10 agosto 2005

Con la música a otra parte

A primera vista puede parecer risible, pero la situación que se vive en Turkmenistán se está volviendo cada vez más asfixiante. Luego de prohibir la ópera y el ballet, el mandatario Saparmurat Niyazov, secretario general del único partido legal del país, prohibió la música en general. Según la información difundida el miércoles por la BBC, el decreto más reciente de Niyazov “establece que queda prohibido el uso de música grabada en todos los canales de televisión, eventos culturales organizados por el Estado, lugares de reunión pública, matrimonios y celebraciones”.

Los ciudadanos de esa república ex soviética del Asia Central, que ahora deben aprender a vivir sin música, suman esa prohibición a medidas anteriores que les obligaban a usar el pelo corto o a mantenerse afeitados permanentemente. En una combinación de despotismo con excentricidad, Niyazov (foto) parece confundir la protección del patrimonio cultural de su país con el ensalzamiento de su propia biografía. Por ese motivo, en un anterior decreto intentó cambiar los nombres grecolatinos de los meses del año por otros más ajustados al pasado histórico turkmeno, incluyendo un mes dedicado a la memoria de su propia madre.

A principios de mayo, un “equipo de redactores” basado en Londres (en realidad una fórmula para proteger la identidad de un periodista turkmeno) del Institute for War and Peace Reporting, difundió un reportaje sobre el Ruhnama, un libro supuestamente escrito por el mandatario. Con el Ruhnama, de lectura obligatoria en todos los niveles del sistema educativo del país, Niyazov asegura que intentó crear “una carta de comportamiento para el pueblo, un código de cánones y normas para la sociedad turkmena”. Como era previsible, el texto magno entró en crisis con el islam, que ya posee su propio libro sagrado.

El principal opositor fue el ex clérigo máximo de los musulmanes locales, Nasrullah ibn Ibadullah, quien en algún momento fue aliado del presidente, pero que cayó en desgracia cuando se negó a realizar algunas modificaciones sugeridas por el Gobierno en la decoración de una mezquita: se le pedía que cambiara las citas del Corán por otras del libro escrito por el presidente. La gota que desbordó la paciencia oficial, sin embargo, fue que Ibadullah se negara a nombrar al mandatario como “verdadero enviado de dios”, título que los musulmanes reservan a su profeta Mahoma. Actualmente Ibadullah está purgando 28 años de cárcel por “alta traición”.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en agosto de 2005)

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