13 mayo 2006

Tierra de valientes

Afirmar seriamente, cuando se tienen cinco años de vida, que su equipo no es el propio sino una lejana selección polaca, puede ser traumático en un pequeño pueblo de provincia. No tanto como para sufrir el aislamiento social, pero sí lo suficiente como para que se pierda el apoyo familiar en la tarea de completar el álbum de Alemania 74.

Por alguna razón la roja Polonia siempre fue una especie de patria espiritual para gentes muy diversas y por razones también distintas. Estaban los parisinos de salón desfalleciendo de polonidad gracias a la música de Chopin. O el incomprendido Napoleón Bonaparte que se sentía atraído por razones más terrenales como eran los encantos de la condesa Walewska, dispuesta a ingresar en la recámara imperial a cambio de que Bonaparte les legara una Polonia libre en su camino hacia Rusia. De una u otra forma los polacos siempre fueron un pueblo de pelea y siempre, incluso en el fútbol, estuvieron atados a un destino trágico. Más cerca en el tiempo, la rebelión del gueto de Varsovia le enseñó a los nazis lo cara que venden su vida los valientes. O la propia lucha de la resistencia, con todos sus claroscuros, incluyendo la vergonzosa actitud de los mandos del Ejército Rojo (única mancha en su campaña de la Segunda Guerra) que no entró a liberar Varsovia hasta que los nazis sofocaron un alzamiento que estaba siendo conducido por los monárquicos.

Uno de los ejemplos más recientes de este sino lo mostró, hace poco, Televisión Española, en un documental sobre qué había sido de los líderes sindicales de Solidaridad que en 1980 se enfrentaron al régimen autoritario desde una huelga en los astilleros de Gdansk. Más allá del célebre Lech Walesa, exitoso Premio Nóbel de la Paz y fracasado político, el programa de TVE mostraba que aquellos viejos sindicalistas, a los que el gobierno autoritario no había logrado despedir, estaban ahora desempleados, ya que la democracia (que ellos habían ayudado a conquistar) trajo también la privatización de los astilleros con sus habituales coletazos de reducción de personal. Ni los rezos de Woytila ni la pegada de Lato pudieron ayudarlos.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)

Etiquetas: , , , ,