04 junio 2004

El tiempo de Miroslav

Para llegar al monasterio de Rezevici hay que pasar Kotor, dejar atrás la ciudad amurallada de Budva y el pueblo-hotel de San Stephan. El complejo es pequeño en comparación con otros, pero sus frescos del siglo XIV y el arco de mar que se despeña bajo su patio de montaña compensan la falta de monumentalidad arquitectónica. No están acostumbrados a recibir visitantes, pero uno de los monjes abre las puertas con amabilidad.
Su entusiasmo va creciendo a medida que relata las escenas bíblicas que se despliegan en las paredes de piedra. No le interesan mucho los frescos antiguos, sino que prefiere concentrarse en los más modernos. Son una reproducción casi exacta del plan de pinturas que decora el legendario monasterio de Studenica, en el corazón de Serbia. El guía se llama Miroslav, tiene apenas 28 años y hace tres meses que ingresó como novicio, dejando su carrera de Ingeniería para convertirse en monje. En su conversación el tiempo se mezcla con naturalidad. Pasa fácilmente de los relatos sobre la vida de un santo medieval a la destrucción de iglesias serbias en Kosovo ocurrida hace apenas unos meses. Mientras habla, invita con aguardiente destilada por los propios monjes y con unos dulces de Pascua. Esa hospitalidad es su único nexo con el presente. El eje de su tiempo, sin embargo, no es el pasado. Explica, sin que se le note la menor sombra de duda en la voz, que antes del fin de los tiempos la madre Rusia recuperará Constantinopla para la Cristiandad. Entonces Estambul volverá a tener su nombre de antes de la conquista otomana, y Santa Sofía volverá a ser una iglesia. Para reafirmar sus dichos sale del interior de la iglesia. Teatralmente, pero sin afectación, se toca el pecho y señala hacia el mar que se abre como un territorio interminable montaña abajo y dice: así, como el mar, es la fé.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en junio de 2004)

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