19 agosto 2000

Extranjeros en su propia ciudad

Prishtina, ocho de la mañana. El termómetro registra catorce grados bajo cero. Se supone que el gran descampado blanco cubierto por la nieve es la amplia avenida que une el centro de la ciudad con el hospital general. La niebla cerrada impide tener ningún punto de referencia. El humo de olor agrio que despide la planta de energía eléctrica no contribuye a la visibilidad. Pero aún en el caso de que se llegue a la entrada del hospital general, en cuya puerta esperan los taxímetros, habrá que hacerse entender por los choferes. Por más que lo intente, el marine estadounidense que monta guardia junto a la entrada del hospital, poco podrá hacer para ayudar; se limitará a repetir, también en inglés, lo mismo que el taxista no entendió en un comienzo, enfatizando inútilmente palabras como "Down Town" o "Grand Hotel" y señalando con vehemencia un enorme mapa que trae de un contenedor que sirve de improvisada oficina de guardia.

A pesar de que viven en Kosovo desde hace más de quinientos años, los albanokosovares dan la impresión de ser recién llegados ya que no reconocen un mapa de su propia ciudad. La explicación parece simple: las calles de los planos de Prishtina están en idioma serbio, y esos nombres no coinciden con los que han utilizado desde siempre los albaneses.

Tal vez por eso, los primeros productos que llegaron a las mesas de los vendedores ambulantes de la capital fueron mapas desplegables de la República de Kosovo. La provincia autónoma yugoslava ya es para sus habitantes una república independiente. Ahí radica el principal problema de la autoridad internacional que la administra provisoriamente, y ahí está uno de los componentes claves de los últimos enfrentamientos que tuvieron lugar en la ciudad norteña de Mitrovica, la única en la que aún permanece un número importante de serbios. Los albanokosovares no aceptarán nada menos que la independencia, y eso resultará imposible mientras queden serbios en Kosovo. Esto llevó a los sectores albanokosovares radicales a desarrollar su propia "limpieza étnica" contra los serbios en los primeros meses posteriores a la retirada del ejército yugoslavo.

De los 27.000 serbios que habitaban Prishtina en 1991, hoy no quedan más que 1.500. La situación no es mejor en las zonas rurales: los 84 poblados de la municipalidad de Prishtina tenían, antes de la guerra, un estimado de 225 mil personas, de las que 180 mil eran albanokosovares, 30 mil serbios y 15 mil de otras nacionalidades; al final de octubre de 1999, quedaban menos de 600 serbios, de acuerdo con Naciones Unidas y el Centro para la Paz y la Tolerancia. El motivo, según el funcionario del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Ron Redmond, es que "los albanokosovares se están tomando la venganza con todas las letras, empleando la misma brutalidad y discrecionalidad que aplicaron los serbios con ellos".

El odio étnico va de la mano con los intereses económicos que a veces encubre, según se desprende de los últimos acontecimientos originados en Mitrovica. A mediados de febrero de este año, 50 mil albanokosovares marcharon desde toda la provincia para reclamar el cese de la división de la ciudad, y sólo un fuerte dispositivo militar de soldados franceses, británicos y estadounidenses, impidió que se enfrentaran con los 4.000 serbios que estaban dispuestos a defender su zona en una de las riberas del río. Mitrovica es la cabeza de una zona minera que en 1996 exportó productos por un valor superior a los 100 millones de dólares, convirtiendo a Trepca, la empresa que administra las 40 minas, en la principal de Yugoslavia. Hoy esa riqueza permanece en manos serbias. Como escribió la corresponsal de El País de Madrid, Yolanda Monge,"el puente de la vergüenza que divide Mitrovica se funda en algo más que siglos de odio interétnico y un pasado de sangre". Las palabras de Bajram Rexhepi, representante de los albanokosovares que viven en esa ciudad, no son tranquilizadoras: "nunca aceptaremos una división de Kosovo, y mucho menos que los serbios se queden con lo que nos pertenece. Iniciaremos una guerra si es preciso, pero Trepca no caerá en manos serbias, porque si perdemos las minas, perdemos todo".
No es difícil asociar este incremento de las tensiones en el norte de Kosovo, con los rumores sobre el inminente estallido de un conflicto en el sur de Serbia. Ambas áreas están una junto a otra, y ambas áreas esperan unirse en una República de Kosovo. La comunidad internacional no ve con buenos ojos ningún nuevo cambio en las fronteras actuales de lo que quedó de Yugoslavia, pero parece difícilmente realizable su ideal de convivencia en un estado plurinacional. Por ahora el protectorado de Naciones Unidas apoyado en las fuerzas de la OTAN contiene las tensiones, pero no podrán estar allí indefinidamente

Artículo de Roberto López Belloso publicado en el suplemento 'Qué pasa', del diario El País de Montevideo - 19 de agosto de 2000

==Tercera parte de tres

* 1- Kosovo y su laberinto
* 2- Los signos de la guerra.
* 3- Extranjeros en su propia ciudad.

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