Programa “Futuro”
La solución para estos peligros es el Programa Defensa de los Años Futuros. Para pagarlo hay que aumentar los gastos militares hasta que alcancen el 3,8 por ciento del PBI, y utilizar cada año un mínimo de veinte billones de dólares para prepararse para el largo plazo. Una vez más, la justificación de la tesis Donnelly compara a republicanos y demócratas: mientras Reagan destinaba el 20 por ciento de sus gastos de Defensa a investigación militar, Clinton sólo asignaba el 8. Los resultados, aseguran, se vieron una década más tarde. Los avances desarrollados bajo la administración Reagan permitiero ganar sin sobresaltos la primera Guerra del Golfo.
¿Pero qué pasará –se preguntan- cuando se deban enfrentar nuevos desafíos militares, diez años después del declive presupuestal de la era Clinton? El pronóstico es sombrío. La supremacía militar, aseguran, puede debilitarse seriamente si no se revierte la caída en los gastos militares. En el horizonte lejano, se advierte la sombra de China. Para revertir esta tendencia, los expertos de la calle 17 proponen tres nuevos caminos para las Fuerzas Armadas estadounidenses: una red global de misiles, el control de espacio exterior y del cyberespacio, y la transformación de las fuerzas convencionales.
La primera de las tareas fue emprendida por Bush hijo (foto) inmediatamente después de asumir su mandato. Con una prisa inusitada, el nuevo presidente bombardeó desde el poder el Tratado Anti Misiles Balísticos que su país había firmado en 1972 con la Unión Soviética. Cuando eso ocurrió, la noticia fue recibida con cierto estupor por la opinión pública. La sola idea de salirse de un tratado de ese tipo más de una década después de finalizada la Guerra Fría, parecía un anacronismo. Era, sin embargo, el primer paso de una política consistente. El “Programa Futuro”, al trazar la necesidad de sembrar una red defensiva de misiles balísticos, critica con dureza “la devoción” de la administración Clinton a este viejo tratado celebrado con el viejo enemigo. Una fidelidad al papel firmado que habría impedido el desarrollo real de la investigación en este campo. Si hay un acuerdo contra la proliferación de los misiles balísticos y nos interesa respetarlo, ¿para qué gastar dinero en sistemas de defensa basados, justamente, en los misiles que el tratado limita?, habría reflexionado el gobierno demócrata. Junto a estos recortes presupuestales, Clinton cometió otro pecado a ojos de los estrategas republicanos: dar la orden en 1993 de desmantelar el proyecto “Brilliant Pebbles”, legado de la Guerra de las Galaxias de la era Reagan, y sustituirlo por una red menos ambiciosa de interceptores y radares basados en la tierra.
Lo que debería hacerse, y no debe extrañar si es el próximo paso del gobierno de Bush hijo, es desarrollar una amplia red de misiles balísticos que mejoren los del tipo Patriot y que se acompañen de una actualización de la cadena de radares Aegis. Sin embargo, ese sería sólo el primer paso. Luego habría que implementar un sistema enteramente de misiles que puedan interceptar armas de destrucción masiva lanzadas por hipotéticos enemigos, tanto sobre territorio estadounidense o de países aliados, como sobre fuerzas militares estadounidenses desplegadas en el teatro de operaciones. Es decir, defenderse de un eventual uso defensivo de armas no convencionales contra una intervención de tropas de Estados Unidos lejos de casa. Esa es la principal diferencia con los planes demócratas de misiles defensivos, y ese es el punto donde el tratado con la Unión Soviética resultaba incómodo. Las descripciones de prototipos abundan en siglas y en detalles dignos de ciencia ficción, como el proyecto de montar un enorme laser de alta potencia sobre un avión 747 para destruir los misiles enemigos en el momento mismo de su lanzamiento. Proyectos que convergen en un programa madre, llamado Protección Global contra Ataques Limitados, y que combina misiles en tierra con armas laser ubicadas en el espacio.
==Cuarta parte de siete
* 1- Un nuevo siglo americano
* 2- El precio del liderazgo
* 3- El dilema del Pentágono
* 5- Fuerza Aérea Espacial
* 6- Soldados del mañana
* 7- Cuatro misiones de futuro
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en abril de 2003)
¿Pero qué pasará –se preguntan- cuando se deban enfrentar nuevos desafíos militares, diez años después del declive presupuestal de la era Clinton? El pronóstico es sombrío. La supremacía militar, aseguran, puede debilitarse seriamente si no se revierte la caída en los gastos militares. En el horizonte lejano, se advierte la sombra de China. Para revertir esta tendencia, los expertos de la calle 17 proponen tres nuevos caminos para las Fuerzas Armadas estadounidenses: una red global de misiles, el control de espacio exterior y del cyberespacio, y la transformación de las fuerzas convencionales.
La primera de las tareas fue emprendida por Bush hijo (foto) inmediatamente después de asumir su mandato. Con una prisa inusitada, el nuevo presidente bombardeó desde el poder el Tratado Anti Misiles Balísticos que su país había firmado en 1972 con la Unión Soviética. Cuando eso ocurrió, la noticia fue recibida con cierto estupor por la opinión pública. La sola idea de salirse de un tratado de ese tipo más de una década después de finalizada la Guerra Fría, parecía un anacronismo. Era, sin embargo, el primer paso de una política consistente. El “Programa Futuro”, al trazar la necesidad de sembrar una red defensiva de misiles balísticos, critica con dureza “la devoción” de la administración Clinton a este viejo tratado celebrado con el viejo enemigo. Una fidelidad al papel firmado que habría impedido el desarrollo real de la investigación en este campo. Si hay un acuerdo contra la proliferación de los misiles balísticos y nos interesa respetarlo, ¿para qué gastar dinero en sistemas de defensa basados, justamente, en los misiles que el tratado limita?, habría reflexionado el gobierno demócrata. Junto a estos recortes presupuestales, Clinton cometió otro pecado a ojos de los estrategas republicanos: dar la orden en 1993 de desmantelar el proyecto “Brilliant Pebbles”, legado de la Guerra de las Galaxias de la era Reagan, y sustituirlo por una red menos ambiciosa de interceptores y radares basados en la tierra.
Lo que debería hacerse, y no debe extrañar si es el próximo paso del gobierno de Bush hijo, es desarrollar una amplia red de misiles balísticos que mejoren los del tipo Patriot y que se acompañen de una actualización de la cadena de radares Aegis. Sin embargo, ese sería sólo el primer paso. Luego habría que implementar un sistema enteramente de misiles que puedan interceptar armas de destrucción masiva lanzadas por hipotéticos enemigos, tanto sobre territorio estadounidense o de países aliados, como sobre fuerzas militares estadounidenses desplegadas en el teatro de operaciones. Es decir, defenderse de un eventual uso defensivo de armas no convencionales contra una intervención de tropas de Estados Unidos lejos de casa. Esa es la principal diferencia con los planes demócratas de misiles defensivos, y ese es el punto donde el tratado con la Unión Soviética resultaba incómodo. Las descripciones de prototipos abundan en siglas y en detalles dignos de ciencia ficción, como el proyecto de montar un enorme laser de alta potencia sobre un avión 747 para destruir los misiles enemigos en el momento mismo de su lanzamiento. Proyectos que convergen en un programa madre, llamado Protección Global contra Ataques Limitados, y que combina misiles en tierra con armas laser ubicadas en el espacio.
==Cuarta parte de siete
* 1- Un nuevo siglo americano
* 2- El precio del liderazgo
* 3- El dilema del Pentágono
* 5- Fuerza Aérea Espacial
* 6- Soldados del mañana
* 7- Cuatro misiones de futuro
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en abril de 2003)
Etiquetas: EEUU 2000/2003, Estados Unidos
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