23 marzo 2001

Nicaragua: tres instantáneas de la posguerra (2)

Wirruca, 1992

La aldea de Wirruca está enclavada en el departamento de Boaco, una zona ganadera de Nicaragua en la que los sandinistas nunca pudieron construir una sólida base social. Un caserío silencioso, de viviendas de adobe y madera desperdigadas entre senderos, sin luz eléctrica.En una noche clara se tiene la sensación de estar asistiendo al cielo más estrellado que se pueda ver desde cualquier parte.

En Wirruca, como en casi todo Boaco, la mayoría de los habitantes apoya a la derecha. Los pocos sandinistas, sin embargo, no se esconden. Uno de ellos, Leovigildo, pagó esa audacia con su vida. Trece antiguos integrantes de la 'contra' llegaron al pequeño sembradío de maíz que estaba junto a su pobrísima choza y lo mataron delante de la menor de sus hijas, que apenas tenía cinco años. Estaba amaneciendo, y el resto de la familia se despertó con los disparos. Ecos de una guerra que oficialmente había terminado dos años antes

-Cuando llegamos estaban velando el cuerpo sobre un tablón, cuenta Antonio. Hace un silencio y agrega con amargura: "se estaba empezando a llenar de hormigas". Ya que no habían podido hacer nada para impedir su muerte, sus amigos intentaron procurarle una despedida un poco más digna. Sabían que en una aldea cercana, Cerro Largo, la familia de los García estaba terminando de construir un cajón. A medio hacer lo prestaron para Leovigildo, bajo la promesa de que se les devolvería uno nuevo en cuanto estuviera pronto. Antonio quedó encargado de cumplir el empeño. Pero los acontecimientos fueron más rápidos que las herramientas del improvisado carpintero. Antes que Antonio terminara de construirlo, los García lo precisaron de urgencia y debieron, ahora ellos, pedir un ataúd prestado: Fernando García, de 23 años, era asesinado por la espalda, a machetazos, también por una vendetta política. Una espiral de violencia aparentemente interminable en la que cada muerte alimenta la próxima.

Antonio no vive en Wirruca sino en Las Lagunas, a una hora de caminata montaña arriba. Cuatro meses después de que Leovigildo fuera asesinado, el mismo grupo de la 'contra' intentó ejecutar a uno de los dirigentes de Las Lagunas. Pensaban que luego de las campañas del gobierno a favor del desarme, los miembros de la cooperativa estarían indefensos. Pero los cazadores se convirtieron en presa cuando estaban acampados esperando la llegada de la madrugada para ir en busca de Cirilo. Los cooperativistas no habían entregado las armas.

Las Lagunas es el único bastión sandinista en kilómetros a la redonda. En las últimas elecciones la izquierda logró la casi totalidad de los votos en ese minúsculo caserío de treinta familias, mientras en el resto del departamento apenas arañó el 20 por ciento. Desde 1974 había allí un grupo de teatro clandestino que hacía representaciones ridiculizando a la dictadura de Somoza, y sus campesinos formaron, inmediatamente después de la Revolución Sandinista de 1979, una de las pocas cooperativas que en pleno 2001, once años después de la llegada al poder de la centroderecha, aún mantiene su viabilidad. Siembran naranjas y están envueltos en una lucha legal con el antiguo terrateniente, que regresó de Estados Unidos con la esperanza de recuperar unas tierras que habían pertenecido a su familia y de las que sólo le falta conseguir las pocas hectáreas de la cooperativa de Las Lagunas.

El hacendado lleva las de perder. El gobierno no está interesado en crearse nuevos problemas, y los campesinos que se muestran lo suficientemente beligerantes como para defender lo que consideran suyo no pierden la pulseada mientras no bajan la guardia. Eso genera una situación contradictoria: muchos de los votantes sandinistas conservan sus tierras, mientras que los campesinos que forman la base social del gobierno de derecha han vuelto al sistema de asalariados rurales, perdiendo las parcelas que obtuvieron con la Reforma Agraria sandinista. "Tenemos que reconocer que en algunos casos nuestra Reforma Agraria llegó a ser bastante artificial", explicó un educado dirigente campesino que medita cada frase tres veces antes de decirla. Muchos de quienes recibieron las tierras nunca las consideraron suyas, se sentían unos intrusos, y vieron la devolucion a los antiguos patrones "como una medida de justicia que les quitaba una carga de encima", agregó con tono de autocrítica. El otro lado de la moneda son las cooperativas sandinistas, que por la formación ideológica de sus integrantes se consideran dueños por todo derecho de las tierras que sus familias cultivaron para otros durante décadas. Hay incluso algunas cooperativas, como las de Waslala, que llegaron a establecer una relación tan fuerte con el sitio donde están asentados que va más allá de los avatares políticos.

==Segunda parte de tres

* 1- Parte I
* 3- Parte III

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha , el 23 de marzo de 2001)

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