26 julio 2002

Pérez manda, Gil ocupa un islote

Probablemente lo único más absurdo que un islote, sea otro islote de nombre Perejil. Lo surrealista del hecho de que un país africano provoque a uno de los socios de la principal alianza militar del momento, la OTAN, ocupando una parte de su territorio, sólo puede registrarse en un lugar bautizado con semejante topónimo. Pero como bien lo sabían los viejos maestros, nada como el absurdo para echar luz sobre las lógicas sancionadas por la costumbre.
En una maniobra digna de aquella toma de Curtina de los años treinta, que creó por una noche una República Socialista Soviética en pleno Tacuarembó (mediante el infalible método de emborrachar a los tres policías del pueblo con un par de damajuanas de vino donadas por el pulpero), pero en pleno siglo veintiuno, doce gendarmes marroquíes se hicieron con el control de un islote que estaba bajo soberanía de España. Menos de una semana más tarde, este miércoles 17, tropas especiales españolas recuperaron el lugar sin disparar un solo tiro.
La portada de El País de Madrid muestra una imagen digna de Iwoshima: en medio de un páramo rocoso, ondea una bandera española custodiada por dos soldados, uno de los cuales alza su fusil de asalto en lo que puede interpretarse como un gesto de victoria, aunque esta idea se contradice con el aspecto aburrido de su camarada de armas. De tanto en tanto las sociedades parecen necesitar ser sacudidas por hechos que toquen esas fibras que forman parte de lo peor de sí mismas, y que suelen calificarse como patriotismo.

En la doble toma del islote Perejil no murió nadie. De haber ocurrido alguna muerte, muchos se hubiesen preguntado por el absurdo de perder la vida en tan mínima empresa, lo que hubiera ocultado el fondo de la cuestión: ¿vale la pena que una sola persona pierda la vida por un pedazo de tierra, ya se trate del islote Perejil o del centro de Madrid? Permítaseme suponer que a menos que se esté bajo los efectos de algún proceso de alienación (el sentimiento patriótico es uno de ellos), todo ser humano en sus cabales daría la respuesta que acuñaron cuatro celebérrimos músicos de este lado del Plata en su canción El primer oriental desertor.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 26 de julio de 2002)

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