Viejo siglo
Existe un único tema universal y es el fútbol. “Francis está emparentado con una vieja familia real de Togo”, comenta el peruano, amparado en el anonimato que le da compartir con su interlocutor el idioma español. En la mesa la única forma de comunicarse con las otras siete personas es en inglés. Mientras se habla de trabajo todos guardan una cierta distancia, como si el nudo de la corbata les apretara demasiado el cuello. A la hora del café, sin embargo, el ucraniano, desinhibido como todo gordo que no tiene complejos de su talla, bromea diciendo que su amistad con Francis termina cuando empiece el mundial. La conversación se hace, por fin, distendida. Solamente el uruguayo parece encontrarse a disgusto. Preferiría hablar de criquet o de salto con garrocha. Lo único que atina a decir es un pedido: “si se cruzan con Australia, por favor, duro con ellos”.
Togo no es un lugar exótico. En realidad no hay lugar menos exótico para los togoleños. Si para los uruguayos es un sitio “raro” lo es solamente por culpa de la monotonía del menú informativo que se construye desde los medios. En este mundial, sin embargo, abundarán las referencias al supuesto exotismo de este país africano, escondiendo detrás del comentario botijeador la falta de imaginación de los publicitarios o la envidia porque su selección esté en el sitio que los dioses deberían habernos reservado. O los dioses se distraen (ya ocurrió en Troya) o el cacareado carácter laico de los uruguayos dejó resentidas a las deidades, sin que la exhibición a último momento de la estatua del Papa haya podido congraciar a las partes. Francis intenta un comentario consuelo hablando de las viejas glorias del fútbol uruguayo, que conoce bastante bien, y el peruano aporta sus datos. Sólo el ucraniano sigue matándose de la risa. Parece querer decir con sus ojos chispeantes (prueba de por qué la botella de vino desapareció tan pronto) que todo tiempo pasado fue peor y que lo que importa está por verse. Tal vez Togo no pase la serie (habrá que esperar su cruce con Corea), pero en su alargado mapa que empieza donde termina Ghana, tres veces y medio más chico que Uruguay, ya se están encendiendo los televisores.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diariaen mayo de 2006)
Togo no es un lugar exótico. En realidad no hay lugar menos exótico para los togoleños. Si para los uruguayos es un sitio “raro” lo es solamente por culpa de la monotonía del menú informativo que se construye desde los medios. En este mundial, sin embargo, abundarán las referencias al supuesto exotismo de este país africano, escondiendo detrás del comentario botijeador la falta de imaginación de los publicitarios o la envidia porque su selección esté en el sitio que los dioses deberían habernos reservado. O los dioses se distraen (ya ocurrió en Troya) o el cacareado carácter laico de los uruguayos dejó resentidas a las deidades, sin que la exhibición a último momento de la estatua del Papa haya podido congraciar a las partes. Francis intenta un comentario consuelo hablando de las viejas glorias del fútbol uruguayo, que conoce bastante bien, y el peruano aporta sus datos. Sólo el ucraniano sigue matándose de la risa. Parece querer decir con sus ojos chispeantes (prueba de por qué la botella de vino desapareció tan pronto) que todo tiempo pasado fue peor y que lo que importa está por verse. Tal vez Togo no pase la serie (habrá que esperar su cruce con Corea), pero en su alargado mapa que empieza donde termina Ghana, tres veces y medio más chico que Uruguay, ya se están encendiendo los televisores.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diariaen mayo de 2006)
Etiquetas: Africa 2006/2007, fútbol, Mundial 2006, Togo
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