La pasión compartida (I)
"Para una buena traducción literaria resulta esencial compartir la pasión creativa, habitar, aunque sólo sea por momentos y vagamente, los territorios de la imaginación que el autor original frecuenta", asegura Ramón Sánchez Lizarralde, traductor al español de la obra de Ismail Kadaré (foto), autor albanés varias veces candidato al Nobel.
La imagen de los albaneses que han estado brindando los últimos acontecimientos, es la de un pueblo sumido en el caos y la pobreza, golpeado dentro de fronteras por la caída de las pirámides financieras que evaporaron los ahorros de las capas medias, y golpeado fuera de Albania por los conflictos étnicos de Kosovo y de Macedonia. Las actividades de las mafias y la vinculación entre la guerrilla albanokosovar y el dinero proveniente del tráfico de heroina, colaboraron a levantar un velo de sordidez alrededor de lo albanés, un velo que en algunos países europeos disfraza, sólo a medias, el rechazo xenófobo. Películas exhibidas en Montevideo como L'América -del italiano Gianni Ameglio- o La eternidad y un día -del griego Theo Angelopoulous- reafirmaron parte de esa percepción. Pero esa es sólo una porción de la realidad. Albania, cuyos habitantes se consideran herederos de los antiguos ilirios, ha dado a Europa una de las voces más importantes del panorama literario actual: Ismail Kadaré, varias veces candidato al Premio Nobel.
"Perdurable" es el calificativo que elige para definirlo Ramón Sánchez Lizarralde, traductor al español de diecinueve de sus novelas, que obtuvo en España el prestigioso Pemio Nacional de Traducción. Esta entrevista con Sánchez Lizarralde no se detiene solamente en sus valoraciones sobre el autor de libros como El General del Ejército Muerto o El Palacio de los sueños, sino que también profundiza en la relación entre el traductor y el escritor, en las dificultades particulares que presenta la traducción de poesía, y traza un brevísimo panorama de la literatura albanesa actual.
¿Cómo se produjo su primer contacto con la obra de Kadaré y con la cultura albanesa?
-Mi llegada hasta Kadaré fue consecuencia de mi aprendizaje de la lengua albanesa y mi toma de contacto con la cultura de ese pueblo. Trabajé y viví en Albania durante cuatro años y medio, y tuve oportunidad de profundizar medianamente en el conocimiento de ambas. De manera natural, a medida que el proceso de reconocimiento iba teniendo lugar, me tropecé inevitablemente con la obra del más grande escritor albanés, Kadaré, que si me sirvió inicialmente como medio de asimilación de lo elemental, su lectura se fue transformando luego en algo de orden superior, o más sutil, hasta empujarme al empeño de traducirla. Personalmente, tuve oportunidad de conocer a Kadaré en los primeros años ochenta, aunque en aquel tiempo nuestra relación fue forzosamente superficial, y un tanto desconfiada. Pero fue con posterioridad, de regreso en España, donde concebí seriamente el proyecto de traducir las novelas de Kadaré al castellano (y de otros autores albaneses), y en consecuencia me sumergí, hasta conocerla suficientemente, en la extensa y brillante obra de nuestro autor.
-En el año 1998 usted dictó, en la Universidad Complutense de Madrid, una conferencia conjunta con Ismail Kadaré sobre los problemas de comunicación e interpretación entre un autor vivo y su traductor. ¿Cómo resumiría esos problemas en términos generales, y cómo se manifiestan en particular en su vínculo con Kadaré?
-Como dije entonces, a mi juicio esos problemas son diferentes en cada caso, dependiendo de múltiples factores de carácter personal, social, cultural, etcétera. El reto para el traductor consiste siempre en indagar con el máximo posible de profundidad y sutileza en las interioridades de su autor, en desentrañar sus herencias, sus procedimientos, sus pasiones literarias y lingüísticas, sus fobias y sus filias, sus puntos fuertes y sus flaquezas (todo ello por lo que respecta a la adecuada interpretación del texto). El medio supremo es, naturalmente, la lectura de la obra y su análisis, y nada puede sustituir nunca a este recurso. Ahora bien, cuando se trata, como es el caso, de un autor vivo, existe la posibilidad de acudir directamente a él, de lograr proximidad, confianza, un contacto que nos ayude y resuelva nuestras dudas e inseguridades. Eso funciona, a veces; otras, se convierte en una rémora. Todo depende de cómo sea el autor en cuestión, cuánto le importe el fenómeno de la traducción, qué ganas tenga de emplear su tiempo en tales relaciones, en qué medida sea sociable y dado a la comunicación, o discreto, o huraño. Y en parecida medida de cómo sea el traductor mismo. Finalmente, hay autores que en la lectura de sus propias obras, en determinados aspectos, particularmente lingüísticos, son menos lúcidos que sus lectores más atentos, es decir, sus traductores. Y otros que, por conocer mejor o peor la lengua a la que se les traduce, se creen en condiciones de establecer qué está bien y qué mal en la traducción, casi siempre con menguados resultados, si no catastróficos. En mi caso concreto, he procurado evitar, incluso teniendo una excelente relación de amistad con Ismaíl Kadaré desde hace años, recurrir a él para consultas directamente relacionadas con el texto. Prefiero que nuestras conversaciones literarias tengan que ver con los impulsos y las motivaciones que le llevan a la creación de sus mundos y sus personajes... Ello es así porque de ese modo averiguo las cosas que más me intrigan e interesan, y suelen ser de mayor fuste, pero también porque, en mi opinión, para alcanzar a hacer una buena traducción de literatura (es decir, de literatura relevante), resulta esencial compartir o al menos comprender la pasión literaria, creativa, habitar, aunque sólo sea por momentos y vagamente, los territorios de la imaginación que el autor original frecuenta; experimentar los vértigos que el proceso de creación literaria lleva necesariamente aparejados. Desde luego, esa peculiar relación ha venido dictada también por el carácter y el talante de ambos.
¿Qué dificultades y desafíos desde el punto de vista de la traducción presenta la obra de Kadaré en particular?
-Las dificultades o desafíos son de diverso orden. En primer lugar, se trataba y aún se trata de poner las primeras piedras del intercambio entre el albanés y el castellano (en la dirección indicada, pues en sentido contrario existía ya una mediana tradición de traslado de textos). Eso, teniendo en cuenta las diferencias culturales entre ambos mundos: religiosas, de costumbres, en cuanto al desarrollo social, por lo que se refiere a los influjos culturales respectivamente recibidos, etcétera. Por otra parte, no existía ni existe aún hoy ningún diccionario bilingüe que pueda ser considerado fiable de nuestras dos lenguas, y habrán de ser las traducciones hechas con rigor y seriedad las que sienten las bases para los que se hagan en el futuro. Si a ello se añaden algunas deficiencias de los propios diccionarios monolingües albaneses, se comprenderá cómo hube, poco a poco, de ir elaborando glosarios con cientos de palabras que no aparecían en ellos, catalogando soluciones léxicas, fraseológicas, etc. En otro sentido, el albanés es una lengua con relativa libertad interna para la creación de nuevos vocablos por diversos ocedimientos, cosa que no ocurre con el español. Sin embargo, nuestro autor es aficionado a esta clase de juegos de lenguaje en ciertas situaciones, con lo que coloca al traductor de sus textos ante serias dificultades. Téngase en cuenta, además, que la autoridad lingüística de un autor como Kadaré entre los hablantes de su lengua siempre será enormemente superior a la de quien, en su sociedad y su lengua respectivas, no es más que un traductor que -realice bien o mal estos "ejercicios creativos"- puede ser, con razón, calificado de aventurero por ellos. Finalmente, en lo que se refiere a la obra y los recursos lingüísticos utilizados por Kadaré, que es uno de los creadores, en literatura, del lenguaje ciudadano moderno, si bien me evitaba en buena medida problemas de terminología campesina, endiabladamente resistente al traslado, me planteaba otros que requerían soluciones arriesgadas.
Como es sabido, Kadaré asume y reutiliza la tradición homérica, esquiliana, la épica medieval. Ello me ha conducido a mi vez a la indagación en las traducciones españolas de los clásicos griegos y otros, y en la épica castellana (además de muchos otros autores de diferentes épocas, que me dieran la clave para poner pertinentemente en español lo que Kadaré expresa en su idioma pero que remite a herencias literarias de medio mundo). Por otra parte, por poner otro ejemplo significativo, el albanés posee gran número de términos de origen turco -muchas veces junto a otros relativamente equivalentes de procedencia latina, griega antigua o estrictamente albanesa-, y muchos de estos términos de origen turco fueron a su vez tomados del árabe. Todo ello lo usa Kadaré, y de forma nada inocente sino bien aguda, para adjudicar cargas sutiles a su propio lenguaje narrativo o al de los personajes que crea... La traducción de tales cargas culturales en esos casos es particularmente compleja, aunque el español -al contrario que la mayoría delas lenguas de Europa occidental- disponga también de un rico substrato producto del influjo árabe, que he debido explotar, si bien con tiento (la procedencia temporal y el grado de integración en la lengua literaria son diversos del caso del albanés) para intentar transmitir en nuestra lengua los matices que aparecen en la albanesa.
==Primera parte de cuatro
* 2- La pasión compartida (II)
* 3- Los albaneses en pocas palabras
* 4- Breve aproximación a Kadaré
Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2001)
La imagen de los albaneses que han estado brindando los últimos acontecimientos, es la de un pueblo sumido en el caos y la pobreza, golpeado dentro de fronteras por la caída de las pirámides financieras que evaporaron los ahorros de las capas medias, y golpeado fuera de Albania por los conflictos étnicos de Kosovo y de Macedonia. Las actividades de las mafias y la vinculación entre la guerrilla albanokosovar y el dinero proveniente del tráfico de heroina, colaboraron a levantar un velo de sordidez alrededor de lo albanés, un velo que en algunos países europeos disfraza, sólo a medias, el rechazo xenófobo. Películas exhibidas en Montevideo como L'América -del italiano Gianni Ameglio- o La eternidad y un día -del griego Theo Angelopoulous- reafirmaron parte de esa percepción. Pero esa es sólo una porción de la realidad. Albania, cuyos habitantes se consideran herederos de los antiguos ilirios, ha dado a Europa una de las voces más importantes del panorama literario actual: Ismail Kadaré, varias veces candidato al Premio Nobel.
"Perdurable" es el calificativo que elige para definirlo Ramón Sánchez Lizarralde, traductor al español de diecinueve de sus novelas, que obtuvo en España el prestigioso Pemio Nacional de Traducción. Esta entrevista con Sánchez Lizarralde no se detiene solamente en sus valoraciones sobre el autor de libros como El General del Ejército Muerto o El Palacio de los sueños, sino que también profundiza en la relación entre el traductor y el escritor, en las dificultades particulares que presenta la traducción de poesía, y traza un brevísimo panorama de la literatura albanesa actual.
¿Cómo se produjo su primer contacto con la obra de Kadaré y con la cultura albanesa?
-Mi llegada hasta Kadaré fue consecuencia de mi aprendizaje de la lengua albanesa y mi toma de contacto con la cultura de ese pueblo. Trabajé y viví en Albania durante cuatro años y medio, y tuve oportunidad de profundizar medianamente en el conocimiento de ambas. De manera natural, a medida que el proceso de reconocimiento iba teniendo lugar, me tropecé inevitablemente con la obra del más grande escritor albanés, Kadaré, que si me sirvió inicialmente como medio de asimilación de lo elemental, su lectura se fue transformando luego en algo de orden superior, o más sutil, hasta empujarme al empeño de traducirla. Personalmente, tuve oportunidad de conocer a Kadaré en los primeros años ochenta, aunque en aquel tiempo nuestra relación fue forzosamente superficial, y un tanto desconfiada. Pero fue con posterioridad, de regreso en España, donde concebí seriamente el proyecto de traducir las novelas de Kadaré al castellano (y de otros autores albaneses), y en consecuencia me sumergí, hasta conocerla suficientemente, en la extensa y brillante obra de nuestro autor.
-En el año 1998 usted dictó, en la Universidad Complutense de Madrid, una conferencia conjunta con Ismail Kadaré sobre los problemas de comunicación e interpretación entre un autor vivo y su traductor. ¿Cómo resumiría esos problemas en términos generales, y cómo se manifiestan en particular en su vínculo con Kadaré?
-Como dije entonces, a mi juicio esos problemas son diferentes en cada caso, dependiendo de múltiples factores de carácter personal, social, cultural, etcétera. El reto para el traductor consiste siempre en indagar con el máximo posible de profundidad y sutileza en las interioridades de su autor, en desentrañar sus herencias, sus procedimientos, sus pasiones literarias y lingüísticas, sus fobias y sus filias, sus puntos fuertes y sus flaquezas (todo ello por lo que respecta a la adecuada interpretación del texto). El medio supremo es, naturalmente, la lectura de la obra y su análisis, y nada puede sustituir nunca a este recurso. Ahora bien, cuando se trata, como es el caso, de un autor vivo, existe la posibilidad de acudir directamente a él, de lograr proximidad, confianza, un contacto que nos ayude y resuelva nuestras dudas e inseguridades. Eso funciona, a veces; otras, se convierte en una rémora. Todo depende de cómo sea el autor en cuestión, cuánto le importe el fenómeno de la traducción, qué ganas tenga de emplear su tiempo en tales relaciones, en qué medida sea sociable y dado a la comunicación, o discreto, o huraño. Y en parecida medida de cómo sea el traductor mismo. Finalmente, hay autores que en la lectura de sus propias obras, en determinados aspectos, particularmente lingüísticos, son menos lúcidos que sus lectores más atentos, es decir, sus traductores. Y otros que, por conocer mejor o peor la lengua a la que se les traduce, se creen en condiciones de establecer qué está bien y qué mal en la traducción, casi siempre con menguados resultados, si no catastróficos. En mi caso concreto, he procurado evitar, incluso teniendo una excelente relación de amistad con Ismaíl Kadaré desde hace años, recurrir a él para consultas directamente relacionadas con el texto. Prefiero que nuestras conversaciones literarias tengan que ver con los impulsos y las motivaciones que le llevan a la creación de sus mundos y sus personajes... Ello es así porque de ese modo averiguo las cosas que más me intrigan e interesan, y suelen ser de mayor fuste, pero también porque, en mi opinión, para alcanzar a hacer una buena traducción de literatura (es decir, de literatura relevante), resulta esencial compartir o al menos comprender la pasión literaria, creativa, habitar, aunque sólo sea por momentos y vagamente, los territorios de la imaginación que el autor original frecuenta; experimentar los vértigos que el proceso de creación literaria lleva necesariamente aparejados. Desde luego, esa peculiar relación ha venido dictada también por el carácter y el talante de ambos.
¿Qué dificultades y desafíos desde el punto de vista de la traducción presenta la obra de Kadaré en particular?
-Las dificultades o desafíos son de diverso orden. En primer lugar, se trataba y aún se trata de poner las primeras piedras del intercambio entre el albanés y el castellano (en la dirección indicada, pues en sentido contrario existía ya una mediana tradición de traslado de textos). Eso, teniendo en cuenta las diferencias culturales entre ambos mundos: religiosas, de costumbres, en cuanto al desarrollo social, por lo que se refiere a los influjos culturales respectivamente recibidos, etcétera. Por otra parte, no existía ni existe aún hoy ningún diccionario bilingüe que pueda ser considerado fiable de nuestras dos lenguas, y habrán de ser las traducciones hechas con rigor y seriedad las que sienten las bases para los que se hagan en el futuro. Si a ello se añaden algunas deficiencias de los propios diccionarios monolingües albaneses, se comprenderá cómo hube, poco a poco, de ir elaborando glosarios con cientos de palabras que no aparecían en ellos, catalogando soluciones léxicas, fraseológicas, etc. En otro sentido, el albanés es una lengua con relativa libertad interna para la creación de nuevos vocablos por diversos ocedimientos, cosa que no ocurre con el español. Sin embargo, nuestro autor es aficionado a esta clase de juegos de lenguaje en ciertas situaciones, con lo que coloca al traductor de sus textos ante serias dificultades. Téngase en cuenta, además, que la autoridad lingüística de un autor como Kadaré entre los hablantes de su lengua siempre será enormemente superior a la de quien, en su sociedad y su lengua respectivas, no es más que un traductor que -realice bien o mal estos "ejercicios creativos"- puede ser, con razón, calificado de aventurero por ellos. Finalmente, en lo que se refiere a la obra y los recursos lingüísticos utilizados por Kadaré, que es uno de los creadores, en literatura, del lenguaje ciudadano moderno, si bien me evitaba en buena medida problemas de terminología campesina, endiabladamente resistente al traslado, me planteaba otros que requerían soluciones arriesgadas.
Como es sabido, Kadaré asume y reutiliza la tradición homérica, esquiliana, la épica medieval. Ello me ha conducido a mi vez a la indagación en las traducciones españolas de los clásicos griegos y otros, y en la épica castellana (además de muchos otros autores de diferentes épocas, que me dieran la clave para poner pertinentemente en español lo que Kadaré expresa en su idioma pero que remite a herencias literarias de medio mundo). Por otra parte, por poner otro ejemplo significativo, el albanés posee gran número de términos de origen turco -muchas veces junto a otros relativamente equivalentes de procedencia latina, griega antigua o estrictamente albanesa-, y muchos de estos términos de origen turco fueron a su vez tomados del árabe. Todo ello lo usa Kadaré, y de forma nada inocente sino bien aguda, para adjudicar cargas sutiles a su propio lenguaje narrativo o al de los personajes que crea... La traducción de tales cargas culturales en esos casos es particularmente compleja, aunque el español -al contrario que la mayoría delas lenguas de Europa occidental- disponga también de un rico substrato producto del influjo árabe, que he debido explotar, si bien con tiento (la procedencia temporal y el grado de integración en la lengua literaria son diversos del caso del albanés) para intentar transmitir en nuestra lengua los matices que aparecen en la albanesa.
==Primera parte de cuatro
* 2- La pasión compartida (II)
* 3- Los albaneses en pocas palabras
* 4- Breve aproximación a Kadaré
Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en julio de 2001)
Etiquetas: Albania, Balcanes 2000/2002, Cine, Literatura
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