15 octubre 2003

Shirin Ebadi, la apuesta de Oslo

El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la abogada iraní Shirin Ebadi, pone en evidencia la actualidad y las limitaciones del tema islámico en el escenario global. En más de una oportunidad se ha destacado desde estas páginas el papel clave que le corresponde a Irán en la estabilidad futura de esa coexistencia de civilizaciones que estará pautando los equilibrios de poder en el mundo pos Guerra Fría. Más allá de que Estados Unidos lo haya colocado en el "eje del mal", y más allá de sus contradicciones internas, es el modelo iraní y no el de las monarquías petroleras al estilo saudita, el que puede garantizar esa estabilidad indispensable para la seguridad de Occidente y para el flujo normal de un recurso natural clave como es el petróleo. Sin embargo, Irán sólo podrá jugar ese papel si logra superar sus contradicciones institucionales internas y potenciar el componente democrático en desmedro de los lastres teocráticos que actualmente posee. Recuérdese que en ese país, las decisiones de los órganos electos democráticamente pueden ser vetados por el Consejo de los Guardianes, compuesto por teólogos chiitas, y que incluso los candidatos al parlamento tienen que contar con el visto bueno de ese organismo antes de poder presentarse a una elección.

Desde ese punto de vista, la distinción a Shirin Ebadi, puede ser entendida como un espaldarazo al sector reformista encabezado por el presidente Jatami. Esta idea quedaría reforzada por una de las primeras declaraciones de la jurista tras recibir el Nobel, quien se refirió al escenario político de su país diciendo que "lo más importante ahora es que el proyecto del Gobierno sobre la modificación de la ley electoral sea adoptada. Que la gente pueda elegir libremente a sus representantes en el Parlamento". Fue un paso más allá incluso, y vaticinó que si el Consejo de los Guardianes ejerce su potestad de veto, "el pueblo iraní boicoteará las elecciones que deben celebrarse en marzo, como hizo el año pasado en las municipales". Sin embargo, como si se tratara de una compleja filigrana, Ebadi evita herir susceptibilidades más allá del terreno de los teócratas radicales. Por eso siempre tiene el cuidado de aclarar que su postura en favor de la separación del Estado y de la religión no es contraria al Islam, ya que "hay grandes ayatolás que abogan por lo mismo". Un equilibrio que no le ha impedido, coherentemente con su carácter de abogada defensora de los derechos humanos, ser muy clara en algunos aspectos: su país debe suprimir de su código penal castigos tales como la lapidación, la amputación de miembros, y a la vez se tiene que modificar el límite de mayoría de edad, que actualmente se adquiere a los 13 años para las niñas y a los 15 para los varones.

En Irán la noticia de que una mujer musulmana haya sido destacada por Occidente con uno de sus galardones más prestigiosos, fue recibido de distinta manera según las posturas político religiosas de cada quien. Sin duda cayó muy mal en los círculos más ortodoxos. El presidente Jatami, por su parte, lo tomó con una ambiguedad que surge de ser el jefe de gobierno de una teocracia, que depende de los chiitas ortodoxos para poder desarrollar sus políticas pero que llegó a la primera magistratura con el voto mayoritario de mujeres y jóvenes. Su primera reacción fue señalar que se sintió "feliz" al enterarse, y luego agregó que esperaba "que este éxito sirva a los intereses generales del pueblo, de la paz mundial y de la Humanidad". Luego, en declaraciones tomadas por AFP, relativizó el hecho, diciendo que el Nóbel de la Paz no es un premio muy importante, y le envió un mensaje claro a la ganadora: "espero que Ebadi, que viene de una familia religiosa y ha expresado su compromiso con el Islam, prestará atención a los intereses del mundo islámico y de Irán y no permitirá que se explote su éxito". Así, como fue siempre, hecho de matices y de ambiguedades, estará tejido el escenario del equilibrio futuro entre Occidente y el Islam. Lo nuevo, sin embargo, será la consolidación de los actores centrales. El Nobel de Ebadi es sólo una muestra más de esa tendencia.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 15 de octubre de 2003)

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