22 febrero 2006

Matices de una Misión de Paz

Uno de los temas internacionales que generó mayor impacto en Uruguay durante el año 2005 fue la situación haitiana. Se trató de la primera ocasión en que las apreciaciones sobre la conveniencia o no de integrar una misión de paz se refirieron directamente a las características de la crisis que el contingente de Naciones Unidas busca estabilizar. Hasta el surgimiento del dilema haitiano, las referencias políticas a la participación del país en Misiones de Paz se habían centrado en una asumida “pureza intrínseca” de esos esfuerzos de la comunidad internacional y, en voz un poco más baja, en la importancia de los ingresos económicos suplementarios que reciben los efectivos militares participantes. El surgimiento de diferencias al interior del oficialismo sobre si la presencia de cascos azules uruguayos en Haití debía mantenerse, reforzarse o revertirse, colocó encima de la mesa algunos elementos de toda misión de paz que, hasta entonces, habían pemanecido envueltos en la neblina de los sobreentendidos.

Para que haya misiones de paz antes tiene que haber habido crisis. Sea esta una guerra, un enfrentamiento interno, o un derrocamiento de los poderes establecidos. No hay crisis que esté libre de pecado original. En ese contexto es que actúa una comunidad internacional que está formada por centros de poder específicos. Esta evidencia tiene dos caras. Por un lado implica asumir que una misión de paz tendrá efectos en general favorables en la gestión de la hegemonía que hace, precisamente, el poder hegemónico, Estados Unidos. Pero por otro lado también tendrá efectos en la gestión de las hegemonías regionales que tienen las potencias medianas; en el caso de nuestro continente Brasil. En su modestia, la situación haitiana es diáfana con respecto a esta dualidad entre dos actores que, por su gravitación, podríamos calificar como el Lejano Norte y el Cercano Norte (ver artículo central de esta doble página). Por eso la primera zona espinosa con la que se enfrenta quien quiera analizar en profundidad el mandato y el funcionamiento de la Misión de Paz de Naciones Unidas en Haití, la Minustah, es dónde situar el origen de la crisis política más reciente.

Probablemente Haití tuvo en Uruguay el impacto de política interna que tuvo, porque participar de su estabilización implica una acción fuertemente connotada, que no puede ser resuelta únicamente apelando al cómodo paraguas del compromiso con las misiones de paz de Naciones Unidas. Participar de esta operación implica enderezar los entuertos creados por el impetuoso modo que tiene Estados Unidos de transitar por la parte de América que históricamente ha considerado su patio trasero, pero a la vez implica fortalecer el rol de Brasil en el tablero internacional y colaborar al éxito de la primera misión de envergadura en la que participan fuerzas armadas que responden a los gobiernos de centroizquierda del Cono Sur. Esto hace que la Minustah se vuelva, para los países que la integran, un complejo asunto de política exterior que es, a la vez, un insumo para la agenda de la política doméstica. Tal vez por eso la Minustah genera en los países participantes un debate que suele estar ausente cuando se envían cascos azules a cualquier otra de las múltiples áreas en conflicto que existen en el mundo.

==Septima parte de siete

* 1- Los Contradicciones del lejano y del cercano Norte
* 2- El pecado original
* 3- Liderazgo regional
* 4- Apoyo y oposición
* 5- Desde Argentina
* 6- Características de la crisis

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en febrero de 2006)

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