07 julio 2004

Grecia-Macedonia: maldita vecindad

Los griegos se negaron desde un primer momento a reconocer la independencia de esa antigua república desmembrada en 1991 de la federación yugoslava. Fue tan firme su oposición que lograron vetar su reconocimiento internacional durante meses, y el nuevo país recién logró existir como tal luego de una capitulación diplomática que incluyó dejar de lado su bandera, varios artículos de su constitución y su derecho a tener un nombre.

La bandera tenía el sol de dieciseis rayos de la casa real de Macedonia, heredera de Filipo y Alejandro. Debieron cambiarla por un sol más modesto, de apenas ocho rayos. La Constitución debió borrar cualquier referencia que pudiera ser interpretada como una reivindicación al viejo espacio que históricamente había sido considerado macedonio. Y finalmente el nombre de República de Macedonia debió de ser abandonado, y el nuevo país tuvo que llevar en su anónimo presente el lastre de su pasado: Ex República Yugoslava de Macedonia, así se lo conoce oficialmente.

En la sala de espera de la estación de Tesalónica no hay lugar para sentarse. Todo está ocupado por hombres casi ancianos de una inocultable impronta campesina que se hacen acompañar por mujeres de edad indefinible que cubren su cabeza con pañuelos de tela blanca. Cargan enormes bultos con una parsimoniosa naturalidad, como si estuvieran en una migración permanente. Parecen dispuestos a esperar por su tren todo lo que sea necesario. Desando camino un par de cuadras por la avenida que conecta con el centro de la ciudad y me siento en uno de los bares que la bordean. Pido un café. Más que un bar es una suerte de casino para ludópatas diurnos. Dos hombres con aspecto de vagabundos toman tsikudia en una de las mesas. Hablan con esa fraternidad universal de los borrachos. El tiempo pasa lentamente pero la espera me sirve para despedirme del norte de Grecia y preparar el cruce de la frontera que separa a Occidente de la tierra que alguna vez se llamó Yugoslavia. Técnicamente esta ciudad ya puede considerarse parte del espacio balcánico. Su puerta de entrada. Ella prefiere, sin embargo, darle la espalda a esas montañas y volcarse de cara a las prósperas ciudades que la circundan y que la siembran de yacimientos arqueológicos. Como el de Pella, por ejemplo.

==Segunda parte de cuatro

* 1- Cuaderno de los Balcanes II: El viejo nombre de Tito
* 3- Pella
* 4- Skopje

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 7 de julio de 2004)

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