15 junio 2004

Monasterios del Sur: Un rostro para un rey (II)

El aspecto del rostro del emperador Dushan el Poderoso se ha conservado en uno de los frescos más emblemáticos de la tradición serbio ortodoxa. Fue realizado en 1347 y está en el monasterio del Arcángel Miguel. En una pintura de tres metros de alto se puede observar una figura majestuosa del monarca mientras que en un segundo plano y pintada de menor tamaño aparece su esposa Jelena. Ambos están ataviados con un lujo que recuerda el fasto bizantino. .El fresco tiene la virtud de darle un rostro a la figura emblemática de la Gran Serbia. Los ojos con bolsas, la mirada frontal, una barba que no llega a taparle las mejillas sino que crece en el borde de la cara, un fino bigote y una melena rojiza que cae por detrás sin tapar las orejas, como si el soberano acabara de mojarse el pelo y acomodárselo para ese pasaje iconográfico a la posteridad. La vestimenta es de tonos rojos y naranjas sobre un fondo negro, y parece estar tapizada de piedras preciosas. Es, sin embargo, un soberano guerrero. La forma en la que sostiene su bastón imperial, la dureza de la mirada, la corona encasquetada que parece ser parte de la cabeza y no un elemento del atuendo, todo refleja que estamos ante un rey que está forjando su imperio en ese momento. Lo principal del retrato aparece por detrás: el halo sagrado que indica que se trata de un santo cristiano y no sólo de un gobernante terrenal. Ni más ni menos que la idea bizantina. Por eso no extraña que los impulsores de la Tercera Roma, en pleno siglo XIX, hayan recurrido a su figura y a la idea de la Gran Serbia como fórmula para hacer realidad el renacimiento de Bizancio.

Kosovo

El reino forjado por Dushan comenzó a desintegrarse cuando el príncipe Lazar perdió ante los turcos la Batalla de Kosovo. El enfrentamiento de junio de 1389 fue la consecuencia inevitable del afán turco por conquistar Europa. Habían iniciado su campaña en 1356, cuando dejaron Asia y comenzaron una serie de luchas que les permitieron obtener las dos principales ciudades griegas del norte: Tesalónica y Adrianópolis, la actual Edirne turca. Teniendo en cuenta que el poder balcánico más importante de la época era la corona serbia (en 1345 un príncipe serbio había sido coronado Emperador de Serbios Griegos y Albaneses) resultaba un desenlace natural que fueran estos monarcas los que unieran a los cristianos balcánicos para oponer un ejército poderoso al invasor musulmán. Pero el nacionalismo serbio hizo de esa derrota una de sus piedras fundacionales. Desarrollando esta idea, el periodista estadounidense Robert Kaplan anota que los serbios tienen “dos pilares de fuego que definen su actitud nacional y su difícil situación histórica”. El más arraigado de estos pilares serían los monasterios, “cajas de seguridad de arte y magia”, pero el más grande es la batalla de Kosovo. Kaplán estaba haciendo referencia a lo que Canetti llamó los símbolos de masas, esa unidad mayor con la que el individuo se siente en relación con los suyos y en la cual descansa la continuidad del sentimiento nacional. Por eso, explican los académicos eslavos Dragnich y Todorovich, “el problema de Kosovo es complicado y complejo para la mitad de la población de Yugoslavia, pero para los serbios no lo es. Para ellos Kosovo es tierra sagrada. Es la cuna de su condición nacional, donde ellos eran virtualmente los únicos ocupantes. Fue el centro del imperio serbio de la Edad Media, en su tiempo el imperio más fuerte de los Balcanes, y es también el lugar donde están localizados los principales monumentos históricos y religiosos de Serbia”.

==Segunda parte de dos. Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en junio de 2004

* 1- El alma de serbia
* 2- Un rostro para un rey.

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