Kosovo y su laberinto
En este blog hay disponibles numerosos artículos sobre Kosovo y el espacio balcánico. Además del que motiva este post, sugerimos leer El lugar del odio: guía para entender la ex Yugoslavia.
En cuanto a la información desde el terreno recomendamos Cuaderno de los Balcanes, crónica sobre la situación de las ex repúblicas yugoslavas. En una línea similar también puede leerse Los Balcanes según Rebecca West.
Si busca artículos sobre el espacio balcánico que incluyan tanto la mirada serbia como la albanesa sobre Kosovo, puede visitar los post El juicio a Milosevic, ¿criminales o héroes?, Milosevic y la vieja herida de la identidad, Monasterios del sur: el alma de serbia, Poesía épica: la saga de Kosovo, El ciclo de hierro de la venganza de sangre.
A continuación, el artículo de titulado "Kosovo y su laberinto"
Un año después de terminada la guerra de Kosovo, las tropas de la OTAN, que llegaron para proteger a los albanokosovares de los serbios, se ven obligadas a cumplir el rol inverso. Hoy, con la mayoría de los serbios expulsados por la revancha que se tomaron los albanokosovares apenas terminados los bombardeos de junio de 1999 , la conflictiva ciudad de Mitrovica es, paradojalmente, la única esperanza de construir una paz a la medida de lo que desea la comunidad internacional, es decir, en el marco de una sociedad multiétnica. Si los serbios de Mitrovica abandonan sus hogares, Kosovo quedará habitada sólo por albaneses y, tarde o temprano, deberá reconocerse a la provincia como un país independiente. Cuarenta explotaciones mineras aún en manos serbias demuestran que el conflicto no sólo se alimenta de odio.
La primer impresión que se tiene cuando se ingresa a Kosovo desde la Ex República Yugoslava de Macedonia, es la de un paso de intenso tráfico comercial. La frontera es congestionada y caótica. Mucho antes de llegar a la línea divisoria la carretera se va haciendo cada vez más estrecha debido a la fila de más de un centenar de camiones de carga que esperan, a un lado, con los motores apagados y los conductores pacientemente reclinados en sus asientos. Junto a ellos pasa una interminable caravana de vehículos oficiales, militares y de organismos internacionales, que intentan rebasarse unos a otros y discuten sus prioridades con los policías macedonios que tratan de poner orden en ciertos cruces de camino.
A medida que se acerca el límite internacional la marcha se hace más lenta, y ya comienzan a verse los adolescentes, casi niños, que con una carretilla pasan mercadería de un lado a otro, o que caminan abrazados a grandes bolsas de las que sobresalen cartones de cigarrillos americanos. Estos productos luego se venderán en algunos de los numerosos puestos ambulantes del centro de Prishtina; quince pesos uruguayos el paquete de cigarrillos, veinticuatro pesos un reloj chino de malla de plástico.
Del lado kosovar no hay ni un solo rastro del estado yugoslavo al que teóricamente pertenece la provincia. La frontera está controlada por soldados alemanes y polacos que integran las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y la imagen que se recibe parece un juego de espejos con la que se tuvo del lado macedonio: otra vez la larga fila de camiones esperando por sus trámites aduaneros con los motores apagados, otra vez la caravana de vehículos de organismos internacionales, y una vez más los adolescentes kileros con sus carretillas para introducir o sacar mercancías en pequeña escala.
El resto del camino hasta llegar a la ciudad de Prishtina, capital de la provincia, está pautado por una sucesión de pueblos, casi todos alejados medio kilómetro de la carretera, en los que los principales signos de la destrucción que se vivió hace poco más de un año son los esqueletos retorcidos de decenas de autos incendiados. A la entrada de alguno de esos pueblos, y en la cabecera de todos los puentes, vehículos blindados de la OTAN montan guardia. No es la ruta tensa y desolada que se espera encontrar en un territorio que sufrió una catástrofe humanitaria de gran repercusión en los medios de comunicación.
A comienzos de los noventa la antigua Yugoslavia se dividió en cinco países independientes: Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Fyron (Ex República Yugoslava de Macedonia), y la Federación Yugoslava formada por Serbia y Montenegro. En ese momento Kosovo, del tamaño de Rocha, quedó integrado como provincia autónoma dentro de Serbia. Su autonomía fue eliminada en 1991, confirmando el viraje que el presidente Milosevic venía imprimiendo desde 1989 a la política oficial de la entonces Yugoslavia unida, que había pasado de la histórica defensa de la multiplicidad étnica a un decidido alineamiento con el sector serbio.
Las raíces del enfrentamiento entre serbios y albanokosovares se remontan a las invasiones turco-otomanas, y más concretamente a la batalla que el reino serbio perdió en Kosovo en 1389. Ese hecho es considerado fundacional por los serbios, para quienes Kosovo es el centro espiritual de su nación, a pesar de que al momento de estallar el conflicto de 1999 estaba habitado en un 90 por ciento por personas de origen albanés. En estos 610 años, la convivencia nunca fue fácil. Los serbios se refugiaron en la religión cristiana ortodoxa para no perder su identidad nacional y como forma de organizar su resistencia al poder imperial turco que recién fue expulsado hace un siglo. Los albaneses que habitan Kosovo son de religión musulmana, por esa razón aquellos serbios que se han convertido en propagandistas del odio étnico los señalan como herederos del invasor turco-otomano.
Ni los serbios ni los albanokosovares tienen que ir tan atrás para buscar justificaciones a sus enfrentamientos. Según el voluminoso informe sobre derechos humanos preparado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE), entre octubre de 1998 y junio de 1999 existió "una clara estrategia" en las violaciones de los derechos humanos cometidas por las fuerzas serbias. "Los paramilitares y civiles armados cometieron actos de extrema ilegalidad con la tolerancia y la complicidad de las fuerzas militares y de seguridad, cuyas propias acciones eran generalmente altamente organizadas y sistemáticas", indica el documento. Los hechos registrados van desde el asesinato al incendio de viviendas, pasando "por el uso de la violación como arma de guerra". Esta operación que fue calificada de "limpieza étnica" y que buscaba el insólito objetivo de expulsar de una provincia al 90 por ciento de sus habitantes, fue la causa original de las largas filas de refugiados que abandonaban la región, y que pudieron verse a diario en las imágenes de los noticieros de televisión entre marzo y mayo del año pasado.
Esta situación, sumada al fracaso de las conversaciones de paz desarrolladas en territorio francés, desembocó en una campaña de bombardeos de aviones de la OTAN sobre objetivos militares yugoslavos, la cual no sólo no estuvo libre de errores que causaron víctimas entre la población civil, sino que agravó las presiones serbias sobre los albanokosovares originando un número mayor de refugiados. Un mes más tarde, se llegó a un acuerdo que incluía la retirada total de las tropas yugoslavas de la provincia kosovar, y la instalación de una administración civil de Naciones Unidas apoyada por fuerzas de la OTAN. Esto no acabó con las violaciones de los derechos humanos, según lo demuestra la segunda parte del informe de la OSCE que analiza el período posterior a junio de 1999. Hubo sí, un cambio: las víctimas se convirtieron en victimarios. "Una motivación emerge claramente de este reporte: venganza. Por todas las regiones de Kosovo el deseo de venganza creó el clima para la vasta mayoría de las violaciones de los derechos humanos. A través de los ojos de los agresores albanokosovares, las víctimas habían participado de la violencia, o ellos creían que habían, tácita o activamente, colaborado con las fuerzas de seguridad serbias y yugoslavas. Dentro de ese clima de ansia de venganza emergió una tercera categoría de victimas: aquellos individuos o grupos que fueron perseguidos simplemente porque no se los había visto sufrir antes".
Artículo de Roberto López Belloso publicado en el suplemento 'Qué pasa', del diario El País de Montevideo - 19 de agosto de 2000
==Primera parte de tres
* 1- Kosovo y su laberinto
* 2- Los signos de la guerra.
* 3- Extranjeros en su propia ciudad.
En cuanto a la información desde el terreno recomendamos Cuaderno de los Balcanes, crónica sobre la situación de las ex repúblicas yugoslavas. En una línea similar también puede leerse Los Balcanes según Rebecca West.
Si busca artículos sobre el espacio balcánico que incluyan tanto la mirada serbia como la albanesa sobre Kosovo, puede visitar los post El juicio a Milosevic, ¿criminales o héroes?, Milosevic y la vieja herida de la identidad, Monasterios del sur: el alma de serbia, Poesía épica: la saga de Kosovo, El ciclo de hierro de la venganza de sangre.
A continuación, el artículo de titulado "Kosovo y su laberinto"
Un año después de terminada la guerra de Kosovo, las tropas de la OTAN, que llegaron para proteger a los albanokosovares de los serbios, se ven obligadas a cumplir el rol inverso. Hoy, con la mayoría de los serbios expulsados por la revancha que se tomaron los albanokosovares apenas terminados los bombardeos de junio de 1999 , la conflictiva ciudad de Mitrovica es, paradojalmente, la única esperanza de construir una paz a la medida de lo que desea la comunidad internacional, es decir, en el marco de una sociedad multiétnica. Si los serbios de Mitrovica abandonan sus hogares, Kosovo quedará habitada sólo por albaneses y, tarde o temprano, deberá reconocerse a la provincia como un país independiente. Cuarenta explotaciones mineras aún en manos serbias demuestran que el conflicto no sólo se alimenta de odio.
La primer impresión que se tiene cuando se ingresa a Kosovo desde la Ex República Yugoslava de Macedonia, es la de un paso de intenso tráfico comercial. La frontera es congestionada y caótica. Mucho antes de llegar a la línea divisoria la carretera se va haciendo cada vez más estrecha debido a la fila de más de un centenar de camiones de carga que esperan, a un lado, con los motores apagados y los conductores pacientemente reclinados en sus asientos. Junto a ellos pasa una interminable caravana de vehículos oficiales, militares y de organismos internacionales, que intentan rebasarse unos a otros y discuten sus prioridades con los policías macedonios que tratan de poner orden en ciertos cruces de camino.
A medida que se acerca el límite internacional la marcha se hace más lenta, y ya comienzan a verse los adolescentes, casi niños, que con una carretilla pasan mercadería de un lado a otro, o que caminan abrazados a grandes bolsas de las que sobresalen cartones de cigarrillos americanos. Estos productos luego se venderán en algunos de los numerosos puestos ambulantes del centro de Prishtina; quince pesos uruguayos el paquete de cigarrillos, veinticuatro pesos un reloj chino de malla de plástico.
Del lado kosovar no hay ni un solo rastro del estado yugoslavo al que teóricamente pertenece la provincia. La frontera está controlada por soldados alemanes y polacos que integran las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y la imagen que se recibe parece un juego de espejos con la que se tuvo del lado macedonio: otra vez la larga fila de camiones esperando por sus trámites aduaneros con los motores apagados, otra vez la caravana de vehículos de organismos internacionales, y una vez más los adolescentes kileros con sus carretillas para introducir o sacar mercancías en pequeña escala.
El resto del camino hasta llegar a la ciudad de Prishtina, capital de la provincia, está pautado por una sucesión de pueblos, casi todos alejados medio kilómetro de la carretera, en los que los principales signos de la destrucción que se vivió hace poco más de un año son los esqueletos retorcidos de decenas de autos incendiados. A la entrada de alguno de esos pueblos, y en la cabecera de todos los puentes, vehículos blindados de la OTAN montan guardia. No es la ruta tensa y desolada que se espera encontrar en un territorio que sufrió una catástrofe humanitaria de gran repercusión en los medios de comunicación.
A comienzos de los noventa la antigua Yugoslavia se dividió en cinco países independientes: Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Fyron (Ex República Yugoslava de Macedonia), y la Federación Yugoslava formada por Serbia y Montenegro. En ese momento Kosovo, del tamaño de Rocha, quedó integrado como provincia autónoma dentro de Serbia. Su autonomía fue eliminada en 1991, confirmando el viraje que el presidente Milosevic venía imprimiendo desde 1989 a la política oficial de la entonces Yugoslavia unida, que había pasado de la histórica defensa de la multiplicidad étnica a un decidido alineamiento con el sector serbio.
Las raíces del enfrentamiento entre serbios y albanokosovares se remontan a las invasiones turco-otomanas, y más concretamente a la batalla que el reino serbio perdió en Kosovo en 1389. Ese hecho es considerado fundacional por los serbios, para quienes Kosovo es el centro espiritual de su nación, a pesar de que al momento de estallar el conflicto de 1999 estaba habitado en un 90 por ciento por personas de origen albanés. En estos 610 años, la convivencia nunca fue fácil. Los serbios se refugiaron en la religión cristiana ortodoxa para no perder su identidad nacional y como forma de organizar su resistencia al poder imperial turco que recién fue expulsado hace un siglo. Los albaneses que habitan Kosovo son de religión musulmana, por esa razón aquellos serbios que se han convertido en propagandistas del odio étnico los señalan como herederos del invasor turco-otomano.
Ni los serbios ni los albanokosovares tienen que ir tan atrás para buscar justificaciones a sus enfrentamientos. Según el voluminoso informe sobre derechos humanos preparado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE), entre octubre de 1998 y junio de 1999 existió "una clara estrategia" en las violaciones de los derechos humanos cometidas por las fuerzas serbias. "Los paramilitares y civiles armados cometieron actos de extrema ilegalidad con la tolerancia y la complicidad de las fuerzas militares y de seguridad, cuyas propias acciones eran generalmente altamente organizadas y sistemáticas", indica el documento. Los hechos registrados van desde el asesinato al incendio de viviendas, pasando "por el uso de la violación como arma de guerra". Esta operación que fue calificada de "limpieza étnica" y que buscaba el insólito objetivo de expulsar de una provincia al 90 por ciento de sus habitantes, fue la causa original de las largas filas de refugiados que abandonaban la región, y que pudieron verse a diario en las imágenes de los noticieros de televisión entre marzo y mayo del año pasado.
Esta situación, sumada al fracaso de las conversaciones de paz desarrolladas en territorio francés, desembocó en una campaña de bombardeos de aviones de la OTAN sobre objetivos militares yugoslavos, la cual no sólo no estuvo libre de errores que causaron víctimas entre la población civil, sino que agravó las presiones serbias sobre los albanokosovares originando un número mayor de refugiados. Un mes más tarde, se llegó a un acuerdo que incluía la retirada total de las tropas yugoslavas de la provincia kosovar, y la instalación de una administración civil de Naciones Unidas apoyada por fuerzas de la OTAN. Esto no acabó con las violaciones de los derechos humanos, según lo demuestra la segunda parte del informe de la OSCE que analiza el período posterior a junio de 1999. Hubo sí, un cambio: las víctimas se convirtieron en victimarios. "Una motivación emerge claramente de este reporte: venganza. Por todas las regiones de Kosovo el deseo de venganza creó el clima para la vasta mayoría de las violaciones de los derechos humanos. A través de los ojos de los agresores albanokosovares, las víctimas habían participado de la violencia, o ellos creían que habían, tácita o activamente, colaborado con las fuerzas de seguridad serbias y yugoslavas. Dentro de ese clima de ansia de venganza emergió una tercera categoría de victimas: aquellos individuos o grupos que fueron perseguidos simplemente porque no se los había visto sufrir antes".
Artículo de Roberto López Belloso publicado en el suplemento 'Qué pasa', del diario El País de Montevideo - 19 de agosto de 2000
==Primera parte de tres
* 1- Kosovo y su laberinto
* 2- Los signos de la guerra.
* 3- Extranjeros en su propia ciudad.
Etiquetas: Balcanes 2000/2002, Crónicas, DDHH 2000/2001, Elegidas, Kosovo, Kosovo 2000/2002, Más balcánicas, Serbia 2000/2001
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