23 julio 2001

Gitanos en Europa del Este: Vivir peor que todos y morir antes de tiempo (III)

Los gitanos son el diez por ciento de la población rumana. Dos millones de personas que integran la minoría más numerosa del país, la cual tiene incluso su propio partido político: el Partido Rumano del Pueblo de Roma. Los dirigentes de esta organización aseguran que los prejuicios del resto de la población ayudan a que esa minoría continúe viviendo en niveles de pobreza que no se diferencian demasiado de los que existían en la Edad Media; la ausencia de luz eléctrica y de agua corriente son habituales en los hogares gitanos.

La caída del socialismo real originó rápidos movimientos de grupos gitanos que dejaron Rumania y se mudaron preferentemente a la ex Checoslovaquia, originando lo que el Ministerio de Relaciones Exteriores rumano calificó como una verdadera “red de migración ilegal”. Una vez que se produjo el llamado “divorcio de terciopelo”, que en 1993 separó a checos de eslovacos, y a medida que se hacían más duras las condiciones de admisión en Polonia y Alemania, los gitanos de Rumania establecieron la llamada “ruta verde” para ingresar a Eslovaquia a través de territorio ucraniano.

La policía eslovaca, según el artículo que Marius Dragomir escribió para la Central Europe Review, asegura que una vez en el país se dedican a la venta de pasaportes y a la trata de blancas con destino al lucrativo negocio del sexo en los mercados occidentales. La realidad, apenas se la mira cara a cara, demuestra que si unos pocos lucran, la gran mayoría apenas logra sobrevivir. Tesco es una enorme tienda por departamentos presente en todas las ciudades importantes de la República Checa y de Eslovaquia. Frente a su local de Bratislava suele pedir dinero Zanfira Gindac, una mujer gitana entrevistada por el ya citado Marius Dragomir. En sus declaraciones explicó que logra reunir unos veinte dólares por día, lo que le permite ahorrar en dos meses el dinero suficiente para volver a Rumania y vivir allí durante medio año con sus dos hijos. Las autoridades eslovacas y el consulado rumano en ese país, coinciden en que la emigración ilegal gitana procedente de Rumania se duplicó en el año 2000 con respecto a 1999.

Pero si los gitanos de Rumania son una minoría en Eslovaquia, también hay eslovacos que son una minoría dentro de territorio rumano. Viven con esa mezcla de pertenencia y desarraigo que es tan habitual en el Este de Europa y que cuesta comprender del otro lado del Océano. ¿Cómo una persona que nació en un país en el que su familia vive desde hace generaciones puede considerarse como nacional de otro? Los eslovacos de Rumania son eslovacos porque hablan ese idioma y reconocen esas raíces culturales, independientemente de cuántas generaciones haga que vivan en su ajeno país de nacimiento. Se consideran eslovacos pero legalmente no lo son, ya que las leyes de Eslovaquia no permiten la doble ciudadanía. Pese a esto la mayoría de los hijos de familias étnicamente eslovacas prefieren cursar la universidad en Bratislava (en la que son considerados estudiantes extranjeros por más que llamen a Eslovaquia “la tierra de nuestros abuelos”) antes que hacerlo en Rumania que, de acuerdo con su pasaporte, sería su país. No sólo no se sienten rumanos sino que es habitual escucharlos quejarse de que sufren las consecuencias de que en el exterior vean a Rumania “como un país sólo poblado por gitanos pobres”. Uno más entre los prejuicios que según el Partido Rumano del Pueblo de Roma “impiden que los gitanos progresen, incluso si se esfuerzan para salir de la pobreza”. Prejuicios que los rumanos no gitanos viven de manera contradictoria. Cuando salen del país y las policías fronterizas les discriminan porque asocian el pasaporte rumano con la pertenencia a la minoría gitana, en lugar de solidarizarse con sus compatriotas, viven la situación con resentimiento, lo que contribuye a reafirmar los prejuicios.

Por más que los presidentes de Rumania y de Eslovaquia realizaron una declaración conjunta en la que aseguraron que “el problema gitano es un problema de Europa”, varios analistas coincidieron en señalar que estas palabras no deben ser tomadas necesariamente como auspiciosas. No sólo por la acepción del término “problema”, que recuerda el enfoque que tomaba la multiculturalidad de algunas naciones latinoamericanas como “el problema indígena”, sino también porque parece difícil que el tema pueda solucionarse de manera sencilla. La mujer gitana que mendiga frente a Tesco, Zanfira Gindac, resumió de manera descarnada lo complejo de la situación: "En Rumania todos nos odian. No venimos aquí por gusto.¿Usted piensa que me gusta ver a mi hijo tocando el acordeón en el tranvía y recogiendo las monedas de los eslovacos? Yo querría tener un salario en mi país y venir a Bratislava como una turista común y corriente”.

==Tercera parte de cuatro

* 1- Parte I
* 2- Parte II
* 4- Parte IV

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2001)

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