India: la vertiginosa lentitud del cambio
India, que en la década de los sesenta seducía con su promesa de espiritualidad, se ha convertido en la tierra prometida de los negocios. El rumbo de su política exterior la sitúa como referente del multilateralismo en la construcción de un nuevo escenario internacional que en 2050 la tendrá, junto a China, generando la mitad del producto bruto del mundo. Dentro de fronteras la pobreza disminuyó veinte puntos porcentuales en las últimas dos décadas: un ritmo vertiginosamente lento para los 826 millones de personas que todavía viven con menos de dos dólares diarios.
Con mil cien millones de habitantes, India es un país en permanente tensión entre la unidad que necesita para consolidar su vocación de potencia regional y la diversidad que surge de su compleja composición demográfica. En un territorio en el que se hablan mil quinientas lenguas y dialectos, la tendencia a la fragmentación no resulta fácil de conjurar. La religión hindú, que según el censo oficial es practicada por el 82 por ciento de sus habitantes, es un factor que por su carácter dominante contribuye a crear un centro y una periferia en una sociedad altamente estratificada. Pero la democracia más poblada del mundo tiene sus herramientas integradoras en la cultura de masas: la producción cinematográfica y el críquet. Mil películas anuales, entre las que se destaca como género principal la comedia musical melodramática, se diseminan a lo largo de las salas de proyección de un territorio de más de tres millones de kilómetros cuadrados y se extienden, como producto de exportación, a las comunidades indias que habitan fuera de fronteras.
Pero si hay algo que une en esa multiplicidad es el críquet, deporte que pese a su estirpe británica cumplió un rol tan importante en el proceso de descolonización que pasó a ser identificado con la propia idea de nación India. Esta India trabajosamente construida en su interior es, en la actualidad, un actor internacional de primer orden. No sólo por su carácter de laboratorio del conocimiento de punta, o por su compleja relación con Estados Unidos sino, sobre todo, por su papel en la consolidación de un proyecto sólido de política exterior que privilegie el multilateralismo y la acción internacional concertada entre las potencias regionales del Sur. Esos tres aspectos deben tenerse presentes a la hora de “leer” las informaciones fragmentadas y descontextualizadas que, tamizadas por las grandes cadenas de noticias, llegan a diario desde ese país asiático.
Una vocación temprana
La política exterior no fue para India una construcción progresiva, sino que, en cierta medida, su necesidad de lidiar con las cuestiones internacionales proviene de un trauma de nacimiento. El nuevo Estado debe aceptar, para poder nacer, la partición de la antigua India británica en dos: India y Pakistán. Una separación basada en factores religiosos (India para los hindúes, Pakistán para los musulmanes), que según los expertos en el tema implicó una derrota para el laicismo democrático del Congreso Nacional Indio, fuerza política que tenía como referentes a Mahatma Gandhi (foto) y Jawaharlal Nehru. Para medir la fuerza de esa derrota baste recordar que Gandhi había llegado a decir que antes de dividir la India tendrían que partir en dos su propio cuerpo”, anota Juan López Nadal, ex subdirector general de Filipinas y el área del Pacífico en el Ministerio de Asuntos Exteriores de España.
La política exterior pasa a ser, entonces, desde su propio origen como Estado nación, una forma de elaborar esa crisis de nacimiento. Esa necesidad inicial no impidió a los líderes indios ver el panorama completo de su inserción en el mundo. No en vano Nehru (foto) dijo que "política interior y política exterior producen efectos reactivos la una sobre la otra, por lo que deben integrarse entre sí". López Nadal asegura que este elemento del pensamiento político de Nehru “es clave para entender la identificación de la India independiente con el Movimiento de los No Alineados (MNOAL), del que Nehru sería (junto a Nasser, Tito y Sukarno) uno de los padres fundadores”. En cierta medida, agrega el especialista, “el no alineamiento en política exterior se corresponde con la filosofía del Congreso en política interna: no violencia, tolerancia ideológica y religiosa, así como disposición al compromiso”.
A pesar de los cambios que ha habido en el mundo en estas últimas décadas, el rol de India como sostén del MNOAL quedó demostrado en la reciente cumbre de La Habana. Pero ese compromiso con el foro global no impide que la política exterior India sea práctica y flexible. Es práctica porque sabe que una doctrina como el multilateralismo necesita de un foro amplio para enunciarse pero también requiere de acuerdos a menor escala para aplicarse (de ahí su alianza con Brasil y Sudáfrica, sobre la que se incluye un artículo en este mismo número). Y es flexible porque ese énfasis en el multilateralismo no le impide ver (y actuar) la necesidad de estrechar relaciones con la potencia dominante, Estados Unidos.
Mirando a China a través de India
En cierta medida podría interpretarse que, buscado o no, el trayecto de India en la arena de la política exterior actual está más enfocada a una competencia con China que con Estados Unidos. Es cierto que el unilateralismo de la Administración Bush es el reverso de la apuesta multilateral india, pero también es cierto que ambos se necesitan mutuamente. Si India desea mantener su saldo favorable en la pulseada con Pakistán, necesita que Estados Unidos se mantenga relativamente equidistante, y si Estados Unidos desea evitar la proliferación de tecnología nuclear y uranio enriquecido entre países que le son potencialmente antipáticos (con Irán y Corea del Norte como casos emblemáticos pero no únicos) necesita controlar no sólo a Rusia sino también a India.
En un mundo en el que las relaciones internacionales no están dictadas solamente por la política sino también por los negocios, India sabe que esa fría entente con Estados Unidos y esa cálida alianza con otras potencias regionales, son condiciones necesarias pero no suficientes para su carácter de potencia emergente. Una potencia emergente es esa que no sólo incide en su espacio geográfico sino que adquiere proyección global, aun sin ser potencia dominante. La apuesta al multilateralismo desde el punto de vista de la cancillería india es también una apuesta a un mundo en que no haya una potencia dominante.
No es sólo una expresión de deseo sino que traza una hipótesis de largo aliento mirando a 2050, año que ya viene adquiriendo dimensiones míticas entre los analistas internacionales, ya que ahí se estableció, artificialmente, el momento en que China pasará a cumplir con todas las letras su rol de potencia desafiante. Uno de los escenarios para ese momento muestra la sustitución de una hegemonía por otra, pero otros escenarios diseñan un mundo en el que la hegemonía única será sustituida por un mundo pluripolar. A ese escenario parece apuntar India, no sólo por coherencia con su política exterior multilateralista, sino por su actual desarrollo de sectores estratégicos de su economía.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 29 de setiembre de 2006)
Con mil cien millones de habitantes, India es un país en permanente tensión entre la unidad que necesita para consolidar su vocación de potencia regional y la diversidad que surge de su compleja composición demográfica. En un territorio en el que se hablan mil quinientas lenguas y dialectos, la tendencia a la fragmentación no resulta fácil de conjurar. La religión hindú, que según el censo oficial es practicada por el 82 por ciento de sus habitantes, es un factor que por su carácter dominante contribuye a crear un centro y una periferia en una sociedad altamente estratificada. Pero la democracia más poblada del mundo tiene sus herramientas integradoras en la cultura de masas: la producción cinematográfica y el críquet. Mil películas anuales, entre las que se destaca como género principal la comedia musical melodramática, se diseminan a lo largo de las salas de proyección de un territorio de más de tres millones de kilómetros cuadrados y se extienden, como producto de exportación, a las comunidades indias que habitan fuera de fronteras.
Pero si hay algo que une en esa multiplicidad es el críquet, deporte que pese a su estirpe británica cumplió un rol tan importante en el proceso de descolonización que pasó a ser identificado con la propia idea de nación India. Esta India trabajosamente construida en su interior es, en la actualidad, un actor internacional de primer orden. No sólo por su carácter de laboratorio del conocimiento de punta, o por su compleja relación con Estados Unidos sino, sobre todo, por su papel en la consolidación de un proyecto sólido de política exterior que privilegie el multilateralismo y la acción internacional concertada entre las potencias regionales del Sur. Esos tres aspectos deben tenerse presentes a la hora de “leer” las informaciones fragmentadas y descontextualizadas que, tamizadas por las grandes cadenas de noticias, llegan a diario desde ese país asiático.
Una vocación temprana
La política exterior no fue para India una construcción progresiva, sino que, en cierta medida, su necesidad de lidiar con las cuestiones internacionales proviene de un trauma de nacimiento. El nuevo Estado debe aceptar, para poder nacer, la partición de la antigua India británica en dos: India y Pakistán. Una separación basada en factores religiosos (India para los hindúes, Pakistán para los musulmanes), que según los expertos en el tema implicó una derrota para el laicismo democrático del Congreso Nacional Indio, fuerza política que tenía como referentes a Mahatma Gandhi (foto) y Jawaharlal Nehru. Para medir la fuerza de esa derrota baste recordar que Gandhi había llegado a decir que antes de dividir la India tendrían que partir en dos su propio cuerpo”, anota Juan López Nadal, ex subdirector general de Filipinas y el área del Pacífico en el Ministerio de Asuntos Exteriores de España.
La política exterior pasa a ser, entonces, desde su propio origen como Estado nación, una forma de elaborar esa crisis de nacimiento. Esa necesidad inicial no impidió a los líderes indios ver el panorama completo de su inserción en el mundo. No en vano Nehru (foto) dijo que "política interior y política exterior producen efectos reactivos la una sobre la otra, por lo que deben integrarse entre sí". López Nadal asegura que este elemento del pensamiento político de Nehru “es clave para entender la identificación de la India independiente con el Movimiento de los No Alineados (MNOAL), del que Nehru sería (junto a Nasser, Tito y Sukarno) uno de los padres fundadores”. En cierta medida, agrega el especialista, “el no alineamiento en política exterior se corresponde con la filosofía del Congreso en política interna: no violencia, tolerancia ideológica y religiosa, así como disposición al compromiso”.
A pesar de los cambios que ha habido en el mundo en estas últimas décadas, el rol de India como sostén del MNOAL quedó demostrado en la reciente cumbre de La Habana. Pero ese compromiso con el foro global no impide que la política exterior India sea práctica y flexible. Es práctica porque sabe que una doctrina como el multilateralismo necesita de un foro amplio para enunciarse pero también requiere de acuerdos a menor escala para aplicarse (de ahí su alianza con Brasil y Sudáfrica, sobre la que se incluye un artículo en este mismo número). Y es flexible porque ese énfasis en el multilateralismo no le impide ver (y actuar) la necesidad de estrechar relaciones con la potencia dominante, Estados Unidos.
Mirando a China a través de India
En cierta medida podría interpretarse que, buscado o no, el trayecto de India en la arena de la política exterior actual está más enfocada a una competencia con China que con Estados Unidos. Es cierto que el unilateralismo de la Administración Bush es el reverso de la apuesta multilateral india, pero también es cierto que ambos se necesitan mutuamente. Si India desea mantener su saldo favorable en la pulseada con Pakistán, necesita que Estados Unidos se mantenga relativamente equidistante, y si Estados Unidos desea evitar la proliferación de tecnología nuclear y uranio enriquecido entre países que le son potencialmente antipáticos (con Irán y Corea del Norte como casos emblemáticos pero no únicos) necesita controlar no sólo a Rusia sino también a India.
En un mundo en el que las relaciones internacionales no están dictadas solamente por la política sino también por los negocios, India sabe que esa fría entente con Estados Unidos y esa cálida alianza con otras potencias regionales, son condiciones necesarias pero no suficientes para su carácter de potencia emergente. Una potencia emergente es esa que no sólo incide en su espacio geográfico sino que adquiere proyección global, aun sin ser potencia dominante. La apuesta al multilateralismo desde el punto de vista de la cancillería india es también una apuesta a un mundo en que no haya una potencia dominante.
No es sólo una expresión de deseo sino que traza una hipótesis de largo aliento mirando a 2050, año que ya viene adquiriendo dimensiones míticas entre los analistas internacionales, ya que ahí se estableció, artificialmente, el momento en que China pasará a cumplir con todas las letras su rol de potencia desafiante. Uno de los escenarios para ese momento muestra la sustitución de una hegemonía por otra, pero otros escenarios diseñan un mundo en el que la hegemonía única será sustituida por un mundo pluripolar. A ese escenario parece apuntar India, no sólo por coherencia con su política exterior multilateralista, sino por su actual desarrollo de sectores estratégicos de su economía.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 29 de setiembre de 2006)
Etiquetas: Asia del Sur, China 2006/2007, India, Multilateralismo
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