20 septiembre 2001

Cría cuervos

Pocas cosas implican mayor margen de error para una potencia hegemónica que escoger los aliados correctos en cada rincón del mundo en el que siente que sus intereses están en juego. Un aspecto en el que Estados Unidos ha venido demostrando menor puntería que su antecesora, Gran Bretaña.

Basta citar el ejemplo de la última alianza realizada por los británicos, durante la Segunda Guerra Mundial. En esa oportunidad el primer ministro Winston Churchill (foto) optó por apoyar, en el escenario balcánico, a los partisanos comunistas de Josip Broz “Tito”, en lugar de sostener a los serbios monárquicos, que también combatían a los nazis con la táctica de la guerra de guerrillas. Lo hizo en parte por la mayor efectividad de los partisanos, y en parte debido a que los monárquicos aprovechaban la ocasión para practicar una limpieza étnica encubierta contra los propios yugoslavos.

Medio siglo después, Estados Unidos se equivocaría varias veces en ese mismo lugar del mundo. Su último traspié fue contribuir a fortalecer un movimiento guerrillero co-financiado por el tráfico de heroina y la trata de blancas, la guerrilla albanesa kosovar, la UCK. Considerados “combatientes por la libertad” hasta 1999, la UCK, apenas tuvo su oportunidad gracias al momentáneo vacío de poder que creó la campaña aérea de la Alianza Atlántica (OTAN), aplicó contra la población civil serbia la misma metodología de limpieza étnica que el ejército yugoslavo había aplicado sobre la población albanesa.

Una historia lejanamente similar a la que una década antes había ocurrido en Nicaragua, cuando el gobierno republicano de Ronald Reagan (foto) creó la contra dirigida por los mismos oficiales de la Guardia somocista que su antecesor demócrata, Jimmy Carter, había ayudado a derrocar quitándole su apoyo militar por las atrocidades cometidas contra la población civil y por el asesinato de un periodista estadounidense. Una contra que todavía hoy, con sus grupos remanentes que han perdido todo contenido político, sigue delinquiendo en las zonas más inaccesibles del país, jaqueando a los productores rurales con las armas que Estados Unidos entregó para defender a esos mismos productores del ‘azote’ de la reforma agraria.

En el contexto de Medio Oriente, las historias de antiguos aliados vueltos enemigos tienen su figura más emblemática en el irakí Saddam Hussein. Luego que la revolución islámica iraní derrocara al principal protegido de Estados Unidos en la región, el sha Reza Palhavi, Irak invadió Irán seguro de contar con el sostén de Occidente. Hussein logró el apoyo de Estados Unidos, de Francia, y de la Unión Soviética (preocupada por la acción del Islam en sus repúblicas de Asia Central). El resto es historia: ocho años de guerra, uso de armas químicas por parte de Irak, un millón de muertos. Con el tiempo Saddam se convirtió en símbolo antinorteamericano, desencadenando la invasión a Kuwait primero (2 de agosto de 1990), la Guerra del Golfo después (enero-abril de 1991), y las draconianas sanciones militares y económicas que su población todavía sufre.

==Cuarta parte de cuatro

* 1- Las paradojas de una vieja alianza
* 2- Musulmanes radicales y moderados
* 3- Los talibán

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en setiembre de 2001)

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