El viejo cementerio

No hay un solo visitante. Me recibe una mujer completamente vestida de negro. Una viuda, pienso. Nadie más adecuada para cobrar la entrada a un cementerio. Cuando me entrega el ticket señala un pequeño museo y un patio con una galería cubierta de lápidas antiguas. De su menuda figura encorvada sale una voz ronca y cavernosa. Dimitriiii, grita, llamando a su hijo. La única respuesta es el silencio. Vuelve a llamarlo tres o cuatro veces más, sin que nadie responda. La dejo sola y comienzo a recorrer los verdes senderos bordeados de muertos.

Desde allí, aproximadamente, Pericles dijo su célebre oración funeraria honrando a los caídos en el primer año de la Guerra del Peloponeso, discurso que se transformaría en una declaración de principios de la democracia ateniense. Regreso al punto de partida y resuelvo dar una rápida mirada al pequeño museo del lugar. Sentado en un escritorio ante la entrada, vegeta Dimitri con su rostro copiado de la Psicosis de Hitchcock. Lo saludo por su nombre. Me mira, extrañado. Afuera se sigue escuchando la voz de su madre que lo llama. Dimitri no exhibe intenciones de contestar.
==Cuarta parte de cuatro
* 1- Cuaderno de los Balcanes II: Entre la Grecia clásica y la herencia de Bizancio
* 2- Las otras colinas
* 3- Ciudad bizantina
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 9 de junio de 2004)
Etiquetas: Balcanes, Segundo cuaderno
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