17 julio 2008

19 de julio del 79

Fue la última de las revoluciones triunfantes. Los que derrocaron a una dinastía que llevaba 40 años en el poder eran tan jóvenes que sus compatriotas les decían, sin más, “los muchachos”. De entre las ruinas levantaron un país con socialismo y libertad, porque ambas cosas había en la Nicaragua nacida de la revolución sandinista de 1979.

Tal vez por eso tanta gente se jugó la vida para defenderla cuando Estados Unidos montó su guerra de agresión. Tal vez por eso tantos internacionalistas llegaban de tantas partes para las brigadas de recolección de café, para construir escuelas, o para sumarse a la defensa. Tal vez por eso, años más tarde, las revelaciones sobre la corrupción de algunos de sus dirigentes –ya envejecidos– generaron tanto desconcierto. Lo que poco se dice es que en buena parte del país (en las cooperativas a las que no lograron arrebatarles las tierras, en las organizaciones de madres de “héroes y mártires”, en los municipios del norte o de occidente que elección tras elección nunca han dejado de estar en manos de alcaldes sandinistas) todavía se mantiene mucho de la que fue, para quienes crecieron con ella, la más pura de las revoluciones.

En este blog hay más artículos sobre Nicaragua, entre los que destacamos Nicaragua deseo y decepción y también El lugar donde los sandinistas nunca perdieron.