado el tema por la fuerza de la evidencia empírica, los enormes carteles de propaganda electoral focalizaron la conversación. En especial uno de ellos, que fue el que primero llamó la atención del forastero. Sobre fondo rojo se veía a un candidato entrado en años, de cuello de boxeador, que en letras blancas proclamaba: “Yo arreglo esto”.
-Optimista el hombre, ¿no?
-¿Ese? Ese no sirve.
-¿Y cuál sirve?
Con un gesto de cabeza mostró a su preferido. No utilizó ese movimiento lateral que señala cabeceando, tan usual en el Río de la Plata, sino que lo señaló con la pera, a la caribeña. Moviendo su cabeza de abajo hacia arriba indicó un anuncio en el que se lee “vote blanco” junto a la fotografía de un candidato negro: José Francisco Peña Gómez.
La imagen de este político también se puede ver en la Feria del Libro, que por esos días de mayo está ubicada en un parque céntrico de Santo Domingo, originando un caos de tráfico que es la pesadilla anual de los automovilistas. Una de las novedades del año es un libro que tiene en la portada una vieja fotografía de un Peña Gómez jovencísimo, con el torso prácticamente volcado sobre una suerte de pupitre, mirando con atención un punto indefinido, tal vez el estrado desde el que está siendo acusado por un funcionario de la dictadura de Trujillo. Junto al escrito testimonial de Peña Gómez, el mismo stand muestra un clásico de la literatura política dominicana, El Río Masacre se cruza a pie, sobre una de las históricas persecuciones de haitianos por parte de autoridades dominicanas. Últimamente, esos hostigamientos han asumido la forma de redadas del Departamento de Migración, y varias de ellas han coincidido con épocas electorales.
Un informe de derechos humanos de 1996 aseguró: “con repetidas referencias a los antepasados del candidato dominicano negro José Francisco Peña Gómez, los candidatos en liza argumentaban que 100.000 nacionales haitianos estaban ilegalmente inscritos en los censos de votantes. En las semanas que precedieron a las elecciones, cerca de 5.000 presuntos haitianos fueron deportados”.
Si bien no existen cifras confiables sobre el número de haitianos y domínico-haitianos que viven actualmente en la República Dominicana, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, citando a las autoridades de inmigración dominicanas, informó en 1999 que entre 500.000 y 700.000 personas de origen haitiano estaban viviendo en ese país. Algunos jerarcas, como el Jefe del Ejército, Manuel Polanco Salvador, a mediados del año pasado hablaban de “un millón más o menos”. Cálculos extraoficiales sugieren que al menos la mitad de estas personas nacieron en la República Dominicana. De los nacidos en Haití, sólo cuatro mil estaban en situación legal, con una visa o un permiso de trabajo. Según las autoridades dominicanas, muchos miles de haitianos han traído papeles de identidad falsos, lo que complica la tarea de distinguir a los residentes y ciudadanos legítimos de los inmigrantes indocumentados.
Aunque el lado dominicano de la isla corresponde a un país latinoamericano con dificultades económicas, el abismo que separa a ambos vecinos empuja a muchos haitianos a cruzar la frontera. No los separan solamente 380 kilómetros de línea limítrofe, sino también, y esencialmente, la distancia existente entre el ingreso per cápita de los dominicanos, que en el 2001 era de 2100 dólares, y el de los haitianos, situado en los 510 dólares.
==Primera parte de cinco
* 2- Parte II
* 3- Parte III
* 4- Parte IV
* 5- Parte V
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2002)
Etiquetas: AmLatina 2000/2005, DDHH 2002-2004, Haití, Migraciones, R.Dominicana, Sociedades, Sociedades 2000/2002
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