14 noviembre 2003

En el pueblo de Pedro Páramo III

Si bien es cierto que Comala ofrece una visión de Juan Rulfo, el verdadero Rulfo se encuentra en las escasas páginas que escribió: Pedro Páramo, El Gallo de Oro y El llano en llamas. Ya es un lugar común hablar de lo inusual de un escritor que concentró en tan pocos libros un talento que lo ubica entre los grandes nombres de las letras hispanoamericanas. Pero hay otra faceta de Rulfo, menos conocido que la de escritor. Es el Rulfo fotógrafo.

La Alameda central del Distrito Federal, es un remanso de paz en medio del caos y el vértigo de Ciudad de México, como el Parque San Martín en Buenos Aires o los Jardines Nacionales en Atenas. En Uruguay no existe un símil; puede obtenerse una aproximación imaginando el Rosedal del Prado en medio de la Plaza Cagancha. No es, sin embargo, un lugar verde. Sí es un lugar tranquilo, en el que los mexicanos hacen una pausa, leen, galantean o discuten. En Navidad se puebla de hombres disfrazados de Papá Noel acompañados por fotógrafos con cámaras instantáneas; los niños posan junto a sus barbas blancas de algodón y sus trajes rojos que embolsan fingidas barrigas, y los padres pagan el precio convenido. Los diarios hablarán de los entretelones de las concesiones para hacer de Santa Claus, y mezclarán esas adjudicaciones con las que se otorgan a los lustrabotas, la mayoría de los cuales lucen en sus casetas verdes el escudo del que hasta la última elección fuera el (creíase que) eterno partido gobernante.

Donde termina la Alameda Central, en dirección a la plaza San Fernando, hay un pequeño espacio público, una suerte de plazoleta acosada por el tráfico que, ahora sí, liberado de la paz de la Alameda, es el amo y señor del paisaje urbano. Allí hay decenas de personas jugando al ajedrez, disimulando entre sus movimientos de peones y alfiles la entrada a un pabellón que alberga un singular museo de una sola obra. Emulando una de las ideas de Umberto Eco para un posible museo ideal, todo el Museo Mural Diego Rivera confluye hacia la explicación de un mural del elefantiásico marido de Frida Khalo: Paseo Dominical en la Alameda Central.

Todo menos un pequeño espacio situado en la planta alta. Allí se realizan exposiciones itinerantes a las que no es fácil acceder. Para lograrlo hay que liberarse, como si fueran las capas de una cebolla, del tráfico de la ciudad que oculta la Alameda Central que a su vez oculta la plazoleta, de los ajedrecistas que ocultan la entrada al museo, y del Mural de Rivera que oculta la planta alta. Cuando esto se logra, es posible encontrarse con joyas como la muestra de fotografías sobre la Ciudad de México tomadas por Juan Rulfo. Callejones casi sin gente; una calle apenas habitada por volkswagens; dos espectros en una rueda gigante...viéndolas se llega a pensar que, tal vez, ese sea el pueblo de muertos que pinta en Pedro Páramo.


(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 14 de noviembre de 2003)

==Tercera parte de tres

* 1- En el pueblo de Pedro Páramo I
* 2- En el pueblo de Pedro Páramo II

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