14 noviembre 2003

En el pueblo de Pedro Páramo II

En la taberna a la que va la gente del pueblo, situada al lado de los tres restaurantes grandes, pero separada de éstos por un abismo, un joven cuenta ese secreto de familia. Hay quienes dicen que un pueblito alejado, ese sí casi fantasma, del que no quiere dar el nombre para no pasar de purista a traidor de los suyos, es el verdadero lugar que inspiró a Rulfo para situar Pedro Páramo, aunque lo llamó Comala por alguna licencia poética. Pero los notables de Comala se encargan de conjurar el peligro. Cuando ven al incómodo estudiante ocupando una mesa con un forastero, no se arriesgan. Allá va uno de ellos a compartir la tertulia y garantizar que nadie saldrá de allí suponiendo que esta Comala pueda no ser la que debe ser: la de Rulfo.

--¿Usted sabe qué es lo que pienso de la llegada del hombre a la luna?.
Ante tal pregunta, insospechada digresión en una charla que prometía ser sobre literatura, el forastero sólo puede encogerse de hombros y escuchar la tesis del "indito Contreras", que señala el cielo y comienza a explicar que, en realidad, todo fue una farsa montada por los norteamericanos.
--Porque el primero en llegar al espacio fue Gagarin, y si alguien iba a ir a la luna iban a ser los rusos, no los gringos que estaban más atrasados.

Apenas comprueba que despertó en su interlocutor algo parecido al interés, Contreras pasa de la cosmonáutica a la historia nacional. Entonces, en un tono de confidencia, habla de las masacres que se cometieron a poca distancia de ese mismo pueblo en la revuelta de los Cristeros. Según él, una guerra civil en la que los sacerdotes lideraban uno de los bandos en pugna, y en la que los motivos eran más teológicos que políticos. Es de esas batallas –agrega- de las que habla Rulfo en sus cuentos, y no de la Revolución Mexicana de Zapata y Villa. Por eso no es de extrañar que en Comala estén guardados algunos secretos de la parte más incómoda de esa guerra. Contreras comienza a dar rodeos cuando se refiere a los culpables de las masacres.

Habla con el sobreentendido de que el forastero está de su lado y señala despectivamente al grupo de personas que están sentadas en la galería frente a la plaza, en la esquina cruzada con el anuncio del ponche "El Chino"; algunos de ellos integraban aquella comitiva que dio la bienvenida a Rulfo y rompió el resentimiento. Entonces Contreras deja la política con la misma rapidez con que antes había abandonado la cosmonáutica, invita otra bebida, y saca de una carpeta de cuero los recortes de diarios de provincia que testimonian su trayectoria como cantante y poeta.

Afuera, los turistas han comenzado a dejar Comala. El pueblo vuelve a ser un tranquilo caserío aletargado. Hace cuarenta años no debe de haber sido difícil confundirlo con un lugar sólo habitado por los muertos. Dos sombreros de paja y cuatro camisas raídas y pobres están colgadas de unas herramientas clavadas en la tierra, semejando espantapájaros; son de los trabajadores de Obras Públicas que detuvieron la reparación de la carretera circundante para ir a comer algo a la sombra de un árbol. Su visión, en ese sitio, tiene algo de espectral. No hay nadie en la calle y todas las ventanas parecen haberse cerrado de repente. Un cartel clavado en una columna es hamacado por el viento. Invita a una corrida que tendrá por protagonistas a "los enanitos toreros". Los grotescos dibujos de los protagonistas vuelven el anuncio más siniestro todavía.


(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 14 de noviembre de 2003)

==Segunda parte de tres

* 1- En el pueblo de Pedro Páramo I
* 3- En el pueblo de Pedro Páramo III

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