26 febrero 2006

Nagorno Karabaj y Kosovo

En cierta forma puede calificárselo como el primer conflicto étnico de la era pos Guerra Fría, ya que surgió en pleno auge de la perestroika. Víctima de la zigzagueante política soviética de “nacionalidades”, el enclave de Nagorno Karabaj fue empujado al abismo a fuerza de decisiones administrativas. Habitado por armenios de religión cristiana, fue puesto bajo jurisdicción de Azerbaiyán, cuya población es mayoritariamente musulmana. Tres años antes de la caída de la Unión Soviética comenzaron los primeros problemas que luego derivaron en actos de “limpieza étnica”, incluyendo una recordada masacre cometida por azeríes en contra de mujeres armenias en la sala de maternidad de un hospital.

Esos antecedentes, y los largos años de una guerra civil que sólo se detuvo en 1994, iniciaron un complejo proceso de negociaciones que siempre se ha mantenido en un tercer plano informativo. Esta semana, una nueva ronda de conversaciones fue dada por terminada sin que se llegara a ningún acuerdo entre las partes. Tanto armenios como azeríes afirman que Nagorno Karabaj les pertenece. Por el momento Armenia controla el enclave y varias zonas cercanas, por lo que se vive en un estado de paz armada.

En la situación opuesta está el conflicto de Kosovo. El lunes 20 las delegaciones serbia y albanokosovar se sentarán ante una mesa de negociaciones que se instalará en Viena para tratar el futuro de esa provincia balcánica. Aunque también en este caso las partes comienzan con posiciones muy claras y en apariencia antagónicas, hay un mejor horizonte para la flexibilidad. Los kosovares de raíz albanesa parecen estar proclives a negociar una fórmula de autonomía, si es que abarca todos los aspectos de la administración de la provincia, y siempre y cuando no implique renunciar a la posibilidad de la independencia. Para los serbios, mientras tanto, la independencia de Kosovo resulta una hipótesis “impensable”, según lo afirmó el primer ministro Vojislav Kostunica. Desde Albania, el canciller Besnik Mustafaj aclaró –para despejar eventuales expectativas– que su país no tiene ningún interés en que se produzca una unión con Kosovo.

Puestas todas las cartas sobre la mesa, la solución de otorgar a la provincia una autonomía importante pero manteniéndola dentro de Serbia presenta dos caras de una solución que es triple. La tercer arista es la expectativa del ingreso de Serbia a la Unión Europea, por lo que los albanokosovares podrían convertirse en ciudadanos comunitarios y tendrían la garantía de que Belgrado debería cumplir con los estándares europeos en materia de respeto a los derechos humanos. Ya en 1999, en plena crisis balcánica, el escritor bosnio Predrag Matvejevic había dicho que la mejor solución para los pueblos balcánicos era vivir bajo un “arbitraje internacional”. En su opinión, el rol que en su momento cumplieron los imperios otomano y austríaco, que además de ser fuerzas de ocupación actuaron como elementos de contención ante los nacionalismos locales, podría en un futuro cumplirlo Bruselas, en un marco que fuera respetuoso de las soberanías y al que se llegara de común acuerdo. Por el momento, el protectorado de Kosovo, habitado en más de un 90 por ciento por personas de origen albanés, sigue siendo en los papeles una provincia serbia, aunque está bajo administración de las Naciones Unidas.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en febrero de 2006)

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