26 agosto 2000

Aborígenes y drag-queens

Es muy probable que Cathy Freeman obtenga una de las medallas en la prueba de 400 metros, y tal vez sea la de oro. Si eso ocurre es probable que haga lo mismo que cuando ganó los Juegos de la Commonwealth en 1994, es decir, que festeje envolviendo su cuerpo en la bandera de los aborígenes en lugar de dar la vuelta olímpica haciendo flamear la enseña nacional australiana. Este hecho, que debería ser penalizado según las reglas olímpicas que impiden a los atletas promover mensajes políticos o religiosos, no tendrá consecuencias para Freeman. El Comité Olímpico australiano ya anunció que si Freeman toma esa "impulsiva decisión" no recibirá ninguna sanción.

La medida, que desde un punto de vista reglamentarista puede parecer insólita (anticipar que no se sancionará a alguien por romper impulsivamente una regla antes que la transgresión tenga lugar), fue saludada por el líder aborígen Geoff Clark como "una victoria del sentido común y un avance en la reconciliación entre los indígenas y no indígenas de Australia". La bandera roja, amarilla y negra, representa la tierra, el sol y los pueblos aborígenes, y es símbolo de las colectividades que integran el 2,1 por ciento de los 20 millones de australianos, y que continúan siendo su sector más desfavorecido en términos de desarrollo social.
Además de los elogios de los líderes indígenas, las autoridades olímpicas australianas se hicieron acreedoras, en la recta final de la organización de los juegos, a las felicitaciones de la comunidad homosexual de su país. El motivo fue la decisión de permitir que la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos incluya un número de drag-queens, lo que ocasionó una verdadera tormenta en la sociedad y la política australianas.

Las drag-queens no son travestis en un sentido técnico, pero se les parecen. Son hombres que se disfrazan de mujeres y realizan shows de cabaret ; pese a que no son necesariamente homosexuales, gozan de un considerable éxito entre la comunidad gay que las considera parte integrante de su corriente. En Uruguay se las vio en la película "Las aventuras de Priscilla, reina del desierto", que obtuvo un premio Oscar de la Academia de Hollywood por Mejor Vestuario, aunque la mayoría de la crítica confundió a los personajes con travestis.

En Australia son consideradas casi un símbolo nacional; no tanto como los canguros o los koalas pero sí a un nivel similar que Cocodrilo Dundee. Esto al menos es lo que se desprendde de las declaraciones del parlamentario federal, Bob Katter, oficialista, quien dijo que "si Los Angeles tiene a Hollywood y la India al Taj Mahal, Sidney tiene sus drag-queens". El opositor de derecha David Oldfield, se preguntó públicamente si quienes resolvieron autorizar la presencia de las drag-queens en la ceremonia olímpica habían "desayunado LSD con sus cereales". Si bien la cabeza de los juegos, Michael Knight, negó que la decisión implicara una "celebración de la cultura gay", una de las más célebres drag-queens del país, Sally (Trevor) Bunney dijo a la agencia Reuters que la medida "saca al pueblo de las edades oscuras y demuestra que la gente es cada vez más tolerante hacia los homosexuales".

==Quinta parte de ocho

* 1- No todo lo prohibido se puede hacer
* 2- La veté porque era mía
* 3- "Robo de atletas"
* 4- Enemigos en la villa olímpica
* 6- Timor Oriental
* 7- Sobornos
* 8- Ecos de Vietnam

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en agosto de 2000)

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