19 octubre 2001

La China mítica de Gao Xingjian: La Montaña del alma

Entre los argumentos esgrimidos por la Academia Sueca para otorgarle a Gao Xingjian el Premio Nobel de Literatura 2000, está el que califica a su novela La montaña del alma como “un libro que no se parece a ningún otro”. Luego de leer las 651 páginas que tiene la obra en su edición española*, es imposible no estar de acuerdo con esa afirmación. La historia es simple: un escritor chino, que durante algunos días supuso que sufría un cáncer terminal, recibe los resultados de nuevos exámenes que comprueban que se había tratado de un error de diagnóstico, entonces (¿cabe la palabra ‘entonces’ para referir al argumento de una novela en la que no hay una linealidad en las relaciones causa-efecto?) parte en un viaje iniciático desde Pekín a la China profunda, obsesionado con rescatar viejas tradiciones que se creen perdidas, encontrar testimonios de la existencia del ‘hombre salvaje’ —o Yeti—, sumergirse en esa sabiduría popular y milenaria que se esconde en las pequeñas aldeas de su país, y con alcanzar, finalmente, la mítica montaña que da título a su novela. El resultado es una ‘road-novel’ que avanza por polvorientos caminos de provincia, mientras su autor hace equilibrio con los riesgos formales que asume.

La primera sorpresa radica en el punto de vista que elije Gao para contar su historia. Intercala capítulos en segunda persona en los que el narrador se dirije al personaje como ‘tú’ mientras le va relatando la acción (“pronto has penetrado en un barranco oscuro, donde no veías ya ni el mar ni el camino”), con otros contados como narrador-personaje, a través del uso del ‘yo’, e incluso algún que otro ‘él’ que llega en auxilio de Gao para hacer avanzar la acción o discutir con la hipotética figura de un crítico. Cualquier elaboración que se quiera hacer a partir de esta legión de personajes que en verdad son uno solo, debe callar cuando se llega al capítulo 52, donde el autor explica la situación: “Tú sabes que no hago nada más que hablarme a mí mismo para distraer mi soledad (...) en este largo monólogo, ‘tú’ es el objeto de mi relato, en realidad es un yo que me escucha atentamente, ‘tú’ no es más que mi propia sombra (...) Tú estás en tu propio viaje espiritual, andas errante por el mundo entero conmigo siguiendo tus pensamientos, y cuando más lejos vas, más te acercas, hasta que, inevitablemente, se vuelve imposible disociarnos; entonces tienes que retroceder un paso y esta distancia que se crea es ‘él’, y ‘él’ es una silueta cuando me abandonas y te alejas”. El único pronombre que no cabe en este personaje central de pieles múltiples es ‘nosotros’.

Poco a poco el lector va descubriendo que el orden de las páginas no responde, en realidad, a una sucesión cronológica, sino que el conjunto de capítulos que se cuentan utilizando el ‘tú’, corren en paralelo con los que se narran desde el ‘yo’, hasta que, pasada la mitad del libro, parecen cruzarse y mezclarse en un tronco común. Luego de la sorpresa de las primeras páginas, el lector comienza a comprender que a ‘tú’ le compete la arista metafísica de la búsqueda de esa mítica montaña que siempre, avance hacia donde avance, cruce los puentes que cruce, parece estar “en la otra ribera”; mientras que a ‘yo’ se le reservan los detalles prácticos del viaje y, en compensación, algún que otro romance.

Tal vez porque, como lo confiesa en una parte de la novela y lo repite en su discurso de aceptación del Premio Nobel, mientras escribía La montaña del alma no tenía la más mínima esperanza de que fuera publicada, el autor se permite varias libertades. Por ejemplo, dejar a un personaje, a ‘yo’, perdido en un bosque de montaña en uno de los primeros capítulos, se diría que al borde de la muerte, sin enviar en su ayuda ningún recurso literario de rescate, y simplemente pocas páginas más tarde reaparece ‘yo’, ¿el mismo ‘yo’?, sin hacer la más mínima referencia a aquél suceso.

==Primera parte de dos

* 2- La China mítica de Gao Xingjian:
La Montaña del alma (II)


(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha )el 19 de octubre de 2001

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