15 agosto 2003

La responsabilidad o la fuerza

Vieira de Mello era uno de los principales críticos de la política estadounidense hacia Irak, no por la virulencia de sus comentarios –siempre medidos- sino por su insistencia en ver las situaciones puntuales como expresiones de una crisis del sistema internacional, y por el hecho, sobre todo, de que esa mirada proviniera del funcionario elegido por Kofi Annan para dirigir procesos tan delicados como los de Kosovo, Timor Oriental, y ahora Irak. Para Vieira de Mello el verdadero dilema del orden global era si el eje de las relaciones internacionales se colocaría en la responsabilidad o en la fuerza. Desde su punto de vista, la guerra de Irak ofrecía una oportunidad inmejorable para visualizar con claridad los riesgos de resolver inadecuadamente esa cuestión. En el mes de abril de este año, en dos oportunidades, por escrito en un artículo publicado en El País de Madrid, y en el fragor de una entrevista en vivo concedida al incisivo Tim Sebastian de la BBC, el hombre de confianza de Annan explicó que la respuesta a esa duda estaba en darle un rol protagónico a la defensa de los derechos humanos.

Este miércoles, a las tres y media de la madrugada, la BBC retransmitió la entrevista con Vieira de Mello. Ásperamente, sin la sonrisa protocolar que lucía en las imágenes de archivo que acompañaron las noticias de su muerte, este funcionario internacional graduado en Filosofía defendió ante las preguntas de Sebastian el rol de Naciones Unidas en la reconstrucción de Irak. Reiteró que el destino de Irak debe quedar rápidamente en manos iraquíes, y que una parte central de la misión de la ONU es garantizar ese proceso. Con unos días de diferencia, en el artículo publicado en el diario español, vaticinó un único camino para enderezar el rumbo en la escena internacional. “La preponderancia militar de Estados Unidos y Gran Bretaña no debe inducirnos a pensar que la estabilidad internacional pueda garantizarse por la fuerza. Si el sistema internacional quiere basarse en algo distinto al poder, los Estados tendrán que volver a la institución que construyeron: Naciones Unidas”.

Pero su visión de la ONU distaba mucho de ser utópica: “Esta institución se enfrenta a una grave crisis. Debemos encontrar formas de resolverla o afrontar consecuencias terribles. Los debates acerca de Irak antes de la guerra y ahora en el período subsiguiente han demostrado que las potencias del mundo son incapaces de hablar entre sí en un lenguaje común”. Líneas más abajo, en el mismo artículo, el diplomático brasileño elegido por la Asamblea General como Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se preguntaba si existía “una forma de renovar, o de redescubrir, un lenguaje común que nos pudiera sacar del actual punto muerto”. La única forma de encontrar una respuesta positiva, era cambiar “de forma radical la relación entre la seguridad y los derechos humanos”.

Apelando a ejemplos de las frustraciones vividas por la comunidad internacional en África y los Balcanes, llamó a reconocer que “ha llegado la hora de que todos los Estados redefinan la seguridad global, para situar los derechos humanos en el centro de este concepto. Al hacerlo, todas las naciones deben ejercer su responsabilidad de manera acorde con su fuerza. Sólo entonces los Estados responsables, en lugar de los meramente fuertes, serán capaces de aportar una estabilidad duradera a nuestro mundo”.

==Tercera parte de cuatro

* 1- Entre el error y la puntería
* 2- ¿A quién le sirve el atentado?
* 4- La otra bomba

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en agosto de 2003)

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