28 marzo 2003

Actores ¿secundarios?

Turquía: Este es el verdadero aliado de Estados Unidos en Medio Oriente, no Israel. O para decirlo en otras palabras, Israel es parte del problema, Turquía es parte de la solución. Los turcos integran la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN), son un país con mayoría de población musulmana pero con un régimen de gobierno no integrista, sino laico, y en su suelo se encuentran bases de tropas estadounidenses consideradas estratégicas por el Pentágono. La dificultades de Washington para conseguir el uso de territorio turco para lanzar su invasión mecanizada sobre Irak, demostró que no se trata de un aliado dócil. La opinión pública deberá acostumbrarse a una exposición mediática cada vez mayor de este país.

Los kurdos:
A nadie le importa, en verdad, la tragedia de este pueblo asiático sin patria. Divididos entre los territorios de Irak, Irán y Turquía, aspiran a unificar en un Kurdistán independiente las zonas en las que son demográficamente mayoritarios. La represión que han sufrido por parte de Hussein (atroz en momentos en que el mandatario iraquí todavía no había caído en desgracia ante Occidente, y muy limitada en los últimos años, en los que incluso han gozado de importantes niveles de autonomía), no ha sido demasiado peor que la que han experimentado los kurdos de Turquía, por lo que no puede tomarse con seriedad el argumento de que se quiere acabar con Hussein para proteger a esta minoría. La verdadera importancia de los kurdos en este conflicto, está en su potencial divisionista al seno de los aliados de Estados Unidos. Ya quedó demostrado que Turquía no está dispuesta a tolerar un Kurdistán independiente en su frontera, por lo que el tema kurdo puede ser el mayor dolor de cabeza en la inmediata posguerra.

Irán: El principal y más sólido centro de poder dentro del mundo islámico no árabe, guarda relativo silencio a pesar de que se está librando una guerra en su propia frontera. Este perfil bajo puede deberse a que se le reserva el rol principal en la escena del nuevo orden regional que emergerá de esta guerra. Está claro que el Irak pos-Hussein será un Irak chiita. Una negociación a tiempo y generosa con Irán por parte de Estados Unidos, puede ser la mejor diplomacia preventiva. Washington sabía que Hussein caería indefectiblemente. Podía caer por la presión popular de una revolución chiita al estilo de la que llevó al poder a Jomeini, o caer como ocurrirá ahora, derrocado por una acción militar estadounidense que abre las puertas para la hegemonía chiita en el Golfo Pérsico. Es una jugada arriesgada, pero la única posible. Tampoco es algo nuevo. Recordemos el rol que le cabía a Egipto antes de las guerras con Israel, y su situación actual de barrera contra el fundamentalismo. Esto apuntala un juego de equilibrios que, desde el punto de vista económico, elimina el riesgo de que el petróleo caiga en manos de un Medio Oriente integrista, ya que convierte en socios a los propios integristas. Desde una perspectiva política, permite pactar, al menos provisoriamente, con el sector moderado del ala dura del islamismo, una aparente paradoja que puede actuar como frágil garantía contra el terrorismo, teniendo en cuenta, por ejemplo, el carácter chiita de Hezbollah.

==Tercera parte de cuatro

* 1- El discreto encanto de la confusión
* 2- Factores en juego
* 4- Karma para armar

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 28 de marzo de 2003)

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