08 septiembre 2006

Todos los caminos conducen a Islamabad

Así como hubo un tiempo en que todos los caminos conducían a Roma, ahora parece que la vialidad de la conspiración tiene como referente geográfico a la capital paquistaní. Un tema del que no quiere hablarse cuando se habla de “guerra contra el terrorismo”, ya que Pakistán es uno de los aliados centrales de la administración Bush en el heterogéneo mundo islámico.

Recientemente, a raíz del confuso episodio en el que se desbarató una red que desde Gran Bretaña se disponía a cometer atentados masivos en el transporte aéreo, ese silenciamiento ex profeso se volvió más estridente. Tanto como para que la ex premier paquistaní, la carismática y polémica Benazir Bhutto (foto), decidiera ponerlo en evidencia. En declaraciones brindadas al Pakistán Today, Bhutto dijo, con cierta amargura, que cada vez que se detiene a los participantes de un complot como el que las autoridades británicas desbarataron el mes pasado, “todos los caminos parecen conducir a Islamabad”.

No se trata solo de la posibilidad de que grupos organizados obtengan inspiración y apoyo en las madrazas paquistaníes. Así lo afirma un análisis sobre la crisis nuclear iraní publicado el martes pasado en el periódico italiano Il Riformista, para el cual, en términos de armas de destrucción masiva, la verdadera amenaza para Occidente no es Teherán sino Islamabad. Mientras el gobierno iraní podría obtener en un plazo menor a una década una bomba atómica y, eventualmente, facilitar el acceso a ese armamento a grupos islamistas irregulares, Pakistán ya dispone de cincuenta cabezas nucleares fruto de su carrera armamentista regional con India. Por el momento el gobierno paquistaní, surgido de un golpe de estado, es aliado de Washington, pero ante la inminencia de elecciones libres se renueva el temor de que los partidos fundamentalistas alcancen el poder.

Bhutto, que ya fue primer ministro en dos ocasiones, se mostró dispuesta a olvidar sus diferencias con el gobierno militar y sumar su esfuerzo para construir "un clima político en el que las fuerzas moderadas puedan triunfar”, ya que “por el momento los partidos religiosos se están fortaleciendo y sus milicias, a pesar de haber sufrido reveses, están intactas”. Detrás del silencio oficial de Washington sobre el escenario de un triunfo electoral islamista en Pakistán, planea, probablemente, el recuerdo de la crisis que se vivió en Argelia luego de que el Frente Islámico triunfara en las urnas.

Por el momento el gobierno pakistaní continúa haciendo su trabajo de completar, en el mundo real, la derrota de los talibán que “ocurrió” hace cuatro años en el mundo de la propaganda. Lo cierto es que las milicias talib, que abandonaron el poder en Kabul luego del ataque militar de Estados Unidos y la Liga del Norte, continúan fuertes en el interior afgano y en zonas aisladas de Pakistán. El martes pasado los paquistaníes lograron un avance que demostró por qué en el Pentágono se los considera aliados estratégicos. No se trató de una victoria en el campo militar sino que ocurrió en el terreno minado de la política tribal. En Waziristan, uno de los lugares de repliegue de los talibán, los negociadores paquistaníes lograron poner de su lado a las autoridades tribales.

A cambio de que Islamabad disminuya sensiblemente la presencia militar del gobierno central, las tribus accedieron a expulsar a los militantes islamistas que se habían instalado en sus tierras. Pese a los anunciados éxitos de los marines en la provincia afgana de Kandahar, nadie duda que la clave para derrotar a los restos del régimen talib es minar su apoyo en las tribus de la frontera. La pregunta es si Washington está dispuesto a arriesgar en las urnas un aliado de esa importancia. Si a ese factor se le agrega el componente del arsenal nuclear de Islamabad, parece haber altas posibilidades de un triunfo electoral de los moderados, independiente de lo que pudiera llegar a decir el conteo de votos emitidos.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 8 de setiembre de 2006)

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