Varsovia y el museo de las catacumbas


Varsovia incluso puede ofrecer un castillo a sus visitantes. La honestidad de la reconstrucción es tal, que el castillo no fue llevado a su etapa medieval o gótica, períodos que "venden mejor" en el imaginario turístico, sino que se dejó tal y como estaba al momento de caer la primera bomba, con un aspecto barroco que se debe a los soberanos más modernos. El resultado es una serie de salas, en su mayoría de mal gusto, decoradas en un estilo versallesco pero sin la fastuosidad del Versailles francés. No importa esta desilusión momentánea, ya que el verdadero viaje al pasado que ofrece el castillo de Varsovia no está en su arquitectura ni en lo que alojan sus salas. Es mucho más vivo y más inquietante que eso.

Es posible imaginar al nuevo director del castillo sentado en su escritorio rumiando una solución para un museo en el que prácticamente no hay nada, pero en el que esa nada se despliega en decenas de salas decoradas con excesos y mal gusto, a cuyo cuidado está asignada una plantilla de decenas de mujeres por encima de la barrera de los sesenta años. Se podría llegar a imaginar, con cierto esfuerzo, la mañana en la que el semblante de preocupación habitual en el nuevo director comienza a cambiar, luego de varios días de pensar en su museo sin encontrar la forma en la que volverlo rentable o al menos útil. Por fin lo sabe: hará de ese elefante blanco, sin decirlo, una metáfora de lo que fue su país en los años del socialismo real. Las gordas y corpulentas cuidadoras, malhumoradas y mal dispuestas, que pasan el tiempo cuchicheando entre sí en los rincones o desplazándose amenazadoras por las salas vacías en las que no hay nada para disfrutar, serán las involuntarias piezas de ese vivo museo de una sociedad opresiva. Para dar el golpe de gracia en su puesta en escena, dispondrá el primer control de tickets de tal forma que el visitante deba, primero, bajar hasta el primer sótano y luego subir a las salas por una escalera secundaria, para que él también sea parte de esa coreografía de las catacumbas. El resultado actual es ese, aunque nunca nadie se lo haya propuesto y ni siquiera exista un "joven director del castillo de Varsovia preocupado por su suerte".
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 12 de octubre de 2001)
Etiquetas: Crónicas, Detrás del muro, Europa del Este, Polonia
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