14 julio 2004

Los jinetes armados de Sudán

La Liga Árabe está preocupada por la situación de Darfur. Más allá de la catástrofe humanitaria que mantiene alerta a la comunidad internacional, la Liga teme que ese antiguo conflicto le de a Estados Unidos un pretexto para intervenir en Sudán, y lo coloca como el tercer punto de su agenda, sólo superado por los temas palestino e iraquí. Lo cierto es que agitando ese fantasma, se busca controlar a las milicias árabes que están efectuando una limpieza étnica contra la población negra cristiana y animista.

La noticia del llamado de la Liga Árabe a que el gobierno de Sudán controle a las milicias Janjaweed, es un reconocimiento explícito de las denuncias que han venido realizando desde hace meses organismos defensores de los derechos humanos primero, y agencias de Naciones Unidas después. Darfur ha ingresado al mapa de la información internacional debido al riesgo de hambruna que pende sobre centenares de miles de refugiados, que han escapado de una guerra que lleva, con intermitencias, más de veinte años. Sin embargo, el hambre de los que escapan no es la única cara de una situación difícil de imaginar. También debe tenerse en cuenta que con motivo de la violencia étnico-religiosa ya han muerto un millón de personas en Sudán, y que día tras día, los que no han podido escapar se enfrentan a ataques constantes que provocan una cuota diaria de muerte y terror. Porque como se ha hecho costumbre en los conflictos modernos, no sólo se mata a los civiles, sino que también se emplea la quema de casas y la violación como un arma de guerra, utilizándola para aterrorizar a poblaciones enteras con una política de tierra arrasada. De ese modo, los grupos perseguidos se ven obligados a abandonar su territorio, y la limpieza étnica se consuma.

Santiago Tazón, en un análisis sobre Darfur, indica que allí se encuentra el punto más grave de la línea de tensión que divide África, trazando una frontera imaginaria entre un norte árabe e islámico y un sur negro de religión cristiana o animista. Para complicar las cosas un poco más, y como también ocurre en otros conflictos africanos, la divisoria no es sólo étnico-religiosa, sino también de formas de producción, ya que los árabes son pastores ganaderos y los negros son agricultores sedentarios. Una divisoria que reproduce la vieja división entre amos y esclavos en los tiempos de la esclavitud que se registraba en el interior de las tierras africanas. Tazón explica que las políticas oficiales de arabización “habían conseguido un Sudán más árabe e islámico, con asentamientos de tribus árabes dónde antes vivían sólo tribus no arabes”. Pero en la zona de Darfur las tribus negras de las etnias Fur, Zaghawa y Massaleet se resistieron a la arabización, y fueron encontrando en sus religiones, ya fuera cristiana o animista, una fortaliza para oponerse al avasallamiento que se les pretendía imponer desde el poder. No se trataba de definir qué dios sería adorado en los templos o de un asunto de raíz integrista como el que enfrenta a musulmanes y cristianos en Nigeria, sino que en Darfur estaba en juego la posesión de la tierra, que por el proceso de desertificación que vive Sudán se está volviendo cada vez un bien más escaso.

==Primera parte de cuatro

* 2- Testimonios
* 3- La situación actual
* 4- Apoyo oficial

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 14 de julio de 2004)

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