Presos de una pasión
Bengala Occidental es un estado de la India donde recientemente el Partido Comunista obtuvo el gobierno estadual por séptima vez consecutiva. Hicieron méritos suficientes, a juzgar por una información que circuló durante el mundial de Corea-Japón. Para esa ocasión, en las cárceles de la India bolchevique se colocaron televisores para que los presos pudieran ver el mundial, a pesar de que el deporte nacional indio es el críquet.
Aquella medida de los bengalíes fue una verdadera política preventiva, a juzgar por las recientes rebeliones carcelarias en el estado brasileño de San Pablo: se especula que una de las razones del descontento de la narcomafia paulista por el traslado de sus líderes a una cárcel de máxima seguridad fue la inexistencia de televisores en su nuevo alojamiento. La especulación ganó en verosimilitud debido al ingreso a las cárceles de 60 aparatos de tv luego que las autoridades retomaran el control. El gobernador negó el rumor de que se trate de televisores con pantalla de plasma.
De este lado de la frontera es habitual pensar a Brasil en términos de los tres días de carnaval, la bolsa paulista, los músicos bahianos, las desigualdades sociales y el jogo bonito. Pero Brasil es mucho más que el azar que hizo que Branco y Ronaldinho fueran lanzados por la cigüeña unos kilómetros más al norte de lo que marcaba el plan de vuelo original. No es, en extensión territorial, o mais grande do mundo, pero está en quinto puesto. Tiene el primer lugar, eso sí, en cantidad de descendientes de italianos (25 millones) y de japoneses viviendo fuera de Japón (un millón y medio). En el océano demográfico de 185 millones de personas eso puede parecer poco, pero un uruguayo que quiera practicar alemán puede cruzar la línea limítrofe y encontrará un millón y medio de brasileños hablando la lengua de sus ancestros germanos. Brasil fabrica submarinos, tanques de guerra, tiene más cabezas de ganado que gente, es autosuficiente en materia de petróleo y acaba de pagar diez millones de dólares por tener -durante diez días- su propio astronauta en el espacio. También tuvo en las canchas a Garrincha y a Sócrates.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)
Aquella medida de los bengalíes fue una verdadera política preventiva, a juzgar por las recientes rebeliones carcelarias en el estado brasileño de San Pablo: se especula que una de las razones del descontento de la narcomafia paulista por el traslado de sus líderes a una cárcel de máxima seguridad fue la inexistencia de televisores en su nuevo alojamiento. La especulación ganó en verosimilitud debido al ingreso a las cárceles de 60 aparatos de tv luego que las autoridades retomaran el control. El gobernador negó el rumor de que se trate de televisores con pantalla de plasma.
De este lado de la frontera es habitual pensar a Brasil en términos de los tres días de carnaval, la bolsa paulista, los músicos bahianos, las desigualdades sociales y el jogo bonito. Pero Brasil es mucho más que el azar que hizo que Branco y Ronaldinho fueran lanzados por la cigüeña unos kilómetros más al norte de lo que marcaba el plan de vuelo original. No es, en extensión territorial, o mais grande do mundo, pero está en quinto puesto. Tiene el primer lugar, eso sí, en cantidad de descendientes de italianos (25 millones) y de japoneses viviendo fuera de Japón (un millón y medio). En el océano demográfico de 185 millones de personas eso puede parecer poco, pero un uruguayo que quiera practicar alemán puede cruzar la línea limítrofe y encontrará un millón y medio de brasileños hablando la lengua de sus ancestros germanos. Brasil fabrica submarinos, tanques de guerra, tiene más cabezas de ganado que gente, es autosuficiente en materia de petróleo y acaba de pagar diez millones de dólares por tener -durante diez días- su propio astronauta en el espacio. También tuvo en las canchas a Garrincha y a Sócrates.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en La Diaria en mayo de 2006)
Etiquetas: Asia del Sur, Brasil, fútbol, India, Mundial 2006
<< Home