El Multiculturalismo cuestionado (I)
En las últimas semanas, el debate sobre el multiculturalismo renació en las sociedades europeas, condimentado -y enturbiado- por casos judiciales sobre poligamia y venta de esposas en pleno Occidente. Europa se mira en un espejo y ve que su propia diversidad la pone en una disyuntiva ética y política.
Cuando el presidente del Foro para la Integración de los Imigrantes, Mikel Azurmendi (foto), llamó al multiculturalismo “una gangrena de la sociedad democrática”, no estaba instalando ningún debate nuevo, sino agregando leña al fuego mediático de una discusión que Europa procesa, al menos, desde hace una década. Lo nuevo de las declaraciones de Azurmendi, si acaso, no era el contenido sino la procedencia: un funcionario de gobierno con un pasado de izquierda.
El debate calza en una realidad en la que una serie de hechos, que venían tomando estado público de manera fragmentaria, pedían un discurso que los explicara: casos en los tribunales franceses que revelan que varios miles de mujeres africanas viven en Francia dentro de familias polígamas; una niña marroquí que pide la protección del Estado español porque sus padres la vendieron como esposa; cifras oficiales británicas que indican que los inmigrantes tienen una participación en el número de delitos que duplica su porcentaje en la población del país; o las noticias cada vez más frecuentes sobre conflictos originados en que niñas de familias musulmanas llevan velo en escuelas públicas europeas. Un mosaico de situaciones que han puesto de moda la palabra que Azurmendi denostó a fines de febrero: multiculturalismo.
La primera premisa del razonamiento de Azurmendi (en la foto uno de sus libros) es que la democracia no es sólo un sistema de gobierno sino, esencialmente, un sistema cultural; una libre interacción de iguales para quienes el ejercicio de la determinación individual resulta básica. Esta cultura democrática conviviendo en un mismo Estado junto a otras culturas no democráticas es, en su opinión, lo que “se llama ahora multiculturalismo”. Cuando dice ‘junto’ quiere decir yuxtapuestas y sin interacción. Y cuando dice ‘no democráticas’ se refiere a culturas que promueven “conductas masivas de personas sin igualdad jurídica” que interactúan entre sí “mediante recursos simbólicos de desigualdad y jerarquía”. Desde estas bases, Azurmendi explicó en El País de Madrid la frase que dijo ante el Senado español y que, descontextualización mediante, concentró la artillería de sus enemigos y el fuego antiaéreo de sus defensores:
“El multiculturalismo es hoy una confusión teórica porque imagina que las relaciones son interétnicas, entre nosotros, los de la sociedad mayoritaria, y todos los demás, tomados en bloques étnicos minoritarios. Por eso como proyecto más o menos consolidado de relación interétnica en agrupamientos separados, unos al margen de otros, el multiculturalismo sería una gangrena fatal para la sociedad democrática. Ni nosotros somos cultura mayoritaria ni los inmigrantes son etnias de cultura minoritaria; aquí, de momento y ojalá para siempre, sólo existe una cultura democrática, con bastantes taras y costumbres poco democráticas todavía, en la que ya están integrándose masivamente miles de inmigrantes que hacen en su vida privada lo que buenamente gustan sin menoscabar la dignidad ni el derecho de nadie, como hablar en sus lenguas, rezar a su dios o cubrirse con un pañuelo al ir al colegio”.
==Primera parte de cuatro
* 2- Multiculturalismo (II) A favor y en contra
* 3- Multiculturalismo (III) El factor educación
* 4- Multiculturalismo (IV) Insumos para el análisis
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en marzo de 2002)
Cuando el presidente del Foro para la Integración de los Imigrantes, Mikel Azurmendi (foto), llamó al multiculturalismo “una gangrena de la sociedad democrática”, no estaba instalando ningún debate nuevo, sino agregando leña al fuego mediático de una discusión que Europa procesa, al menos, desde hace una década. Lo nuevo de las declaraciones de Azurmendi, si acaso, no era el contenido sino la procedencia: un funcionario de gobierno con un pasado de izquierda.
El debate calza en una realidad en la que una serie de hechos, que venían tomando estado público de manera fragmentaria, pedían un discurso que los explicara: casos en los tribunales franceses que revelan que varios miles de mujeres africanas viven en Francia dentro de familias polígamas; una niña marroquí que pide la protección del Estado español porque sus padres la vendieron como esposa; cifras oficiales británicas que indican que los inmigrantes tienen una participación en el número de delitos que duplica su porcentaje en la población del país; o las noticias cada vez más frecuentes sobre conflictos originados en que niñas de familias musulmanas llevan velo en escuelas públicas europeas. Un mosaico de situaciones que han puesto de moda la palabra que Azurmendi denostó a fines de febrero: multiculturalismo.
La primera premisa del razonamiento de Azurmendi (en la foto uno de sus libros) es que la democracia no es sólo un sistema de gobierno sino, esencialmente, un sistema cultural; una libre interacción de iguales para quienes el ejercicio de la determinación individual resulta básica. Esta cultura democrática conviviendo en un mismo Estado junto a otras culturas no democráticas es, en su opinión, lo que “se llama ahora multiculturalismo”. Cuando dice ‘junto’ quiere decir yuxtapuestas y sin interacción. Y cuando dice ‘no democráticas’ se refiere a culturas que promueven “conductas masivas de personas sin igualdad jurídica” que interactúan entre sí “mediante recursos simbólicos de desigualdad y jerarquía”. Desde estas bases, Azurmendi explicó en El País de Madrid la frase que dijo ante el Senado español y que, descontextualización mediante, concentró la artillería de sus enemigos y el fuego antiaéreo de sus defensores:
“El multiculturalismo es hoy una confusión teórica porque imagina que las relaciones son interétnicas, entre nosotros, los de la sociedad mayoritaria, y todos los demás, tomados en bloques étnicos minoritarios. Por eso como proyecto más o menos consolidado de relación interétnica en agrupamientos separados, unos al margen de otros, el multiculturalismo sería una gangrena fatal para la sociedad democrática. Ni nosotros somos cultura mayoritaria ni los inmigrantes son etnias de cultura minoritaria; aquí, de momento y ojalá para siempre, sólo existe una cultura democrática, con bastantes taras y costumbres poco democráticas todavía, en la que ya están integrándose masivamente miles de inmigrantes que hacen en su vida privada lo que buenamente gustan sin menoscabar la dignidad ni el derecho de nadie, como hablar en sus lenguas, rezar a su dios o cubrirse con un pañuelo al ir al colegio”.
==Primera parte de cuatro
* 2- Multiculturalismo (II) A favor y en contra
* 3- Multiculturalismo (III) El factor educación
* 4- Multiculturalismo (IV) Insumos para el análisis
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en marzo de 2002)
Etiquetas: DDHH 2002-2004, Migraciones, Sociedades, Sociedades 2000/2002
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