15 abril 2003

El dilema del Pentágono

Con menos dinero disponible, el dilema del Pentágono era mantener la capacidad militar de atender las obligaciones presentes –se está hablando del mundo pre Torres Gemelas- y limitar drásticamente o suspender los programas de investigación y modernización, o por el contrario reducir el personal para pagar los costos del desarrollo de nuevas armas. De la forma de responder a este aparente callejón sin salida se pueden extrapolar las diferencias entre las políticas de defensa de los demócratas y de los republicanos. Al momento de producirse la disputa electoral entre Gore y Bush, eran los republicanos quienes estaban más alineados con las respuestas que los militares proponían para el dilema entre las necesidades del presente y las del futuro. El Panel de Defensa Nacional clamaba por que se asumiera una estrategia de transformación que dejara de gastar dinero en escenarios de baja probabilidad, para utilizarlos en una estrategia que redujera los riesgos de seguridad a largo plazo.

La duda sobre qué escenarios eran los efectivamente más probables en el futuro, se despejó definitivamente con los atentados a las Torres Gemelas. Fue esta coincidencia entre los intereses de la línea dura del Pentágono y los efectos que produjo el 11 de Setiembre, lo que alimentó las teorías que veían cierta complicidad entre los servicios de seguridad estadounidense y los terroristas suicidas que estrellaron los aviones sobre Nueva York y Washington. Probablemente esas teorías no fueran ciertas, pero hasta cierto punto eran verosímiles.

Para los autores del documento que venimos analizando, el dilema entre los gastos de defensa para el presente o para el futuro, no es tal. Su posición es doblar la apuesta. Se tiene que gastar para ambos desafíos. La única solución, entonces, es aumentar el presupuesto militar. Y la única forma de aumentar el presupuesto es tener una guerra de por medio. No sólo hay que poder enviar tropas a las operaciones de mantenimiento de paz, dicen, o establecer un perímetro de defensa para disuadir a China de atacar a Taiwán, también se debe estar preparado para tener las fuerzas más modernas y eficaces para más de una guerra a gran escala. Faltaba, entonces, una guerra de verdad. Algo no demasiado fácil de conseguir en un mundo unipolar. Tal vez, desde este punto de vista, el viejo aliado Saddam Husseim (foto), terminó ofreciendo su último servicio a quienes ayudaron a consolidarlo en el poder.

Una vez más, las entrelíneas del documento pueden alimentar suspicacias. No sólo hay que mantener el rol de garante de operaciones de paz y modernizar el ejército para una posible guerra a gran escala, también hay que reforzar las defensas del propio territorio. ¿Contra otros ejércitos convencionales? No. Reforzarlas contra “poderes granujas” que puedan utilizar armas de destrucción masiva poco costosas, o incluso cabezas nucleares y misiles balísticos. Ya desde ese momento, se pre-anunciaba el “eje del mal” al que Bush hijo haría referencia en ejercicio de su mandato. Dice el documento de Donnelly: “No podemos permitir que Corea del Norte, Irán, Irak, u otros Estados similares, minen el liderazgo americano, intimiden a los aliados de América, o amenacen el propio territorio americano”.

==Tercera parte de siete

* 1- Un nuevo siglo americano
* 2- El precio del liderazgo
* 4- Programa “Futuro”
* 5- Fuerza Aérea Espacial
* 6- Soldados del mañana
* 7- Cuatro misiones de futuro

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en abril de 2003)

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