13 octubre 2006

Difícil vecindad

La opinión pública india está más preocupada por la reciente epidemia de dengue (que afectó incluso a los nietos del primer ministro) que por las revelaciones acerca de la complicidad paquistaní en los atentados ocurridos el 11 de julio en el sistema ferroviario de Mumbai. Nadie se asombra de que una investigación confirme lo que años de realidad y propaganda acostumbraron a imaginar. Y probablemente tampoco haya demasiada sorpresa en las revelaciones que se conocieron el miércoles pasado, cuando el abogado de los supuestos autores materiales dijo que las confesiones habían sido arrancadas bajo presión.

Del otro lado de la frontera, a juzgar por el espacio dedicado por los periódicos a los que puede accederse vía internet, los editores paquistaníes tampoco pierden el sueño por la acusación de sus vecinos. Están bastante ocupados en informar sobre el flamante libro de memorias de su presidente de facto, Pervez Musharraf, o en seguir las polémicas que ha generado, no sólo por su contenido sino también por los excesivos gastos que ha debido pagar el Estado para patrocinar una gira mundial de promoción en la que el autor se hizo acompañar por una comitiva de setenta personas. Sin embargo, más allá de lo que muestran los titulares de la prensa local, y contrariamente a lo que podría parecer a primera vista, la difusión del apoyo que los servicios secretos de Pakistán habrían dado a los autores de los ataques que mataron a 186 personas abre, paradójicamente, una oportunidad de mejora de las relaciones entre ambos países.

Uno de los caminos para prevenir conflictos, o para empezar a cicatrizar heridas, es el establecimiento de medidas de “confianza recíproca”. Medidas progresivas por las cuales se generan mecanismos de cooperación entre los aparatos armados de países que estuvieron enfrentados o cuya paz es frágil. Recientemente, como resultado de los esfuerzos de acercamiento entre India y Pakistán (por ejemplo durante la Cumbre de Países no Alineados realizada en La Habana), se estableció un esquema de cooperación de sus servicios de seguridad. Un mecanismo destinado a ir desmantelando el reflejo condicionado de las acusaciones mutuas, retórica que encuentra su criterio de verosimilitud en la historia de desestabilizaciones recíprocas con epicentro en la disputada región de Cachemira. Por eso, como primer paso de un deshielo progresivo, ahora se busca cambiar esa desconfianza por cooperación.

Cuando el jefe de policía de Mumbai dijo la semana pasada que su investigación permitió descubrir que los atentados de julio fueron planeados por el ISI ((Inter-Services Intelligence, agencia de inteligencia paquistaní) y realizados por el Lashkar-e-Toiba, un grupo islamista radical basado en Pakistán, se pensó que la reacción de los gobiernos sería una nueva escalada de declaraciones altisonantes. Pese a eso, y luego del esperable desmentido oficial paquistaní, el premier indio, Manmohan Singh, se comprometió a compartir con sus vecinos las pruebas que obtuvo la policía de Mumbai. “Los probaremos, a ver qué tan sinceramente están dispuestos a llevar adelante el compromiso que el president Musharraf y yo hemos firmado en nuestra declaración conjunta”, dijo, en referencia al acuerdo alcanzado en Cuba.

Es un paso. Aunque las pruebas de lo ocurrido a mediados de año sean tan débiles como se sospecha, las heridas abiertas son muchas. Como ejemplo de todo lo que deberá dejarse atrás baste decir que este jueves, sin ir más lejos, una corte india procesó a dos nuevos acusados en el caso de otra serie de atentados en cadena, los ocurridos en 1993 con un costo de 257 vidas, también en Mumbai. De los documentos del veredicto, disponibles en la edición on line del The Times of India, se desprende que los autores y sus cómplices recibieron entrenamiento en Pakistán.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 13 de octubre de 2006)

Etiquetas: , , ,