13 mayo 2006

Metáforas de un referéndum

Este domingo los montenegrinos definirán en referéndum si continúan formando un único país con los serbios, o si se independizan. Dos ciudades de la costa del Adriático parecen reflejar, en su trazado medieval, el dilema que plantea esta difícil decisión para estos dos pueblos que comparten la religión ortodoxa y la etnicidad eslava.

Las murallas medievales de Kotor parecen proteger al pequeño casco urbano a medida que cae la noche. Una puerta casi escondida conduce a una escalera irregular. Sus gastados escalones de piedra llevan montaña arriba hasta los bastiones defensivos y las iglesias en ruinas mientras un muro acompaña las líneas defensivas. Todo eso queda en la oscuridad. Parece amenazar más que proteger. En el llano las murallas son menos opresivas y casi pueden resultar agradables, aunque nunca llegan a tener el menor atisbo de “atractivo turístico”. Están a unos pocos kilómetros de las que rodean la ciudad de Budva, el segundo balneario más exclusivo de Montenegro, pero estas murallas de Kotor no buscan agradar al visitante. La diferente atmósfera de esas dos ciudades podría casi imaginarse como una metáfora de las dos posiciones que se enfrentarán en el referéndum de este domingo sobre el futuro de Montenegro.

La postura de quienes buscan la independencia y desde la independencia una inserción en Europa y en la comunidad internacional, se parece un poco a Budva. Ahí las calles medievales no hacen otra cosa que agregar encanto a la ciudad volcada sobre el turquesa del Adriático, y las murallas pueden recorrerse en un paseo que no exige mayor esfuerzo y recompensa con una vista que permite abarcar toda la costa. Las montañas son un marco lejano. El pequeño museo de Budva es otra joya, bien cuidado a pesar de los pocos visitantes que recibe, guarda algunos objetos que dan cuenta de un pasado ilirio y helénico, incluyendo un yelmo del siglo V antes de cristo, perfectamente conservado, que es la pieza estrella del lugar.

Kotor en cambio...

Kotor tiene exactamente los mismos elementos que Budva, pero los vive de manera diferente. Para empezar, no los escenifica para el turismo. Las murallas de Kotor no pueden visitarse con facilidad y las calles medievales no están formando parte de ningún “paseo histórico”; son, simplemente, calles que están ahí desde fines de la Edad Media. Al contrario que en Budva, la montaña no está lejos sino que Kotor se construyó al abrigo de la montaña. Lo lejano es el mar, aunque esté a un paso. Y no hay museo. Los principales objetos históricos que atesoran no son restos ilirios ni helénicos, sino íconos de tradición serbo-bizantina. No están a la vista del visitante, sino que se pueden ver solamente durante los servicios religiosos. De la iglesia principal pende, como un palio medieval, una bandera serbia de enormes proporciones. En el centro se le agregó un emblema que no está en el símbolo oficial. Es una cruz que tiene en cada cuadrante una “ce” del alfabeto cirilico, letra que suena como la “ese” de las lenguas de raíz latina. Las cuatro “ce” representan la frase más repetida por los partidarios de la unión con sus vecinos serbios: “Sólo la Unidad salva a Serbia”.

Ecos de Tito

Cerca de aquella iglesia, en la puerta principal de las murallas de Kotor, todavía puede leerse una inscripción en homenaje a Tito, el constructor de la Yugoslavia federal. Como un eco de esas otras cuatro letras puede citarse el otro eslogan que han reciclado quienes no llegan al campo de los unionistas desde posturas vinculadas al nacionalismo sino desde el terreno opuesto: “Yugoslavia es la única certeza”. Esta yugonostalgia, habitual entre los sectores progresistas de Serbia, es parte del debate político vinculado al referéndum. Algunos sectores radicales del nacionalismo serbio ven incluso a la independencia de Montenegro como un mal menor, ya que serviría como un antídoto contra lo que consideran “el veneno yugoslavo”. Desde esas tiendas, la separación de Montenegro le permitiría a los serbios “librarse finalmente de Tito” y construir su destino en solitario. Estos nacionalistas radicales consideran que el simple hecho de que la mitad de los montenegrinos estén a favor de la independencia ya es traición suficiente como para no querer seguir viviendo juntos. “Si quieren irse que se vayan”, aseguran en los numerosos foros electrónicos que se han abierto sobre este tema. “Los políticos dicen que con la separación de Montenegro los serbios perderemos la salida al mar y los balnearios de la costa, no importa, iremos a Grecia o a Bulgaria, donde las playas y los precios son mejores”, agregan.

Yugoslavias

Las encuestas dan un 53 % a la opción independentista y un 47 % a los que desean mantener la unión con Serbia. Para que el referéndum tenga efecto, los votantes por la separación deben alcanzar el 55 %. Si eso ocurre, la dirigencia montenegrina ya anunció que en setiembre pedirán ingresar a Naciones Unidas como nuevo país. De concretarse, habrá sido, en efecto, el tiro de gracia al experimento yugoslavo, la patria única para los eslavos del sur que tuvo en la primera posguerra una versión monárquica, y que luego de la Segunda Guerra Mundial adquirió su forma federal y socialista que duró hasta 1991. Después de las guerras balcánicas de los noventa (de las que surgieron Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia), quedó reducida a una efímera tercera Yugoslavia que ahora, y al menos hasta este domingo, se llama Serbia y Montenegro.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)

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