Guerreros homéricos
El hotel está pensado para alojar congresos. Lejos del centro de la ciudad para que ningún participante se evada en medio de una sesión soporífera, y de espaldas al Caribe, para que tampoco exista la tentación de haraganear en alguna de las terrazas. La solución que encontraron fue construirlo enfrente al estadio de fútbol. Lejos de todo. Sin embargo el viajero agradece la oportunidad de estar frente a este lugar sagrado y arriesga el pellejo cruzando la autopista para ver más de cerca las gradas de hormigón.
A través del espacio hueco que hay entre fila y fila se puede apreciar parte del césped. En lo que parece ser la tribuna principal, a juzgar por las cabinas de transmisión, un letrero pintado en letras desproporcionadamente grandes confirma que ese es el santuario de los warriors, como llaman a su selección. Ahí empezó a tejerse la leyenda. Trinidad y Tobago clasificó al mundial de Alemania después de un repechaje con Bahrein, en el que empataron de locatarios y metieron un par de goles de visitantes sin pensar en otra cosa que no fuera su ambición de estar en Alemania.
Si se camina unos dos kilómetros rumbo a, digamos, Canadá, se llega a una especie de centro comercial. Ninguna tienda vende camisetas de los warriors, de un diseño rojo con negro, estupendo, como hubiera sido la camiseta de los muralistas mexicanos en un mano a mano imaginario contra los cubistas europeos, estos últimos, sin duda, de azul, en honor al Tola Picasso.
Pero lo que sí puede encontrarse es café, ron, té de mango, y una excelente biografía de Derek Walcott, el mejor poeta vivo de habla inglesa, que nació en la minúscula isla de Santa Lucía pero hizo buena parte de su carrera literaria en Port of Spain, la capital de Trinidad. Ganador del Premio Nóbel en 1992, traslada en más de 300 páginas la mitología griega a un ambiente caribeño. El libro se llama Omeros y ahí dice Walcott: “...desde que los hombres ambicionaron la fama como centauros, o con los pies ...como en tu época, Omeros, como las islas y los hombres, así también nosotros y nuestros juegos. Esto era a espaldas de Helena...A sus espaldas, los futbolistas remataban de cabeza el mundo”. Amén.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)
A través del espacio hueco que hay entre fila y fila se puede apreciar parte del césped. En lo que parece ser la tribuna principal, a juzgar por las cabinas de transmisión, un letrero pintado en letras desproporcionadamente grandes confirma que ese es el santuario de los warriors, como llaman a su selección. Ahí empezó a tejerse la leyenda. Trinidad y Tobago clasificó al mundial de Alemania después de un repechaje con Bahrein, en el que empataron de locatarios y metieron un par de goles de visitantes sin pensar en otra cosa que no fuera su ambición de estar en Alemania.
Si se camina unos dos kilómetros rumbo a, digamos, Canadá, se llega a una especie de centro comercial. Ninguna tienda vende camisetas de los warriors, de un diseño rojo con negro, estupendo, como hubiera sido la camiseta de los muralistas mexicanos en un mano a mano imaginario contra los cubistas europeos, estos últimos, sin duda, de azul, en honor al Tola Picasso.
Pero lo que sí puede encontrarse es café, ron, té de mango, y una excelente biografía de Derek Walcott, el mejor poeta vivo de habla inglesa, que nació en la minúscula isla de Santa Lucía pero hizo buena parte de su carrera literaria en Port of Spain, la capital de Trinidad. Ganador del Premio Nóbel en 1992, traslada en más de 300 páginas la mitología griega a un ambiente caribeño. El libro se llama Omeros y ahí dice Walcott: “...desde que los hombres ambicionaron la fama como centauros, o con los pies ...como en tu época, Omeros, como las islas y los hombres, así también nosotros y nuestros juegos. Esto era a espaldas de Helena...A sus espaldas, los futbolistas remataban de cabeza el mundo”. Amén.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)
Etiquetas: AmLatina2006/2007, fútbol, Literatura, Mundial 2006, Trinidad y Tobago
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