Las otras colinas
En el camino queda Kolonaki, con sus boutiques exclusivas y edificios que parecen calcados de Ipanema, desde donde sale un funicular que se hunde en la piedra y deposita a sus pasajeros en la cima del Licabetos. Arriba, como en todas partes hay una iglesia, y como en toda Grecia hay un mástil de barco, aunque no haya mar sino montaña. Al pie la ciudad y enfrente, a lo lejos, la Acrópolis.
A pesar de la distancia aparente ya se está más cerca, pero todavía no se llega a entrar definitivamente. Hay que seguir enredándose en la ciudad, pasar, por ejemplo, por una tienda por departamentos como hay en cualquier capital europea, y mientras se está comprando una máquina de afeitar o un disco de Dalaras, mirar, distraído, por la ventana, y verla de nuevo, magestuosa. En cada aparición fugaz parece más real. Como si no fuera la misma. Sin embargo siempre fue ella, desde el primer encuentro, lo que ocurre es que cada vez se va dejando ver con menos velos.
Luego se la rodea por la otra colina, el Filopapos. La primera parte del ascenso nos aleja de la roca sagrada. Nos mete en un túnel de vegetación que lleva directo a la iglesia de San Demetrio. En los años de la ocupación turca, el comandante de la guarnición quiso bombardear el pequeño templo durante el día de la festividad del santo, pero en el momento en que estaba por dar la orden de abrir fuego, un rayo destruyó sus cañones acabando con él y su familia. Los feligreses no dudaron en calificar el hecho como un milagro, y desde entonces San Demetrio se conoce como “el bombardero”. El sendero hace una curva y cambia de dirección. Es necesario subir un poco más y detrás de unos arbustos se abre, ahora definitivamente, la Acrópolis. Está allá, enfrente, a un par de kilómetros de esta otra colina. La distancia la muestra sin las heridas del tiempo, marmólea, con sus templos y propileos.
Ahora sí se puede desandar camino, volver y visitar la Acrópolis sin sentirse un intruso. Entrar por la columnata de los Propileos. Recogerse ante el pequeño templo de Atenea Victoriosa. Darse de frente con el Partenón. Buscarse en el recorrido ritual de rodear cada uno de los templos. Recibir la gracia que la Magnífica obsequia a quienes acepta en su explanada de mármol. Bajar después, purificado.
==Segunda parte de cuatro
* 1- Cuaderno de los Balcanes II: Entre la Grecia clásica y la herencia de Bizancio
* 3- Ciudad bizantina
* 4- El viejo cementerio
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 9 de junio de 2004)
A pesar de la distancia aparente ya se está más cerca, pero todavía no se llega a entrar definitivamente. Hay que seguir enredándose en la ciudad, pasar, por ejemplo, por una tienda por departamentos como hay en cualquier capital europea, y mientras se está comprando una máquina de afeitar o un disco de Dalaras, mirar, distraído, por la ventana, y verla de nuevo, magestuosa. En cada aparición fugaz parece más real. Como si no fuera la misma. Sin embargo siempre fue ella, desde el primer encuentro, lo que ocurre es que cada vez se va dejando ver con menos velos.
Luego se la rodea por la otra colina, el Filopapos. La primera parte del ascenso nos aleja de la roca sagrada. Nos mete en un túnel de vegetación que lleva directo a la iglesia de San Demetrio. En los años de la ocupación turca, el comandante de la guarnición quiso bombardear el pequeño templo durante el día de la festividad del santo, pero en el momento en que estaba por dar la orden de abrir fuego, un rayo destruyó sus cañones acabando con él y su familia. Los feligreses no dudaron en calificar el hecho como un milagro, y desde entonces San Demetrio se conoce como “el bombardero”. El sendero hace una curva y cambia de dirección. Es necesario subir un poco más y detrás de unos arbustos se abre, ahora definitivamente, la Acrópolis. Está allá, enfrente, a un par de kilómetros de esta otra colina. La distancia la muestra sin las heridas del tiempo, marmólea, con sus templos y propileos.
Ahora sí se puede desandar camino, volver y visitar la Acrópolis sin sentirse un intruso. Entrar por la columnata de los Propileos. Recogerse ante el pequeño templo de Atenea Victoriosa. Darse de frente con el Partenón. Buscarse en el recorrido ritual de rodear cada uno de los templos. Recibir la gracia que la Magnífica obsequia a quienes acepta en su explanada de mármol. Bajar después, purificado.
==Segunda parte de cuatro
* 1- Cuaderno de los Balcanes II: Entre la Grecia clásica y la herencia de Bizancio
* 3- Ciudad bizantina
* 4- El viejo cementerio
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 9 de junio de 2004)
Etiquetas: Balcanes, Segundo cuaderno
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