17 noviembre 2006

Temores mutuos

El presidente ruso Vladimir Putin lo había advertido en la Cumbre europea de octubre: en Georgia “podría ocurrir un baño de sangre”. Ahora la situación tiene nuevos elementos que la vuelven todavía más peligrosa. El 99 % de los osetios del sur proclamaron esta semana la independencia de esa región ubicada en territorio georgiano. El gobierno central y la comunidad internacional rechazaron suretensión. Georgia dobló la apuesta y acusó a Moscú de estar detrás de un plan de desestabilización contra su país, plan mediante el cual estaría apoyando a los separatistas sudosetios, quienes pretenderían unirse a Osetia del Norte, esta última en territorio ruso. Pero la crisis no se reduce a un referéndum supuestamente ilegal y a un cruce de acusaciones entre países vecinos. Varias cartas están siendo sopesadas por detrás de los recientes episodios de Osetia del Sur. Tanto por parte de quienes promovieron el referéndum como de quienes rechazaron sus resultados.

Una de las cartas es la agenda de la cumbre de la Alianza Atlántica (OTAN) a realizarse en Letonia los próximos 28 y 29. En el encuentro de Riga (al que no concurrirá el saliente Secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Runsfeld) se piensa insistir en la “oferta de un diálogo intensificado” para estrechar lazos militares con Georgia, según declaró el Secretario General de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer. Esto, evidentemente, incomoda a Moscú, que sigue viendo cómo la Alianza Atlántica amplía su presencia en una amplia franja de territorio que tradicionalmente ha sido zona de influencia rusa. Pero el estrés circula en ambas direcciones.

Occidente también está preocupado por recientes informaciones de inteligencia acerca del liderazgo ruso en la formación de un supuesto “cártel del gas”. Un artículo del Financial Times del martes 14, cita un reporte en el que se da cuenta de los primeros plazos para un acuerdo entre Rusia, Argelia, Qatar, Libia, las repúblicas del Asia Central e Irán, para usar sus recursos energéticos como medio de presión política. Al otro día, un análisis de Francesca Sforza en La Stampa otorga verosimilitud al rechazo de Rusia a esta acusación, debido a la diversidad, a veces contradictoria, de “los intereses que ligan a Rusia con el grupo de países del presunto cartel del gas”.

Pero Europa no sólo tiene planes militares para Georgia. También parece reservarle un rol político de importancia en la consolidación de su influencia sobre las ex Repúblicas Soviéticas. En ese sentido resulta sintomática la presencia del canciller georgiano en una reunión de alto nivel realizada en Bruselas esta semana para destrabar el diferendo entre Armenia y Azerbaiyán sobre el enclave de Nagorno Karabaj (foto). Para la Unión Europea el papel de Georgia está claramente definido en un documento que firmaron el lunes pasado, en el que las partes se comprometen a fortalecer los lazos de cooperación en base a “los valores comunes europeos” y a impulsar una serie de reformas democráticas en el Cáucaso.

No es un avance menor, si se tiene en cuenta que el vértice georgiano de este triángulo podría obtener la solución a un conflicto que se remonta a 1991, y que no habían logrado anteriormente los oficios diplomáticos de Estados Unidos y Rusia sumados. Solución que reafirma el rol de la Unión Europea como actor de primer orden en el Cáucaso, pero que también permitiría a Georgia desactivar las intenciones separatistas de osetios y abjasios (ver Brecha del 18 de agosto), ya que consolidaría el principio de integridad territorial de los países. No debe olvidarse que el conflicto de Nagorno Karabaj tuvo su “causa ocasional” en la declaración de independencia realizada por la mayoría armenia que vivía en esa zona del territorio de Azerbaiyán. Siendo artífice de un acuerdo sobre Nagorno Karabaj, Georgia estaría “predicando contra el ejemplo”.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 17 de noviembre de 2006)

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