29 junio 2001

Coronado en las urnas

La victoria electoral del antiguo rey de Bulgaria parece haber sido un desesperado voto de confianza por el cambio, en un país que, según los informes de organismos internacionales, es un treinta por ciento más pobre que antes del colapso de la economía comunista.

Desde mediados de junio el poder político de Bulgaria está nuevamente en manos de la nobleza. Sólo que no se trata de la restauración de la monarquía sino de la curiosa situación de un rey que baja a la arena política y emerge de ella con el cincuenta por ciento de los escaños y doblando los votos del candidato que ocupó el segundo lugar. El éxito político de Simeón de Sajonia Coburgo, que fuera tsar de los búlgaros a los seis años, gobernando el país en pantalones cortos, lo sacó de las páginas de la prensa del corazón y lo llevó a los titulares de las cadenas internacionales .

Abolida la monarquía por referéndum en 1946, ya con Bulgaria integrada al bloque socialista, la familia real se exilió en España. La leyenda cuenta que Simeón II nunca perdió el nexo con su pueblo, que cada año contestaba de su puño y letra dos mil cartas que le enviaban sus antiguos súbditos, y que volvió como turista más de una vez, alojándose en el antiguo palacio real que lo vio nacer y que había sido reacondicionado como hotel de lujo. Con el colapso del sistema comunista, Simeón II inició una lenta estrategia de aproximación al poder perdido. No se precipitó sobre la turbia escena política, sino que se mantuvo a prudente distancia. En 1991 envió a su hermana, María Luisa, a testear el estado de opinión pública hacia la realeza. En base a los auspiciosos informes, se decidió a instalar a la Reina Madre en el país dos años más tarde. Con la excusa de visitar a su familia, Simeón II comenzó una serie de visitas privadas en las que se mantuvo alejado de la vida pública, pero en las que indudablemente fue tejiendo alianzas al interior del sistema político que llevaron a que en 1997 su hijo, Cyril Koburgotsky, fuera nombrado asesor del presidente. Esta prudente y silenciosa estrategia fue la que estuvo detrás de la aparentemente meteórica carrera electoral del monarca, que le permitió en dos meses de campaña quedar a un escaño de la mayoría absoluta en un país que se había caracterizado por la fragmentación política.

Las banderas de Simeón II fueron mejorar la situación económica y acabar con la corrupción. Una visita de poderosos banqueros y de organismos internacionales de crédito en plena campaña, parecieron el velado espaldarazo a las promesas del antiguo monarca, señal que fue leída con esperanza por una población de ocho millones de habitantes que, en promedio, debe sobrevivir con cien dólares al mes. La lista de candidatos que acompañaron a Simeón II no pudo ser más heterodoxa: varias estrellas de televisión, un actor de cine, una top model y hasta un mago de circo, fueron algunos de los rostros elegidos para reforzar la idea de que se trataba de un movimiento ajeno al sistema político tradicional y, por lo tanto, incontaminado con el clima de corrupción que el ex monarca prometía desterrar. Si bien no descartó restaurar la monarquía, Simeón II aseguró que no se trata de su prioridad inmediata. Las encuestas indican que los búlgaros no desean ese cambio, a la vez que el rey (que por derecho constitucional puede usar ese título, ya que nunca fue obligado a abdicar formalmente) ha comenzado a referirse a sí mismo como "el rey republicano"

Con acento castizo

Si bien Simeón II lleva el nombre del monarca que reinó en momentos en que Bulgaria era la nación más poderosa de Europa, a comienzos del siglo X, su linaje puede considerarse extranjero. No procede de la familia real autóctona sino que su abuelo era un noble nacido en Viena que en 1887 fue impuesto en el trono de Bulgaria cuando los zares rusos obligaron a abdicar al rey anterior, Alejandro de Battenberg, que tampoco era búlgaro sino alemán. A su abuelo, que llevó a Bulgaria a pelear la Primera Guerra Mundial en el bando perdedor, le sucedió su padre, que durante la Segunda Guerra repitió el error, aunque se negó a enviar a los judíos búgaros a los campos de concentración y no apoyó la invasión a la Unión Soviética.
Simeón II vivió todo su exilio en España. Rechazado por el régimen de Francisco Franco, que el día de la boda real sólo permitió publicar fotos de la novia, Simeón II contó, sin embargo, con el apoyo del rey Juan Carlos. En España nacieron sus cinco hijos y en España también nacieron sus nietos y nietas, incluida Mafalda, hija del príncipe Kyril (licenciado en Física Cuántica, en Princeton) y la mallorquina Rosario Nadal.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en junio de 2001)

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