24 agosto 2006

El precio de la prosperidad

Bejing tres de la tarde. Es agosto y la Ciudad Prohibida, antiguo palacio del Emperador, rebosa de turistas. Al lado de ese hormiguero humano, separado apenas por una empalizada y una calle angosta, está uno de los múltiples parques que tiene la vibrante capital china. Allí, un grupo de mujeres y hombres, ya entrados en la tercera edad, practican tai-chi con dedicación. Una imagen de tranquilidad interior que parece contrastar con el ruido de las avenidas que están apenas a unos pasos, donde hay cada vez más autos que llevan a los centros comerciales europeizados de Orient Mall, y un estilo de vida saludable que contrasta con una de las facetas de la nueva prosperidad: los jóvenes chinos están cada vez más gordos. La irrupción de la comida chatarra de estilo occidental va volviéndose una crisis con temporizador.

No alcanza que los parques públicos estén en óptimas condiciones, o que los espacios verdes que están junto a los complejos de viviendas de Beijing tengan, en lugar de hamacas y toboganes para niños, aparatos de gimnasio y bicicletas fijas que pueden ser usados libremente. Pese a estos esfuerzos, el 15 por ciento de los chinos tienen sobre peso. Y bien es sabido que cuando se trata de los chinos, un 15 por ciento es mucha gente. Ciento ochenta y cuatro millones para ser más precisos, de los cuales treinta y un millones son directamente obesos. Un problema que, de acuerdo con un artículo del diario británico The Guardian, tiene mayor incidencia en los jóvenes. El porcentaje de menores de 18 años con sobrepeso se ha multiplicado por 28 desde 1985 a la fecha. Cifras que describen el avance de una crisis que en pocos años podría sumir la país en una epidemia de diabetes y en un aumento sustancial de las enfermedades cardiovasculares, con consecuencias poco agradables para la vida de las personas y para las cuentas del Estado.

Pero no sólo de comida chatarra vive una potencia emergente. También necesita petróleo. Esta semana se conocieron algunos movimientos estratégicos en ese terreno por parte de los dos grandes jugadores de las ligas asiáticas. India acaba de anunciar que invertirá mil millones de dólares en proyectos petroleros y mineros en Costa de Marfil, con lo que intenta asegurarse algo más de 60 mil barriles diarios de la producción actual, y estar en primer lugar de la fila cuando estén disponibles los resultados de la prospección en el Golfo de Guinea. Mientras la India busca su seguridad energética realizando inversiones estratégicas en África, China podría encontrar una buena dosis de ambrosía en el comercio con Venezuela.

La visita del presidente venezolano Hugo Chávez llega en un momento inmejorable: China quiere diversificar sus compras de petróleo (debido a la crisis de Oriente Medio y a la inestabilidad relativa de la ex Unión Soviética) y Venezuela quiere diversificar sus ventas (por ahora focalizadas en Estados Unidos, un país con el que no tiene las mejores relaciones políticas). El inconveniente de la distancia podría resolverse con un descuento por barril que aplicaría Chávez para compensar los costos de transporte, obteniendo a cambio un contrato con China superior al medio millón de barriles diarios. Algo así como la décima parte de lo que estará produciendo en 2012. Para contextualizar esta diversificación a futuro de los mercados que está buscando Caracas, debe recordarse un dato ya manejado en otras oportunidades en Brecha: según el experto en geopolítica de los recursos naturales, Michael Klare, para 2010 está pronosticado un agotamiento de los principales pozos de petróleo de Estados Unidos.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 24 de agosto de 2006)

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