Divina Comedia
Algunos italianos no estarán pendientes de la fase final de la copa del mundo. Tendrán cosas más importantes que hacer. El 19, 24 y 28 de junio se realiza en Florencia el campeonato de calcio in costume. Ataviados con unos ridículos pescadores a rayas, los cuatro equipos de veintisiete jugadores cada uno disputan un juego con menos reglas que el fútbol australiano. Con los pies, con las manos, a piñazos. Cualquier método es bueno para ganar el premio (una vaca viva), practicar esta tradición y defender el honor del rione. Es curioso que los florentinos tengan una palabra especial para llamar al barrio, ya que no deberían preocuparse de tener dialecto. Antes del Renacimiento no había lengua italiana. Todo eran dialectos. El poder político de esa ciudad toscana y la influencia de la Divina Comedia, de Dante, hicieron que el florentino se convirtiera, poco a poco y con algunos cambios, en el idioma que hoy conocemos como italiano.
Italia es un país en permanente lucha interior entre las identidades locales y el intento por construir la unidad nacional. En pleno mundial, el 24 de junio, los calciatori florentinos tendrán otro motivo de distracción además de sufrir por la azzurra. Ese día se celebra un referéndum para redefinir la estructura del país. Unitario o Federal. La derecha prefiere esta última opción. La centroizquierda dice que esa forma de federalismo sería catastrófica para las regiones pobres. Las diferencias entre el norte y el sur son notorias. En Milán, por ejemplo, las vidrieras deberían estar adentro de una bóveda blindada y los clientes observar a través de una mirilla los zapatos de cinco mil euros el par.
Pero la verdadera riqueza del país es otra. Cuatro de cada diez “obras de arte” que hay en el mundo están en Italia. Desde ciudades que son en sí mismas un museo, como Venecia, hasta manuscritos ilustrados a mano en la Edad Media. La belleza es un contexto imprescindible para un pueblo que sufre el fútbol con el mismo exceso espiritual con el que los personajes de las óperas mueren de celos o conspiran contra la monarquía. Compone Puccini, el duetto lo hacen Del Piero y Totti (¿por qué no pueden jugar juntos, dottore?).
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)
Italia es un país en permanente lucha interior entre las identidades locales y el intento por construir la unidad nacional. En pleno mundial, el 24 de junio, los calciatori florentinos tendrán otro motivo de distracción además de sufrir por la azzurra. Ese día se celebra un referéndum para redefinir la estructura del país. Unitario o Federal. La derecha prefiere esta última opción. La centroizquierda dice que esa forma de federalismo sería catastrófica para las regiones pobres. Las diferencias entre el norte y el sur son notorias. En Milán, por ejemplo, las vidrieras deberían estar adentro de una bóveda blindada y los clientes observar a través de una mirilla los zapatos de cinco mil euros el par.
Pero la verdadera riqueza del país es otra. Cuatro de cada diez “obras de arte” que hay en el mundo están en Italia. Desde ciudades que son en sí mismas un museo, como Venecia, hasta manuscritos ilustrados a mano en la Edad Media. La belleza es un contexto imprescindible para un pueblo que sufre el fútbol con el mismo exceso espiritual con el que los personajes de las óperas mueren de celos o conspiran contra la monarquía. Compone Puccini, el duetto lo hacen Del Piero y Totti (¿por qué no pueden jugar juntos, dottore?).
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)
Etiquetas: fútbol, Italia, Literatura, Mundial 2006
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