23 julio 2001

Gitanos en Europa del Este: Vivir peor que todos y morir antes de tiempo (I)

En Hungría viven diez años menos que los no gitanos, en la República Checa tienen un desempleo superior al setenta por ciento, en Rumania se asegura que viven casi tan mal como en la Edad Media. La situación de los gitanos es el talón de Aquiles de las democracias nacientes de Europa del Este y uno de los escollos en el difícil camino hacia la ampliación de la Unión Europea.

Una gran luna llena domina el escenario, recortándose contra una escenografía que simula un cielo estrellado. Las cámaras de la televisión checa transmiten para todo el país el Festival Mundial de Música Gitana Khamoro. En las butacas no está la silenciosa y solemne platea que se suele encontrar en otros conciertos del Este de Europa, sino que el público conversa animadamente, va y viene de la cantina con vasos descartables rebosantes de cerveza, o simplemente camina por pasillos en los que se hace difícil abrirse paso. A pesar de que la sala alberga casi un millar de personas, todos parecen conocerse y se saludan con la efusividad de quienes llevan tiempo sin verse. Es una suerte de fiesta popular que en lugar de estar teniendo lugar en un campamento gitano está ocurriendo en una de las principales salas del centro de Praga, la Lucerna, diseñada en estilo art decó por el abuelo del actual presidente checo.

El Festival Khamoro, que formaba parte de los festejos del año 2000, en el que Praga había sido elegida una de las capitales culturales europeas, se celebró poco tiempo después de que la sociedad checa se viera conmovida por una polémica desatada por un muro. La controvertida muralla no estaba en Berlín ni en la lejana China, sino que se erigía en una pequeña localidad de Bohemia llamada Usti nad Labem. La había levantado un grupo de checos para separar su edificio de otro habitado por gitanos. Los organismos pro derechos humanos consideraron el muro una afrenta a la naciente democracia checa, en tanto que sus constructores se defendían alegando el derecho a proteger a sus hijos y a sí mismos mediante una “barrera acústica e higiénica” ubicada dentro de su propiedad. El vocero de los vecinos amurallados, Milan Knotek, explicó que se trataba de una manera de preservar a la “gente decente” de la molesta presencia de la “problemática comunidad gitana”.

En el caso intervino el propio presidente Vaclav Havel (foto) y finalmente se logró desmontar el muro, pero la herida quedó abierta y el debate instalado: ¿es el racismo uno de los nuevos fenómenos que trajo la economía de mercado; o siempre estuvo allí, disimulado bajo el espeso velo de una sociedad de iguales?. Josef Facuna, un lider gitano de la ciudad de Ostrava, en la que viven 200 000 integrantes de esa comunidad, asegura que la situación cambió desde la caída del comunismo. Para peor. “Yo he vivido en Ostrava por 42 años. Al menos durante el régimen totalitario sabía que podía trabajar ocho horas, volver a mi casa, o ir a donde quisiera. Pero ahora no. Ahora estoy todo el tiempo con el temor que alguien me ataque”.
La prensa checa y los reportes internacionales se refieren con frecuencia a casos de discriminación contra los gitanos, desde polémicas leyes de ciudadanía hasta ataques de bandas de neonazis.

Aunque el problema no es nuevo, sí es de suma actualidad, ya que puede constituirse en un escollo en el camino de la integración de la República Checa a la Unión Europea. El reporte 1999 sobre los progresos realizados por el país en esa dirección, ya veía con preocupación el tema. El documento registra que entre 1997 y 1998, el número de miembros de grupos extremistas se duplicó hasta llegar a las diez mil personas, a la vez que en 1998 hubo 133 crímenes motivados por el racismo, la mayoría en contra de gitanos. Un año más tarde, el Ministerio del Interior checo dio a conocer su “Reporte 2000 sobre el Extremismo”, en el que reconoció un aumento en la cantidad de miembros de los grupos xenófobos y la duplicación de los crímenes racistas. El resultado de este diagnóstico fue una campaña estatal contra el racismo, con un presupuesto inicial de un cuarto de millón de dólares.

La educación es uno de los aspectos críticos del vínculo entre gitanos y no gitanos en la República Checa. La Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE), detectó que se trata de una de las peores situaciones de su tipo en toda Europa. En especial se cuestiona que mientras los gitanos son sólo el tres por ciento de la población checa, sus niños constituyen el 70 por ciento del alumnado de las escuelas especiales para discapacitados mentales. Para atacar esta realidad con medidas de fondo e integrales, el gobierno anunció, en junio del 2000, un plan de acción estratégico a implementarse entre el 2001 y el 2010, para promover el acceso justo de los gitanos a la educación en todos los niveles, desde el jardín de infantes a la Universidad.

No es fácil la integración. Décadas de desconfianza mutua y de prejuicios, se suman a estadísticas oficiales que indican que el sesenta por ciento de los crímenes en la República Checa son cometidos por gitanos. Monika Horakova (foto), la primera gitana en obtener un asiento en el Parlamento de ese país, puntualizó que existen ciertos aspectos de la cultura romaní que hacen difícil la integración: “no estamos preparados para pensar en el futuro, vivimos de día en día, lo cual hace difícil la adaptación a los trabajos asalariados”. De acuerdo con un informe dado a conocer en el 2001, entre el 70 y el 90 por ciento de los gitanos checos están desempleados.

==Primera parte de cuatro

* 2- Parte II
* 3- Parte III
* 4- Parte IV

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2001)

Etiquetas: , , , , , ,