La Bulgaria poscomunista
Dos informes hechos públicos en 1999, el Análisis Anual de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE), y el documento "Transición" del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), coincidieron en señalar que de acuerdo con varios indicadores de bienestar social, los búlgaros viven peor ahora que en el final de la época comunista.
En términos de salud pública, por ejemplo, en sólo tres años la tuberculosis se multiplicó por siete.. También hubo un incremento en la mortalidad infantil: de 13,4 por cada mil nacidos en 1988, se pasó a 15,6 en 1996. Esta crisis de la salud se agrava por la corrupción, un problema que afecta varias esferas del país y que ha sido calificado como "muy serio" por el Reporte 2000 de la Unión Europea sobre Bulgaria. Este mal, que según Georgi Lozanov, profesor de la Universidad de Sofía, nació durante el comunismo "cuando la gente usaba sus contactos y parientes para cualquier aspecto de la vida cotidiana, como comprar tomates", ha encontrado su lugar en la economía de mercado. A esto se refiere Kitty McKinsey en un completo informe sobre la Salud Pública búlgara realizado para Radio Free Europe con la colaboración de Petko Georgiev. Allí McKinsey indica que la gratuidad y universalidad de la salud búlgara es sólo una teoría. "En realidad la mayoría de los servicios deben ser pagados a través de un sistema, largamente extendido, de regalos, propinas o sobornos en efectivo".
Guy Ellena (foto), economista del Banco Mundial, culpa a la herencia comunista, que bajo el velo de la salud gratuita provocó "un sistema de terrible inequidad que es la antítesis de sus promesas". El informe habla de siete dólares para lograr que un traumatólogo enyese un brazo fracturado y cincuenta para obtener una cama en un hospital de ser necesaria una internación; eso en un país donde un jubilado gana una media de diez a quince dólares al mes y un empleado público cincuenta. Esto se registra en el contexto de una situación que el informe de McKinsey califica como "cada vez más desesperada luego del reciente colapso económico", que se hizo evidente a través de una hiperinflación galopante que sólo pudo ser controlada a fines de los noventa, y que ocasiona, en términos de salud pública, que el 40 por ciento de los búlgaros no puedan afrontar ningún tipo de tratamiento médico. Guy Ellena resume esta realidad en una broma búlgara que dice, con un humor no excento de amargura, que los hospitales son gratuitos pero no los médicos que uno encuentra allí adentro.
Un cambio "lento y errático"
Uno de los principales efectos del pasaje a la economía de mercado en todo el bloque socialista ha sido la llamada "catástrofe demográfica". Y Bulgaria no es la excepción. El aumento de la mortalidad y la baja de la tasa de fertilidad, sumadas a otros factores, hicieron que entre 1990 y 1996 la población total del país declinara de 8,7 a 8,3 millones de personas. Hay cuatrocientos mil búlgaros menos y esto hace aumentar el índice de ancianos en situación de dependencia y la cantidad de personas que viven del trabajo de cada asalariado. Este dato se agrava con la pérdida del salario real, que en 1996 era casi la mitad que en 1990 (42 por ciento menos), y con la caída del poder de compra de las pensiones que disminuyó en un 65 por ciento si se cuenta el período 1990-1996.
Con ese panorama, los técnicos de la Unidad de Desarrollo Humano del Banco Mundial no tienen más remedio que afirmar que "la transición de una economía planificada a otra de mercado no ha sido fácil en Bulgaria". Lo dicen en un documento que se titula "Bulgaria, pobreza durante la transición" y está fechado el 7 de junio de 1999. Como resultado de esa "dificultad" para afrontar el cambio, los hogares han sufrido una baja en su nivel de vida que implica, en términos globales, que estén un 30 por ciento peor que durante el comunismo. A comienzos de 1997 más de uno de cada tres búlgaros vivía en la pobreza. El Banco Mundial lo reconoce de este modo: "no pueden haber muchas dudas sobre el sustancial incremento de la pobreza entre 1995 y 1997", período en el cual cayeron los niveles de consumo y la población "sufrió un claro deterioro en su nivel de vida".
Pese a que 1998 fue el año de la estabilización, no se logró abatir el desempleo, que incluso aumentó con respecto a cierto momento del período más crítico de la transición, situándose por encima del 12 por ciento. Cuando todos los analistas rezumaban optimismo, la crisis de Kosovo de 1999 volvió a colocar a Bulgaria en una posición difícil. Su comercio exterior, que no había logrado recuperarse junto al resto de la macroeconomía, tuvo un grave retroceso, ya que el enfrentamiento volvió intransistables el río Danubio y las carreteras de salida de las mercancías búlgaras, y los itinerarios alternativos costaban un 30 por ciento más caros.
Para el Banco de Análisis de Datos de la Universidad de Oxford, las consecuencias de la crisis de Kosovo todavía le costarán a Bulgaria una reducción del 2 % en su PBI y un aumento del mismo tenor en su desempleo; las exportaciones disminuirán un 10%, y el déficit del balance de la cuenta corriente se agravará un 20 %; en tanto los gastos presupuestarios aumentarán alrededor del 2 % del PBI. Un panorama difícil para el nuevo gobierno búlgaro. Incluso para un rey.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en junio de 2001)
En términos de salud pública, por ejemplo, en sólo tres años la tuberculosis se multiplicó por siete.. También hubo un incremento en la mortalidad infantil: de 13,4 por cada mil nacidos en 1988, se pasó a 15,6 en 1996. Esta crisis de la salud se agrava por la corrupción, un problema que afecta varias esferas del país y que ha sido calificado como "muy serio" por el Reporte 2000 de la Unión Europea sobre Bulgaria. Este mal, que según Georgi Lozanov, profesor de la Universidad de Sofía, nació durante el comunismo "cuando la gente usaba sus contactos y parientes para cualquier aspecto de la vida cotidiana, como comprar tomates", ha encontrado su lugar en la economía de mercado. A esto se refiere Kitty McKinsey en un completo informe sobre la Salud Pública búlgara realizado para Radio Free Europe con la colaboración de Petko Georgiev. Allí McKinsey indica que la gratuidad y universalidad de la salud búlgara es sólo una teoría. "En realidad la mayoría de los servicios deben ser pagados a través de un sistema, largamente extendido, de regalos, propinas o sobornos en efectivo".
Guy Ellena (foto), economista del Banco Mundial, culpa a la herencia comunista, que bajo el velo de la salud gratuita provocó "un sistema de terrible inequidad que es la antítesis de sus promesas". El informe habla de siete dólares para lograr que un traumatólogo enyese un brazo fracturado y cincuenta para obtener una cama en un hospital de ser necesaria una internación; eso en un país donde un jubilado gana una media de diez a quince dólares al mes y un empleado público cincuenta. Esto se registra en el contexto de una situación que el informe de McKinsey califica como "cada vez más desesperada luego del reciente colapso económico", que se hizo evidente a través de una hiperinflación galopante que sólo pudo ser controlada a fines de los noventa, y que ocasiona, en términos de salud pública, que el 40 por ciento de los búlgaros no puedan afrontar ningún tipo de tratamiento médico. Guy Ellena resume esta realidad en una broma búlgara que dice, con un humor no excento de amargura, que los hospitales son gratuitos pero no los médicos que uno encuentra allí adentro.
Un cambio "lento y errático"
Uno de los principales efectos del pasaje a la economía de mercado en todo el bloque socialista ha sido la llamada "catástrofe demográfica". Y Bulgaria no es la excepción. El aumento de la mortalidad y la baja de la tasa de fertilidad, sumadas a otros factores, hicieron que entre 1990 y 1996 la población total del país declinara de 8,7 a 8,3 millones de personas. Hay cuatrocientos mil búlgaros menos y esto hace aumentar el índice de ancianos en situación de dependencia y la cantidad de personas que viven del trabajo de cada asalariado. Este dato se agrava con la pérdida del salario real, que en 1996 era casi la mitad que en 1990 (42 por ciento menos), y con la caída del poder de compra de las pensiones que disminuyó en un 65 por ciento si se cuenta el período 1990-1996.
Con ese panorama, los técnicos de la Unidad de Desarrollo Humano del Banco Mundial no tienen más remedio que afirmar que "la transición de una economía planificada a otra de mercado no ha sido fácil en Bulgaria". Lo dicen en un documento que se titula "Bulgaria, pobreza durante la transición" y está fechado el 7 de junio de 1999. Como resultado de esa "dificultad" para afrontar el cambio, los hogares han sufrido una baja en su nivel de vida que implica, en términos globales, que estén un 30 por ciento peor que durante el comunismo. A comienzos de 1997 más de uno de cada tres búlgaros vivía en la pobreza. El Banco Mundial lo reconoce de este modo: "no pueden haber muchas dudas sobre el sustancial incremento de la pobreza entre 1995 y 1997", período en el cual cayeron los niveles de consumo y la población "sufrió un claro deterioro en su nivel de vida".
Pese a que 1998 fue el año de la estabilización, no se logró abatir el desempleo, que incluso aumentó con respecto a cierto momento del período más crítico de la transición, situándose por encima del 12 por ciento. Cuando todos los analistas rezumaban optimismo, la crisis de Kosovo de 1999 volvió a colocar a Bulgaria en una posición difícil. Su comercio exterior, que no había logrado recuperarse junto al resto de la macroeconomía, tuvo un grave retroceso, ya que el enfrentamiento volvió intransistables el río Danubio y las carreteras de salida de las mercancías búlgaras, y los itinerarios alternativos costaban un 30 por ciento más caros.
Para el Banco de Análisis de Datos de la Universidad de Oxford, las consecuencias de la crisis de Kosovo todavía le costarán a Bulgaria una reducción del 2 % en su PBI y un aumento del mismo tenor en su desempleo; las exportaciones disminuirán un 10%, y el déficit del balance de la cuenta corriente se agravará un 20 %; en tanto los gastos presupuestarios aumentarán alrededor del 2 % del PBI. Un panorama difícil para el nuevo gobierno búlgaro. Incluso para un rey.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en junio de 2001)
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