18 noviembre 2005

Gamberros, desestructurados y sin ley

La abundancia de términos para describir fenómenos similares no sólo genera problemas políticos, sino que también le quita el sueño a los traductores. El Parlamento Europeo, luego de un análisis de sus técnicos en cuestiones terminológicas, concluyó que la palabra castellana más adecuada para estos Estados no es “frágiles” sino “desestructurados”. Reconociendo la existencia de dos enfoques claramente diferenciados en el discurso internacional, el de “estados fallidos” y el de “estados que están fallando”, los técnicos recomiendan usar, respectivamente, “estados desestructurados” y “estados en procesos de desestructuración”, por considerar que “reflejan perfectamente los distintos matices de la terminología inglesa” y se ajustan a los enfoques que aparecen en documentos de la Cruz Roja Internacional y de la UNESCO.

Lo que desvela a los traductores es la altísima creatividad demostrada por la política exterior de Estados Unidos para generar nuevos conceptos, los que parecen responder a un interés de adaptarse a sus múltiples preocupaciones de seguridad más que a las necesidades de un diagnóstico preciso. El ejemplo más extremo de esta “creatividad dirigida” es el benjamín de estos conceptos/estigma: “populismo radical”, categoría incluida entre las nuevas amenazas para la seguridad, y que parece ser un concepto creado a la medida de un único país, Venezuela. Pero también el vecino más cercano a los venezolanos, Colombia, que siempre ha estado haciendo equilibrio en los bordes de los índices de fragilidad (muchas veces salvado a último momento de la categorización gracias al alineamiento de su actual presidente Alvaro Uribe -foto- con la política de seguridad hemisférica de Estados Unidos), tiene sobre su cuello el filo de las llamadas “áreas sin ley”. En este caso la fragilidad no sería de todo el Estado, sino que el problema se reduciría a la incapacidad de controlar ciertas porciones de territorio, lo que justificaría una colaboración puntual de Estados Unidos o de las potencias regionales para garantizar la seguridad en esas porciones de territorio donde el país ha perdido el monopolio de la fuerza legítima y la posibilidad de impartir justicia.

Estas fragilidades de moda recuerdan conceptualizaciones más antiguas, como la casi perimida categoría de los “Estados canallas” (o “Estados gamberros” para respetar el castizo de Taibo, autor citado en el cuerpo central de esta nota), que estuvieron de moda en los años noventa, y que definían a países como la Liba de Gadafi, la Serbia de Milosevic, o el desaparecido Irak de Sadam Husein. En una suerte de mutación, en la que no han sido ajenos los errores de los centros hegemónicos, ahora la comunidad internacional ya no tiene que lidiar con los “Estados gamberros” sino con “los gamberros sin Estado". Esas zonas inasibles del mapa político, en las que no hay una embajada sobre la que presionar ni un asiento en Naciones Unidas sobre el que centrar las acusaciones, son las que favorecerían el establecimiento de redes trasnacionales delictivas. Menudo problema en el que están embarcadas, por partes iguales, las agencias de seguridad y las de desarrollo.

==Octava parte de nueve

* 1- La fragilidad como amenaza
* 2- Dos enfoques
* 3- Seguridad para el desarrollo
* 4- Desarrollo para la seguridad
* 5- El riesgo
* 6- La polémica
* 7- El caso congoleño
* 9- Fuentes

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en noviembre de 2005)

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