07 julio 2004

Cuaderno de los Balcanes II:
Skopje

Luego de varias horas en tren y de un cambio de tripulación en la frontera, se llega a Skopje. El río Vardar atraviesa la capital de la Macedonia ex yugoslava y parece ordenar el croquis histórico de su trazado urbano. En una de sus riberas están los barrios antiguos dominados por la vieja fortaleza turca construida en los tiempos en que la ciudad se llamaba de otro modo. Es el dominio del viejo bazar y su decena de cúpulas.

Es el terreno de las callejuelas del mercado turco que como un animal se retuerce hasta quedar rendido a los pies de la robusta construcción de una mezquita. Si se la mide con criterios otomanos, es apenas un templo de provincia. Pero su solitario minarete recortándose en el cielo gris de Skopje parece más real incluso que las mezquitas imperiales de Estambul, demasiado acicaladas para las cámaras y el asombro de los excursionistas. En cambio ésta, protegida por el mercado y por los perros vagabundos, se defiende de los infieles dándole la espalda a la ciudad. Quien camine hacia ella desde el centro siguiendo las calles principales no llegará a su puerta sino a su muro trasero, que lo detendrá con un baldío descuidado y un alambrado caído que evitan el paso no por su fortaleza sino por su imagen de abandono. Podría rodear la manzana y entrar, pero no lo hago. En cierto modo es evidente que no es una mezquita para ser visitada, ni siquiera después de pasar por el ritual de quitarse los zapatos y penetrar, descalzo, pisando en el mullido suelo de alfombras que seguramente serán de fondo granate y estarán, todas, apuntando en la misma dirección.

Vuelvo hacia atrás y me dejo llevar por el mercado turco. Primero camino por la calle de los barberos. Hay una peluquería junto a otra. Por el momento están vacías de clientes. Sus barberos, ataviados con impecables túnicas blancas, conversan entre sí. Viejos sillones de metal con los asientos y los respaldos de pantazote negro, esperan inútilmente junto a vaporizadores enchapados en bronce y tijeras opacas. La escena parece salida de una novela de Naguib Mahfuz. Al otro lado del río está la ciudad nueva. Esa, que paradojalmente parece pautada por lo viejo.

En lugares en los que la historia se acumula en capas, cada dato es parte de un palimpsesto que una generación tras otra han venido ayudando a velar y desvelar, según el ritmo de los equilibrios de poderes. Hay una época vieja escondida detrás de los nuevos nombres de la ciudad nueva. El amplio y desabrido Bulevar Nueva Macedonia, es, en verdad, la vieja avenida Mariscal Tito. Aquí, en Skopje, como en toda la ex Yugoslavia, el nombre del único gobernante que logró controlar las fuerzas centrífugas de los nacionalismos radicales, está presente por omisión. Todo nombre que suene demasiado nuevo esconde el viejo nombre de Tito.

==Cuarta parte de cuatro

* 1- Cuaderno de los Balcanes II: El viejo nombre de Tito
* 2- Maldita vecindad
* 3- Pella

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 7 de julio de 2004)

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