Gitanos en Europa del Este: Vivir peor que todos y morir antes de tiempo (II)
En todas las buenas disquerías de Budapest, a mediados de 2000, cuando se solicitaba un disco representativo del paisaje sonoro más profundamente húngaro, lo que se ofrecía era música gitana. Pese a este reconocimiento cultural, los gitanos (que prefieren ser llamados romaníes o romas), son un colectivo discriminado, tanto en Hungría como en buena parte del resto de Europa del Este.
Una discriminación que no sólo se vincula al aspecto étnico sino también a su marginalidad socioeconómica. Son el cinco por ciento de la población húngara, pero datos del 2000 estiman que, al igual que ocurre en Chequia, el 70 por ciento están desempleados. En algunas aldeas esta cifra trepa al 90 por ciento. La información, difundida por la Oficina Húngara para las Minorías Nacionales y Étnicas, afirma que si bien más del 70 por ciento de los niños roma va a la escuela primaria, sólo el 33 por ciento de los adolescentes llega a secundaria y menos del uno por ciento ingresa a la Universidad. El Reporte sobre la Situación de los Roma y Sinti en los países del área de la OSCE, presentado en marzo de 2000 por el Alto Comisionado para las Minorías, da más pistas sobre esta realidad. En primer lugar se aclara que no todos los roma son los mismos roma. Si bien tienen problemas comunes no se los puede unifomizar. En Hungría existen tres grupos lingüísticos diferentes entre los gitanos: los romungros (que hablan húngaro), los beás (que hablan rumano), y los olach (que hablan romaní).
Desde los reportes de prensa sobre la prohibición de la entrada de público gitano a un club nocturno de Békéscsaba, aldea del sudeste de Hungría, hasta la preocupación manifestada por el Comité de Naciones Unidas contra la Tortura por el número desproporcionado de detenidos romas en las cárceles húngaras, los indicios sobre discriminación contra los miembros de esta minoría son frecuentes. En otro pequeño pueblo, éste situado en el este del país, Tiszavasvári, se descubrió que en 1997 los niños gitanos eran forzados a tomar clases en aulas separadas de los demás alumnos y no se les permitía usar el gimnasio. Esto fue expresamente condenado por una comisión parlamentaria. No se trata de un panorama distinto del que existe en otros países de la región. Lo cual es bueno para la imagen del gobierno húngaro (no es el único sitio donde se discrimina a los roma) pero malo para los gitanos (no sólo los discriminan en Hungría). A veces, sin embargo, no resulta fácil aislar la situación de esta minoría de la del resto del país. Un ejemplo es lo que ocurrió en un pueblo llamado Hajduhadház. La policía de ese lugar fue denunciada por los gitanos. Los maltrataban y los insultaban frecuentemente. El gobierno investigó y expuso sus conclusiones al público: Hajduhadház tenía el mayor índice de abuso policial en el país, ya se tratara de víctimas gitanas o no gitanas. La mitad del departamento de policía local fue expulsado.
Otros pueblos húngaros tienen mejores antecedentes en relación al tema. Por ejemplo Kiskunhalás. Allí existe una fábrica de vaqueros de una conocida marca internacional en la que se aplica la política de priorizar la contratación de gitanos. Esto va de la mano con otra serie de medidas que nacen de la sociedad civil. Es el caso del instituto de enseñanza Gandhi (foto), situado en Pécs. Fundado en 1992, el Gandhi se ha constituído en un modelo para los activistas romaníes de otros países. Brinda una educación de alta calidad y tiene como principal objetivo “educar un número significativo que profesionales romaníes, que sean devotos por su gente y que sean capaces de reorganizas las desintegradas comunidades gitanas”. Por eso no sólo los prepara para la Universidad, sino que los educa en identidad étnica. Esto último se logra tanto mediante cursos sobre cultura e historia gitana, como por el uso de los idiomas lovári y beás en el proceso educativo. Por el momento sólo gradúan a la mitad de los estudiantes que comienzan las clases, pero la constante adaptación de los planes de estudio busca aumentar esa cifra, la cual igual es alta si se la compara con el resto de las escuelas a las que asisten niños gitanos.
Formalmente los gitanos húngaros están protegidos por el hecho de que en setiembre de 1995 el gobierno ratificó el Convenio marco sobre las minorías, y suscribió los principios de la Recomendación 1201 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. El reporte de los técnicos de la Unión Europea señala la existencia de una ley húngara de julio de 1993 que define como minoría a todo grupo étnico o nacional que viva en Hungría desde hace más de 100 años y cuyos miembros tengan la ciudadanía húngara. Esta ley reconoce el ejercicio de sus derechos colectivos, que se expresan, en particular, en el establecimiento de gobiernos locales de las minorías, actualmente constituidos en 817 municipios. Estos gobiernos locales disponen de un derecho de veto sobre los asuntos relativos a la educación, la cultura, los medios de comunicación locales, el desarrollo de las tradiciones y el uso de las lenguas minoritarias. Para todo lo demás tienen una función consultiva. Tres años más tarde, en 1996, otra ley categorizó a la discriminación racial como un crimen. Si bien los autogobiernos locales son considerados un ejemplo de participación por parte de varios especialistas en el tema, no gozan de respaldo unánime. Un líder gitano en declaraciones a la prensa húngara aseguró que, en la práctica, “nosotros sólo tenemos el derecho de estar de acuerdo con las propuestas de otros”.
El propio Gobierno húngaro tampoco se engaña con respecto a la distancia que existe entre la ley y la realidad. En un informe sobre la situación de las minorías nacionales y étnicas aprobado por el Parlamento en marzo de 1997, el Ejecutivo húngaro reconoció que los gitanos aún sufren “frecuentes agresiones y medidas discriminatorias”. Esto se refleja en una desigualdad de oportunidades de acceso a la educación y al trabajo, lo que da por resultado que su tasa de desempleo sea cuatro o hasta cinco veces superior a la media nacional. Un problema complejo y de múltiples aristas. Los muchos datos que podrían agregarse callan ante uno que los resume y que revela la realidad en toda su crudeza: en Hungría un gitano vive diez años menos que un no gitano.
==Segunda parte de cuatro
* 1- Parte I
* 3- Parte III
* 4- Parte IV
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2001)
Una discriminación que no sólo se vincula al aspecto étnico sino también a su marginalidad socioeconómica. Son el cinco por ciento de la población húngara, pero datos del 2000 estiman que, al igual que ocurre en Chequia, el 70 por ciento están desempleados. En algunas aldeas esta cifra trepa al 90 por ciento. La información, difundida por la Oficina Húngara para las Minorías Nacionales y Étnicas, afirma que si bien más del 70 por ciento de los niños roma va a la escuela primaria, sólo el 33 por ciento de los adolescentes llega a secundaria y menos del uno por ciento ingresa a la Universidad. El Reporte sobre la Situación de los Roma y Sinti en los países del área de la OSCE, presentado en marzo de 2000 por el Alto Comisionado para las Minorías, da más pistas sobre esta realidad. En primer lugar se aclara que no todos los roma son los mismos roma. Si bien tienen problemas comunes no se los puede unifomizar. En Hungría existen tres grupos lingüísticos diferentes entre los gitanos: los romungros (que hablan húngaro), los beás (que hablan rumano), y los olach (que hablan romaní).
Desde los reportes de prensa sobre la prohibición de la entrada de público gitano a un club nocturno de Békéscsaba, aldea del sudeste de Hungría, hasta la preocupación manifestada por el Comité de Naciones Unidas contra la Tortura por el número desproporcionado de detenidos romas en las cárceles húngaras, los indicios sobre discriminación contra los miembros de esta minoría son frecuentes. En otro pequeño pueblo, éste situado en el este del país, Tiszavasvári, se descubrió que en 1997 los niños gitanos eran forzados a tomar clases en aulas separadas de los demás alumnos y no se les permitía usar el gimnasio. Esto fue expresamente condenado por una comisión parlamentaria. No se trata de un panorama distinto del que existe en otros países de la región. Lo cual es bueno para la imagen del gobierno húngaro (no es el único sitio donde se discrimina a los roma) pero malo para los gitanos (no sólo los discriminan en Hungría). A veces, sin embargo, no resulta fácil aislar la situación de esta minoría de la del resto del país. Un ejemplo es lo que ocurrió en un pueblo llamado Hajduhadház. La policía de ese lugar fue denunciada por los gitanos. Los maltrataban y los insultaban frecuentemente. El gobierno investigó y expuso sus conclusiones al público: Hajduhadház tenía el mayor índice de abuso policial en el país, ya se tratara de víctimas gitanas o no gitanas. La mitad del departamento de policía local fue expulsado.
Otros pueblos húngaros tienen mejores antecedentes en relación al tema. Por ejemplo Kiskunhalás. Allí existe una fábrica de vaqueros de una conocida marca internacional en la que se aplica la política de priorizar la contratación de gitanos. Esto va de la mano con otra serie de medidas que nacen de la sociedad civil. Es el caso del instituto de enseñanza Gandhi (foto), situado en Pécs. Fundado en 1992, el Gandhi se ha constituído en un modelo para los activistas romaníes de otros países. Brinda una educación de alta calidad y tiene como principal objetivo “educar un número significativo que profesionales romaníes, que sean devotos por su gente y que sean capaces de reorganizas las desintegradas comunidades gitanas”. Por eso no sólo los prepara para la Universidad, sino que los educa en identidad étnica. Esto último se logra tanto mediante cursos sobre cultura e historia gitana, como por el uso de los idiomas lovári y beás en el proceso educativo. Por el momento sólo gradúan a la mitad de los estudiantes que comienzan las clases, pero la constante adaptación de los planes de estudio busca aumentar esa cifra, la cual igual es alta si se la compara con el resto de las escuelas a las que asisten niños gitanos.
Formalmente los gitanos húngaros están protegidos por el hecho de que en setiembre de 1995 el gobierno ratificó el Convenio marco sobre las minorías, y suscribió los principios de la Recomendación 1201 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. El reporte de los técnicos de la Unión Europea señala la existencia de una ley húngara de julio de 1993 que define como minoría a todo grupo étnico o nacional que viva en Hungría desde hace más de 100 años y cuyos miembros tengan la ciudadanía húngara. Esta ley reconoce el ejercicio de sus derechos colectivos, que se expresan, en particular, en el establecimiento de gobiernos locales de las minorías, actualmente constituidos en 817 municipios. Estos gobiernos locales disponen de un derecho de veto sobre los asuntos relativos a la educación, la cultura, los medios de comunicación locales, el desarrollo de las tradiciones y el uso de las lenguas minoritarias. Para todo lo demás tienen una función consultiva. Tres años más tarde, en 1996, otra ley categorizó a la discriminación racial como un crimen. Si bien los autogobiernos locales son considerados un ejemplo de participación por parte de varios especialistas en el tema, no gozan de respaldo unánime. Un líder gitano en declaraciones a la prensa húngara aseguró que, en la práctica, “nosotros sólo tenemos el derecho de estar de acuerdo con las propuestas de otros”.
El propio Gobierno húngaro tampoco se engaña con respecto a la distancia que existe entre la ley y la realidad. En un informe sobre la situación de las minorías nacionales y étnicas aprobado por el Parlamento en marzo de 1997, el Ejecutivo húngaro reconoció que los gitanos aún sufren “frecuentes agresiones y medidas discriminatorias”. Esto se refleja en una desigualdad de oportunidades de acceso a la educación y al trabajo, lo que da por resultado que su tasa de desempleo sea cuatro o hasta cinco veces superior a la media nacional. Un problema complejo y de múltiples aristas. Los muchos datos que podrían agregarse callan ante uno que los resume y que revela la realidad en toda su crudeza: en Hungría un gitano vive diez años menos que un no gitano.
==Segunda parte de cuatro
* 1- Parte I
* 3- Parte III
* 4- Parte IV
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2001)
Etiquetas: Culturas, DDHH 2000/2001, Detrás del muro, Hungría, Sociedades
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